Capitulo cuatro

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Sergio despertó por el ruido de alguien tocando la puerta. Se sentó en la cama y miro alrededor. No era su departamento. ¿En dónde estaba?
Ah sí, Lance no los había dejado irse después de la fiesta. Le dio una de las mil habitaciones de su casa e incluso ropa para que estuviera más cómodo.

Otro toque en la puerta lo hizo reaccionar. Se levantó en inmediatamente se arrepintió. Un mareo casi lo hace caer, el dolor de cabeza se hace presente, y Checo se promete no volver a tomar de esa manera.

— Checo, buenos días. — Un Lance sonriente estaba tras la puerta.

— No tienen nada de buenos.

Lance río.

— Vamos, el desayuno está listo, te ayudará con la resaca.

En el comedor se encontró con Carola que estaba desplomada sobre la mesa, se veía peor que él.

— ¿Esta viva? — susurro el mexicano.

— Yo creo que sí. Mira, respira.. — contestó el menor susurrando.

— Los escucho idiotas. — rieron queditos.

Desayunaron entre quejidos y promesas de no volver a emborracharse.  Aún que bien sabían que romperían todas esas promesas en cuanto tuvieran una botella de tequila enfrente.

Después los tres fueron al departamento del pecoso, por qué habían prometido estudiar ese día. Y así hicieron,  hasta que cayó la noche.

— Es suficiente, ya no puedo más.

Ambos chicos estuvieron de acuerdo, no habían parado desde que empezaron con los deberes.
Pidieron comida a domicilio y mientras comían salió el tema del día anterior.

— ¿Que te dijo Kelly?

La castaña dejo de comer.

— Me dijo que, yo en verdad le gustaba, que daría lo que fuera por tener algo conmigo. Pero que aún no era nuestro momento. Dijo que no puede terminar con Max, aún que no me quiso decir por qué. — Suspiró desanimada — Solo, me enredo más. No debí hablar con ella, ahora estoy mas confundida.

Intentaron animarla dándole uno que otro consejo e intentando hacer chistes sobre la situación. No parecía ayudar. Así que Checo hablo:

— Max me odia más ahora.

Ambos le prestan atención, con la pregunta en sus ojos.

— Ayer, cuando Lance se llevó a la chica, él iba siguiendolos, así que tuve que actuar. Tire su bebida, y luego me dijo que le hiciera una. Idiota.

Carola sonrió. Bien.

— Cuando me di cuenta que me había seguido a la cocina, supe que algo malo iba a pasar, necesitaba algo con que defenderme. Así que prepare una "bebida" — hizo comillas con las manos — pero solo era soda con hielo, mucho hielo. Me jaloneo del brazo y se atrevió a retarme, ¿pueden creerlo? Así que le eche la bebida encima — dice totalmente orgulloso.

La castaña rie divertida.

— Gracias chicos, me siento feliz de tenerlos.

Se dan un abrazo grupal, pero segundos después la castaña los empuja lejos.

— Suficiente amor.

Ahí con sus amigos, entre risas y abrazos a Checo le parecía que no tenía ningún problema, que estaba completo.

Pero al siguiente lunes cuando se topo a Max en los pasillos, le pareció que su vida llegaba a su fin. Recordó que tenía una guerra que ganar en el campo de batalla llamado universidad.

En cuanto lo vio, intento correr lejos, pero él odiaba correr y no tenía mucha condición tampoco.
Así que el rubio lo alcanzo luego, para su sorpresa este le metió el pie haciendo que cayera de rodillas.
Adolorido se puso nuevamente de pié y vio como el otro corría lejos.

— Idiota.

Cuando se junto a comer con sus amigos, les contó lo que había pasado. Que aún que se rieron, le dijeron seriamente que necesitaba vengarse.

— Oh, ya se, Max es alérgico al matcha, cómprale uno.

— Checo solo busca venganza, Lance, no matarlo.

— Bueno, a ti te dejaría el camino libre.

Las personas de las mesas alrededor los miraban como si fuesen psicópatas.
El de pecas veía divertido la plática de sus amigos.

De pronto el más joven volvió a hablar — En realidad Max odia cualquier tipo de te.

Lance les había dicho que lo sabía por qué antes de cada reunión del club, iba a comprar un te matcha para él. El rubio siempre le decía que eso era asqueroso y le encargaba un café americano, diciéndole que aprendiera buenos gustos. Engreído.

A Checo se le ocurrió un plan maravilloso.
Pero para su gran desgracia no había junta ese día, así que tendrían que esperar hasta el día siguiente.

Lance entró feliz, saludo a Max con su manito y el le contesto con un asentimiento. Dejo sus cosas en el lugar que le correspondía y se encamino a la salida esperando que hiciera el pedido de siempre, pero el rubio parecía no tener intenciones de hablar. Incluso camino más lento, pero nada. Lo observó desde la puerta, parecía estar escribiendo algo importante en su laptop, ni siquiera despegaba la mirada.
Suspiró y abrió la puerta rendido, ¿Será que se había enterado del plan de Sergio? ¿Pero, cómo?
La voz de Max interrumpió sus pensamientos.

— Puedes traerme un café americano por favor, y haste un favor y cómprate una para ti también.

— Sip, con gusto — respondió el más joven, con una  sonrisa malvada salió prácticamente corriendo.

En la cafetería ya estaban los otros dos con el pedido en sus manos. Un matcha para Lance, Un yerba mate para Max, simulando café.

— Justo como queríamos.

El niño volvió al aula y entrego el pedido, atento a la reacción que tendría el mayor.

El rubio tomo sin siquiera desconfiar, pero en cuanto lo probó, escupió todo.

— ¿Que es está mierda, Lance?

Unas sonoras carcajadas de escucharon afuera, volteo y ahí estaba con una enorme sonrisa burlona, Sergio. Su amiga castaña también estaba a su lado, pero salieron corriendo en cuanto vieron la mirada molesta que les dió el ojiazul.

Al menos sabía quién había sido, y que no era culpa del niño frente a él.

— ¿No se supone que debes estar de mi lado? Me conoces de más tiempo. — dijo el rubio ofendido.

— Noup — contestó Lance despreocupado.

— ¡Yo prácticamente te crié! Que traición.

— Cría cuervos y te sacarán los ojos. — respondió muy sonriente.





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