Si la belleza del edificio era evidente desde afuera, en el interior invitaba a la más asombrosa elegancia, tan lujoso como se imaginó que sería un teatro frecuentado por la realeza europea del siglo XIX, pisado por grandiosos artistas como Mozart. El olor a tabaco era fuerte, casi tanto como si Alexander estuviese cerca de ella. Incluso el humo era tan espeso que daba un aspecto extraño al salón principal, como de quien entra en otro mundo o en un bosque embrujado. Sería fácil perderse entre tantos pasillos con escaleras, todos alumbrados por antiguos candelabros y decorados con grandes estatuas de mármol en cada corredor. Mientras más miraba, más detalles encontraba en qué fijarse, como estar entrando en un palacio imperial, podía imaginarse a la emperatriz Sissi subir y bajar por cada escalera con sus largos y elegantes vestidos o al mismísimo archiduque llevando del brazo a su mujer.
Si bien la nobleza europea no era algo de lo que estuviese interesada o familiarizada, la imponente edificación lograba hacerla imaginar todos esos escenarios de siglos pasados. No comprendía como era que, tras dos guerras, hambruna y ahora esa nueva plaga, aquel palacete de opera siguiera viéndose tan bien conservado y hermoso.
Se podía ver a los invitados desde la parte superior, todos charlando en voz baja, algunos en pareja y otros en grupo, todos con trajes evidentemente costosos, eso sí, llevaban en sus manos grandes copas llenas de un líquido rojo, sangre por supuesto, era lo segundo que se olía en el aire aparte del tabaco, varios meseros caminaban de un lado a otro ofreciendo las copas a los invitados. Justo entonces uno de ellos le ofreció una copa, la cual sin pensarlo demasiado tomó entre sus dedos, si había algo de lo que no podía darse el lujo en ese lugar era de llamar la atención o exponerse. La miró con detención por unos segundos, se veía igual que aquella que Adam le había ofrecido en una taza, pero en este caso, esta olía distinto, más ácida tal vez.
La sensación era abrumadora, por una parte su cabeza parecía hervir, palpitaba en su frente como una vena ansiosa y hambrienta por probar el manjar que tenía en sus manos, sentía como la saliva se acumulaba en su boca, cómo su lengua reproducía el sabor del olor que emanaba la copa, como si ya lo hubiese probado, como si su cuerpo ya lo conociera, como si llevase días hambrienta y estuviese pegada de un mostrador observando en la vidriera un gustoso pastel exhibido, dando vueltas con un brillante glaseado, eso parecía, el brillante glaseado viscoso y empalagoso de un pastel, el pastel de carne humana que también ansiaba saborear y que atravesara su garganta de un solo trago quemándola en el camino.
-A negativo.-intervino una voz andrógina que no logró reconocer.
Lentamente volteó a ver de dónde provenía la voz, apenas buscándolo con la mirada sin resultar demasiado evidente para su interlocutor. Por un momento imaginó que se trataba de alguno de los hermanos, pero ellos no tenían nada que hacer ahí, además la voz le pareció un tanto menos masculina.
-Entiendo que aún no hayas dado un sorbo a esa copa, ni yo mismo soporto la sangre de donación.-volvió a comentar.
Esta vez se había hecho visible la figura de una criatura delgada, alta, no tanto como los hermanos gemelos, pero lo suficiente para hacerla subir su cara para ver su rostro, ver sus grandes y afilados ojos amarillos rodeados de un grueso delineado negro. Su rostro era delgado y fino, con una barbilla puntiaguda y labios delgados precedidos por una sonrisa cínica, casi idéntica a la del gemelo mayor.
Su cabello era de un rubio, con mechones que caían descuidadamente sobre su cara, el resto lo llevaba recogido en una cola de caballo baja. Sobre su cuello llevaba una gruesa cadena de oro que sobresalía de su pecho. Caminaba contoneándose con soberbia, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, tan lentamente que le dio tiempo de fijarse además de la camisa de seda con detalles asiáticos y las mangas recogidas hasta los codos y unos pantalones blancos con pinzas. Si ya el edificio le parecía bastante antiguo, aquella criatura parecía salida de un álbum de fotos de los años setenta. Sin embargo, había algo que desde un principio había logrado percatarse y era en lo penetrante de su mirada, si bien sus pensamientos estaban a salvo, parecía que en cualquier momento este los leería, habría deseado ser ella quien leyera las intenciones de ese vampiro tan extraño. Una vez parado frente a ella solo extendió su mano para remover la copa de la suya, olfateándola con un poco de asco y dejarla sobre el barandal de la escalera.
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Bloodmask: La logia de los niños de la noche
VampireViena, en un reciente pasado, ya nada es lo que solía ser. El silencio de la incertidumbre azota las calles, así como criaturas que solamente rondaban en las peores pesadillas, hasta ahora. El centro de investigaciones Malkavein se verá en la obliga...