Alastor conducía su auto con una sonrisa en el rostro, mientras el sol de la tarde iluminaba su camino. Junto a él, su compañero de cabellos dorados como el oro bruñido, reía con una alegría contagiosa, jugando con la brisa que acariciaba su mano extendida fuera de la ventana. La risa cristalina del rubio llenaba el aire, envolviendo a Alastor en una sensación de ternura y calma. El viento susurraba secretos al oído del auto, mientras la radio emitía una melodía suave y acogedora, como si el universo mismo estuviera conspirando para crear un momento de pura felicidad. La carretera se desplegaba ante ellos, un tapiz de posibilidades, mientras Alastor conducía hacia su destino, con el corazón lleno de luz y la compañía de su ser querido, en una tarde que parecía suspender el tiempo en un abrazo eterno.
El chico rubio se sumergió en la contemplación del atardecer, su mirada se perdió en el horizonte, donde el cielo se pintaba con tonos de naranja, rosa y púrpura, como si el sol se estuviera despidiendo con un beso de fuego. Sus ojos, brillantes como estrellas, reflejaban el asombro y la admiración por la belleza que se desplegaba ante él. La brisa agitaba su cabello dorado, como si también quisiera formar parte de ese momento mágico.
Mientras Alastor conducía, el rubio se dejaba llevar por la sinfonía de colores que se sucedían en el cielo, su rostro iluminado por la luz dorada del atardecer. Su sonrisa se había desvanecido, reemplazada por una expresión de serena maravilla, como si estuviera presenciando un milagro. El mundo parecía detenerse en ese instante, y todo lo que existía era el rubio, el atardecer y la carretera que se extendía hacia el infinito.
En ese momento, el tiempo parecía haberse detenido, y el universo se había reducido a la ventana del auto, donde el rubio se había convertido en parte del cuadro viviente del atardecer, un ser en armonía con la naturaleza, sumergido en la belleza y la magia del momento.
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Alastor detuvo el auto en el corazón del bosque, donde la luz de los pequeños focos creaba un sendero de estrellas en la tierra. El ambiente se llenó de un encanto mágico, como si la naturaleza misma hubiera preparado un escenario para un momento inolvidable. Alastor, con el corazón palpitante de emoción, salió del auto y rodeó el vehículo con una sonrisa nerviosa, como si estuviera a punto de revelar un secreto maravilloso.
Al abrir la puerta del copiloto, ofreció su mano al rubio, que emergió del auto con una expresión de asombro y deleite. El rubio aceptó la mano de Alastor, y juntos descendieron al sendero iluminado, como si estuvieran entrando en un reino encantado. El bosque, bañado en la suave luz de los focos, parecía cobrar vida, con sombras danzantes y susurros de hojas que parecían acogerlos con un abrazo mágico.
La mano de Alastor envolvió la del rubio con una ternura protectora, guiándolo a través del sendero, como si estuvieran siguiendo un camino de estrellas que los llevaría a un destino desconocido, pero lleno de promesas. El rubio, con la mirada brillante de emoción, se dejaba llevar por Alastor, sumergido en la belleza del bosque y en la magia del momento, que parecía haber sido creado solo para ellos.
Mientras caminaban por el sendero iluminado, el castaño sentía su corazón latir con una emoción contenida, como si estuviera guardando un secreto precioso. La mano del rubio, entrelazada con la suya, era como un rayo de sol que iluminaba su alma, llenándolo de una calma y una felicidad que nunca había experimentado antes.
Cada paso que daban juntos era como un susurro de promesas, un abrazo de destino que los unía más y más. Alastor sentía la suavidad de la piel del rubio, el calor de su mano, y se maravillaba de la forma en que sus dedos se entrelazaban con los suyos, como si fueran dos piezas de un rompecabezas que finalmente habían encontrado su lugar.
La nerviosidad de Alastor se manifestaba en pequeños gestos, en la forma en que apretaba ligeramente la mano del rubio, en la sonrisa que no podía contener, en la mirada que no se cansaba de admirar la belleza de su compañero. Era como si estuviera caminando sobre nubes, con los pies descalzos y el corazón desnudo, listo para recibir cualquier cosa que el destino le deparara.
El sendero iluminado se convirtió en un río de estrellas que los llevaba hacia un especial lugar..
