Capitulo Siete

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— ¿Mucho estrés, mi niño?

— Demasiado abu, a veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda.

— Normal. Pero si haces eso, te arrepentirás mi niño. Ya has aguantado un año, ya casi vas a mitad de otro. Imagínate, en poco más de dos años, volverás a casa graduado y orgulloso de ti mismo. Yo sé que puedes lograrlo.

Con sus ojitos llorosos asintió. Hablar con su abuelita era como un abrazo a su corazón. El creía en sí mismo, sabía que podía lograr cualquier cosa que se propusiera. Pero oírlo de alguien más, especialmente de ella, era aún mejor. Le daba convicción.

— Disfruta está etapa de tu vida mijo, no volverás a tener 19 años y ser igual de guapo otra vez.

— Vaya, gracias, abu.

— Lo que quiero decir, es que no te amargues la vida evitando cometer errores. Son parte esencial de la vida, son los que nos forjan y nos hacen ser como somos.

Asintió. A él le aterraba echar a perder todo lo que con mucho esfuerzo había conseguido. Evitaba situaciones que lo pusieran en desventajas. Odiaba equivocarse. Pero era verdad, era joven y equivocarse era parte de la vida.

— Hablando de errores. ¿Has sabido algo de Paola?

Su abuela se mantuvo en silencio un momento.

— Lo último que supe es que... Esta embarazada.

Checo la miro sin palabras, totalmente sorprendido.

— ¿Que mierda? ¿De él

La mujer solo asintió.

Era estúpido como una persona podía cometer tantos errores por amor. Le parecía increíble como una persona como su hermana pudiera caer tan bajo.

— Checo, no puedes culparla... Ella está enamorada.

— Eso no es jodido amor, ese tipo esta enfermo ¡la está manipulando!

— Sí, y por eso no puedes culparla, sabes cómo es cuando alguien te controla, te maneja a su antojo.

— Claro que lo sé, y por eso no quiero que mi hermana esté en esa situación.

— La hemos intentado ayudar, pero si ella no quiere salir de ahí, no podemos hacer más.

¿Cómo alguien tan inteligente llegaba a ese punto?
Le parecía tan absurdo.

— Bueno mi niño, te dejo descansar. Por favor, intenta dormir más.

— Sí, lo intentaré — dijo lanzando un beso a la cámara haciendo reír a su abuelita, aliviando un poco la tensión por la conversación anterior.

Si no le hubiera dicho que se durmiera probablemente se abría desvelado como otras noches. Pero obedeció.

Despertó nostálgico, sin ganas de nada, pero se obligó a levantarse.

La verdad es que conforme pasaba el tiempo, extrañaba más a su familia. Extrañaba molestar a sus hermanos, incluso que ellos lo molestaran a él.
Extrañaba las comidas de su mamá. Ir a jugar fútbol con su papá y sus amigos. Los domingos familiares, aún que la mitad de su familia le cayera mal. Extrañaba todo eso.

Por eso estaba todo el tiempo con sus amigos, hacían su dolor más llevadero.

— Niños, ¿quieren salir hoy? Lo necesito.

— ¡Sí! — Respondieron al unísono.

Parecía una eternidad de la última vez que salieron. Solo ellos tres, a una discoteca. Los demás fin de semana, se los pasaban en alguna de las tres casas, bebiendo cervezas de autoservicios.


— ¡Vamos a divertirnos! — Grito Lance sobre el ruido.

Ni siquiera sabía en donde estaba exactamente, solo sabía que era un lugar muy exclusivo y que Lance les había conseguido pases, claro.

Tragos iban y venían de parte de personas que estaban interesadas en alguno de los tres. Pero el que más interés causaba en la multitud era el pecoso que bailaba sobre una mesa en este momento.

La gente vitoreaba a su alrededor.
En ese momento el era el protagonista del mundo.
Desde arriba pudo visualizar a un rostro familiar entre la multitud, pero no iba a permitir que ese rubio le arruinará su noche. Así que sonrió en grande y le sacó el dedo medio.

Cuando bajo, un tipo se acercó a él, alto, moreno y con un increíble estilo. "Voy a divertirme".

— Hola, soy Lewis. ¿Cómo te llamas, dulzura?

— ¡Soy Sergio, pero puedes llamarme Checo!


Max había venido a divertirse.
Pero se le estaba haciendo imposible. Aquí estaba Kelly, ahora su ex, muy sonriente bailando con una chica. Cómo si no hubiesen terminado apenas hace unas horas.

Y también estaba Sergio, que interrumpía su paz. Se mantenía alerta por si decidía lanzar un ataque.
Pero parecía que no, se veía muy feliz bailando con aquel moreno que reconoció de algunas otras fiestas.

Estaba aburrido, había venido con sus supuestos amigos, pero los muy hijos de puta lo habían abandonado apenas pusieron un pie ahí.

Vio que en la barra estaba Lance al parecer solo, así que decidió acercarse a molestarlo un rato.

— ¿Que tomas? ¿Leche?

— Ujum, la de Checo.

Sus mejillas se tornaron rojas, incómodo se sentó a su lado, Lance se río descaradamente de él.

— ¿A qué vienes, Max?

— Pff ¿ya no puedo estar un rato con mi amigo?

— No somos amigos.

— Auch.

— Dime, que quieres.

— Estoy solo y aburrido, es todo.

— ¿Te acuerdas de mí solo cuando estás solo y aburrido?

Lo miro con remordimiento en los ojos. Era verdad que no se llevaban muy bien, pero que Lance fuera cortante con el se sentía como una patada en el estómago.

Lo observó con más atención, lucía ya ebrio.
Estaba desplomado en la barra, se veía desaliñado y parecía cansado. Y no soltaba la botella de vino.

Pidió dos vasos de agua, uno para él y otro para el más joven. Que se lo tomo sin decir nada.
Cuando se aburrió de ser ignorado, fue a uno de los balcones a tomar aire.

Su noche estaba siendo horrible, no tenía a nadie, y sentía que no encajaba ahí. Sabía que iba a ser así, pero una parte de el tenía esperanza de que fuera diferente, esperaba divertirse. O no sentirse solo al menos.

Decidió que ya había tenido suficiente por esa noche y se preparó para irse.

Pero antes de que pudiera salir, miro en dirección al baño y miro como un cuerpo era arrastrado por dos hombres hacia adentro. Y lo hubiera ignorado.

Lo hubiera ignorado si no hubiera reconocido esa silueta.

Era Lance.

Cuando dejemos de pelear Donde viven las historias. Descúbrelo ahora