Abuse

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Sanemi se sentaba en la oscuridad de su habitación, perturbado de aquel recuerdo que siempre lo atormentaba en sus sueños, su mente un torbellino de ira, culpa y dolor. Las imágenes de su madre siendo brutalmente maltratada por su padre, Kyogo, seguían grabadas en su memoria como cicatrices imborrables. Cada grito de su madre, cada golpe de su padre, resonaban en su mente, avivando una furia que nunca parecía apagarse.

El amanecer trajo consigo una nueva ola de desesperación. Sanemi se levantó de su cama, sus pasos resonando en el silencio de la casa. Sus pensamientos estaban dominados por el desprecio que sentía hacia su hermano menor, Genya. Veía en el menor una debilidad que no podía soportar, una debilidad que le recordaba a sí mismo cuando era niño, incapaz de proteger a su madre.

Al instante sintió otra presencia en su finca, sabía lo que había pasado alguien se había colado, corriendo fue a la habitación que estaba su hermano y se percató una voz familiar que era de Tanjiro y estaba con Genya, intentando consolarlo. Unos murmullos suaves se filtraban por la puerta entreabierta de la habitación, y Sanemi apretó los dientes al escuchar la preocupación en la voz del pelirojo.

Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, Tanjiro forzó la puerta y se deslizó fuera de la habitación con Genya. La ira de Sanemi se encendió como una llama voraz. ¿Quién se creía ese estupido mocoso para intervenir en sus asuntos familiares? Avanzó rápidamente y se encontró con ellos dos en la entrada de la habitación.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo aquí, Kamado? —gruñó Sanemi, su mirada fulminante y llena de ira.

Tanjiro se levantó de un salto, interponiéndose entre Sanemi y Genya.

—Esto tiene que parar,Señor Shinazugawa. No puedes seguir haciéndole esto a Genya. Si quieres pelear, pelea conmigo —dijo Tanjiro, sus ojos ardiendo con una determinación feroz.

Sanemi se detuvo, sus labios curvándose en una sonrisa siniestra. En ese momento, su mente se llenó de las imágenes de su infancia, de su padre golpeando a su madre y la impotencia que había sentido. Todo ese dolor y odio acumulado lo impulsaron a actuar con una crueldad que casi parecía heredada.

—Muy bien, Kamado. Si tanto deseas ser el héroe, te enseñaré una lección también —dijo Sanemi, sacando su katana.

El enfrentamiento fue rápido y brutal. Sanemi atacó con la furia de un vendaval, pero Tanjiro, a pesar de estar cansado y herido, luchó con una tenacidad inquebrantable. Los choques de las katanas resonaban en la pequeña habitación, un testimonio de la feroz voluntad de ambos guerreros.

Finalmente, Sanemi logró desarmar al menor, su katana apuntando al cuello del pelirrojo.

—¿Crees que puedes venir aquí y cambiar las cosas,Kamado? No entiendes nada —dijo Sanemi, su voz fría y despectiva.

Con un movimiento rápido, Sanemi golpeó a Tanjiro en la cabeza con la empuñadura de su katana, dejándolo inconsciente. Los cazadores, que habían estado observando, se acercaron y se llevaron a Tanjiro, dejándolo en lo más profundo del bosque.

Sanemi se volvió hacia Genya, su mirada llena de desprecio e indignaciòn.

—Y tú, Genya, no aprendes. Siempre necesitas que alguien te salve. Pues bien, ahora aprenderás la lección definitiva —dijo Sanemi, acercándose a su hermano con pasos lentos y deliberados.

Sanemi levantó a Genya del suelo y lo arrastró fuera de la habitación, sus gritos ahogados resonaban por los pasillos. Lo llevó a un cuarto apartado de todo que había preparado previamente, un lugar oscuro y húmedo lleno de instrumentos de dolor.

—Aquí, Genya, es donde entenderás lo que estoy haciendo por ti —dijo Sanemi, su voz resonando en la habitación.

Asimismo el peliblanco atò todas las extremidades de Genya incapacitando de cualquier movimiento. Aquí es donde comienza todo.

El pelinegro sabía lo que ocurriría todo su cuerpo estaba realmente rìgido, su miedo era incomparable le hacía cuestionar a qué límites podría llegar su hermano.

