Desde que ella había vivido en Tokyo, nunca había tenido necesidad de salir de la ciudad, sin embargo, el distrito Shinjuku ya no llenaba sus expectativas. Realmente dudaba que existiese ese lugar donde cupieran sus cargas y problemas. Hace tiempo que se habría ido de una ciudad tan agitada para vivir quizás en una zona rural o costera. El ajetreo nunca fue de su agrado. Con regularidad pensaba que no había nacido para eso, pero sí para llevar a cabo sus metas, y estas estaban justamente en Tokyo.
Era eso lo que ella pensaba mientras veía el sucio piso del metro. No se detenía demasiado en pensar a qué se debía esas manchas oscuras y pegajosas. También marcas parecidas a arañazos en las paredes, así como los asientos rotos. Se hacía una idea bastante lógica, era por eso que los vagones del metro no eran ni la sombra de concurridos de lo que eran antes.
Solo se podía ver a oficinistas en trajes baratos, obreros de construcciones y estudiantes tomándolo una vez al día, todos los que pensaran que su trabajo fuera más importante que sus vidas. Al fin y al cabo, lo realmente peligroso aguardaba a la oscuridad de la noche y aun no eran pasadas las tres y media de la tarde.
Entre los estudiantes que iban en el vagón, un par de chicas uniformadas notaron el extraño comportamiento de la chica. Con su cabeza prácticamente metida entre sus piernas y su larga melena oscura cayendo sobre su rostro. Una de ellas susurró a la otra, fijándose en que además ésta llevaba entre sus manos un frasco de plástico, vacío, similar a esos donde comúnmente las farmacias entregan las pastillas con prescripción médica. Asimismo, su mirada se veía perdida y sus ojos estaban rojos e hinchados.
"...Golemannn Biotech, te da una mano. Porque devolverte tus sueños, es nuestra meta" se escuchaba el slogan de una empresa en las pantallas del metro.
"Ojala una prótesis pudiese devolverme los mios− pensó.
No se dio cuenta de en qué momento habían llegado a la estación hasta que los demás abandonaron uno a uno el vagón. Perezosamente esta se levantó cubriendo su cabeza con la capucha de su suéter. La estación, igual de sucia y apestosa, se veía aún más solitaria. Muchas de las lámparas de techo se habían dañado y las bombillas titilaban dando un aspecto escalofriante. Grandes grafitis pintarrajeados en las paredes con mensajes como "La O negativo es la nueva weed", "Cambio mi teléfono por una chupada" y cosas por el estilo.
En ese momento sintió como vibraba su teléfono en su bolsillo, apenas lo tomó pudo leer un mensaje de texto que decía:
"¿Qué diablos pretendes hacer? Vuelve a casa en seguida o llamaré a la policía" . Mensaje seguido por una fotografía donde podía verse un trozo de papel donde se leía en kanjis, "si quieres seguirme, estaré en Aokigahara". El remitente no se hallaba entre sus contactos, pues solo se podía ver un código numérico. Esta sonrió, aunque hubiese eliminado el contacto aun recordaba de memoria el número.
–Vete a la mierda, Kei. –susurró con rencor mientras subía las escaleras del metro, las que fueron en algún momento eléctricas, pero llevaban años apagadas. —No se para que mierda escribí eso...
Llegó a casa lo más rápido que le permitieron sus temblorosas piernas, pronto caería, pues sus ojos ya se estaban cerrando y sentía un intenso escalofrío dentro de la piel, así como su lengua dormida, pronto perdería el conocimiento, pensó. Aunque no se arrepentía de haber hecho lo que hizo, si se arrepentía de no haberlo hecho bien. Abrió la puerta de uno de los departamentos de aquel viejo edificio y encendió la luz a la par que dejaba sus zapatos en la entrada.
–Ya estoy aquí, Kei, no tienes que llamar a la policía...– exclamó justo antes de abrir los ojos desmesuradamente ante la escena frente a ella.
Tirado en el suelo, yacía el cuerpo de un hombre de unos treinta años con heridas de bala en el pecho, sentado sobre un charco de sangre, habiendo dejado un rastro de esta en la pared, donde también se podían observar las marcas de las balas.
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Bloodmask: La logia de los niños de la noche
VampireViena, en un reciente pasado, ya nada es lo que solía ser. El silencio de la incertidumbre azota las calles, así como criaturas que solamente rondaban en las peores pesadillas, hasta ahora. El centro de investigaciones Malkavein se verá en la obliga...