Ambos llegaron a una pequeña palapa solo para ellos dos, un refugio de ensueño rodeado de flores exuberantes que trepaban por los barandales como si estuvieran ansiosas por ser parte de la magia del momento. La estructura de madera se erguía con elegancia, como una joya escondida en el corazón del bosque, y el mantel sedoso que cubría el suelo parecía un río de pétalos que reflejaba la luz de las pequeñas velas que rodeaban la canasta llena de frutas jugosas.
El rubio se detuvo en el umbral, su corazón latiendo con una emoción contenida, mientras Alastor tomaba su mano con una sonrisa que parecía iluminar el crepúsculo. La sorpresa y el asombro se reflejaban en los ojos del rubio, como si estuviera contemplando un cuadro vivo de belleza y amor.
Alastor lo guió hacia el interior de la palapa, donde el aire estaba impregnado con el aroma dulce de las frutas y el murmullo de las velas que parecían susurrar secretos. La canasta llena de frutas parecía un tesoro escondido, un regalo de la naturaleza para celebrar el momento en que dos corazones se encontraron.
Mientras se sentaban en el mantel sedoso, el rubio sintió que su corazón latía al unísono con el de Alastor, como si estuvieran conectados por un hilo invisible que solo ellos podían sentir. La palapa se convirtió en un refugio de amor, un lugar donde el tiempo se detenía y solo existía el presente, lleno de promesas y sueños compartidos.
Alastor se sumergió en la contemplación del rostro del rubio, como si estuviera admirando una obra de arte divina. Sus ojos se detuvieron en la curva de sus pómulos, en la suavidad de sus labios, en el brillo de sus ojos azules que parecían reflejar el cielo en un día despejado. El rubio, sintiendo la intensidad de la mirada de Alastor, se ruborizó ligeramente, como si estuviera siendo envuelto en un abrazo cálido y protector.
—¿Puedo contarte un secreto?—, preguntó Alastor con una voz baja y melodiosa, como si estuviera compartiendo un tesoro precioso. El rubio asintió con la cabeza, su atención capturada por la expectativa, sus ojos azules brillando con curiosidad.
Alastor sonrió, su rostro iluminado por una luz interior, como si estuviera revelando un fragmento de su alma. "Verte reír hace que alguien como yo se sienta mejor", dijo con una voz llena de emoción, como si estuviera confesando un sentimiento profundo y verdadero.
El rubio se quedó sin aliento, su corazón latiendo con una emoción compartida, como si estuviera sintiendo el mismo sentimiento que Alastor.
Poco a poco se acercaron, sus rostros inclinados hacia el otro, como si estuvieran atraídos por una fuerza irresistible. Sus respiraciones se entrelazaron, creando un ritmo suave y sensual que parecía sincronizar sus corazones. El aire se llenó de anticipación, como si el universo entero estuviera conteniendo la respiración, esperando el momento en que sus labios se unieran.
Pero justo cuando parecía que nada podría interrumpir ese momento mágico, una pequeña luciérnaga se posó sobre la nariz de Alastor, iluminando su rostro con un brillo suave y travieso. El rubio, sorprendido por la inesperada visita, soltó una risa tierna y contenida, cerrando sus párpados como si estuviera saboreando el momento.
Alastor, tratando de quitar el pequeño insecto, se movió ligeramente, pero la luciérnaga se aferró a su nariz, como si estuviera decidida a ser parte de ese momento romántico. El rubio abrió los ojos, y su mirada se encontró con la de Alastor, llena de diversión y amor.
El chico rubio se acercó al castaño y con su mano de porcelana tomo al pequeño insecto que gustoso se posó sobre su dedo índice.
Por un momento, se olvidaron del beso que estaban a punto de compartir, y se rindieron a la magia del momento, permitiendo que la pequeña luciérnaga fuera testigo de su amor. La palapa se convirtió en un escenario de comedia y romance, donde la naturaleza se entrometía en los asuntos del corazón, recordándoles que el amor puede ser imperfecto, pero siempre es hermoso.
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Que viva el amor imperfecto y sincero 🪄
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Amor Eterno· RADIOAPLE★
FanfictionAlastor harthurs un ser inmortal de Londres que trabajo días y noches haciendo su mejor escultura semejante a su amado fallecido ,pero todo sale de control cuando la escultura cobra vida... Podra ser todo igual a antes ..? © Fanfic radioaple © Per...