Con un abrupto cambio de humor Sanemi se acercó a Genya, quien estaba atado al suelo, y le miró a los ojos. -Te amo, Genya. Te quiero más que a nadie en este mundo. Por eso, te hago esta ofrenda.- Con una voz realmente desalmada

Genya miró a Sanemi con horror y temor. Sabía que esta era la peor situación en la que podía estar. Sanemi le quitaría su virginidad, y eso significaba que todo su cuerpo estaba a la mercancía de su hermano, aunque fue dama de compañía nunca llegó al límite de tener relaciones con sus clientes, solamente algunos orales tanto con mujeres y hombres siendo algo repugnante para él.

Sanemi con una gran fuerza en su brazo le arrancó sus ropas al pelinegro intentando resistirse, pero sus manos estaban atadas, y su miedo lo paralizó. Sanemi le forzó a abrir las piernas sosteniendolas con sus dos manos, con una mirada maníaca. El peliblanco al ver a su hermano llorar indignado por tal escena le lanzó una cachetada tan fuerte que resonó en toda la habitación.- Eres una perra, no se porque carajos andas chillando de esa manera si ya te follo todo el puto país, zorrita-

Sin dudarlo el mayor le hizo sentir la humedad de su miembro, y Genya sintió asco y miedo. Sin prepararlo lo introdujo bruscamente dentro del menor sin ningún arrepentimiento, ocasionando que Genya gritara y gimiera de dolor y que brote un hilo de sangre de su interior, sin importarle nada Sanemi continuo dandole embestidas y mordidas por todo el cuerpo las cuales no saldrían por varios días, dándole un significado que el menor es solo suyo. Le fascinaba aquel panorama que enfermamente le encantaba y le excitaba, el sonido del choque de ambos cuerpos y de los gritos de su hermanito lo deleitaba de una manera tan enfermiza y apasionante, recreando la lección que le enseñó su padre, que él debía ser el dominante y que así debía cuidar a sus seres queridos.

El menor sentía que no valía nada, permitiendo que todo el dolor que estaba viviendo ahora mismo le hiciera recaer en una prisión que no podía escapar, permitiendo todo lo que Sanemi le estaba haciendo, contemplando que solo era una marioneta entre las manos de su Aniki.

Sanemi se acercó a la cara de Genya, mirándolo con una mirada obsesiva. Su corazón latía más rápido, y su mente se llenó de ideas crueles y perversas.

-Genya, mi amor. Tú estás aquí porque te quiero más que a nadie en este mundo. Y eso es lo que importa más. ¡Espera que me explique!-, gritó Sanemi, agarrando la cabeza de Genya y forzándole a mirarlo en los ojos.

Genya se resistió, pero Sanemi era más fuerte que él. Sus manos eran más fuertes que el metal, y sus intenciones eran más oscuras que la oscuridad misma.

"Te quiero más que a ti mismo, Genya. Y eso es lo que importa más. Te quiero más que a nuestra madre. Y eso es lo que importa más. Te quiero más que nuestro estupido padre. Y eso es lo que importa más. Te quiero más que todos nuestros hermanos. Y eso es lo que importa más. Te quiero más que a ti mismo. Y eso es lo que importa más. -, repitió Sanemi, haciendo girar la cabeza de Genya hacia la derecha y luego hacia la izquierda.

De una manera salvaje el mayor mientras aumentaba la velocidad de sus embestidas le infligía golpes al pelinegro, también por un ataque psicótico con ambas manos le agarró del cuello al menor intentando ahorcarlo obligando a que repitiera su nombre.

-¡Vamos Genya, si quieres que pare hermanito repite mi puto nombre suplicando piedad!- Riendo despiadadamente mencionando su oscura petición.

Pero el menor no respondió, estando inconsciente.

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hola amiguitos o amiguitas, perdonen la demora no tuve imaginación, y no se si esta parte lo he hecho bien es mi primera vez escribiendo este tipo de cosas.

NO CREAN QUE SOY ENFERMA. Pero recalcando sorry si actualizo muy lento.

espero que lo disfruten(? aunque creo que no pq esto en sí es turbio wtf

Killing me SoftlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora