18. Cada paso

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Mi pecho aprieta con tal fuerza que me causa hasta seco en el estómago. Miro a Wendy aparecer nuevamente con la niña en brazos, mientras algunos hombres en cubierto intentan aclarar la situación a los civiles para que no mal piensen, y otro recogen los cuerpos y esposan al que desmayé.

«Mi padre...» pienso con los ojos como platos ante el terror que siento de que haya muer... Ni siquiera quiero pensarlo.

—No podemos regresar a su antigua mansión —indica Wendy cuando llega frente a mi sin destaparle los ojos a la niña—. Puede que sepan que también te ocultabas allí.

Tomo una bocanada de aire en un intento de reprimir el dolor.

«Debo ser fuerte. Debo ser fuerte. Debo ser fuerte...» me repito.

—¿Cómo lo supieron? —cuestiono sintiendo irá en lugar de dolor para evitarlo—. ¿Cómo? Explícame —exijo saber tratando de moderar mi voz por la niña presente.

—No lo sabemos aún. Lo averiguaremos.

Cierro los ojos y echo mi cabeza hacia atrás controlándome con tanta fuerza para no soltar un grito y perder la compostura.

—¿Qué fue lo que pasó exactamente? Tu jefe dijo que son miembros de la Élite. ¡Se supone que deben estar preparados para cualquier cosa! ¡Habían noventa hombres en la mansión!¿Cómo...

—Calmese, que así no logrará nada. Lamentamos lo sucedido. Y no somos adivinos, jamás nos imaginamos que un francotirador aparecería por la zona —me explica y abro los ojos como platos al escucharla.

—¿Francotirador? —Mi rostro se desfigura de la rabia, el dolor, la impotencia y burla que me auto proporciono.

«¡Estúpida! ¡Eso es lo que soy al pensar que trayendo a mi padre conmigo lo protegería mejor que nadie!» me reprendo.

Un fuego arrasador me quema por dentro como lava hirviente. Siento mi pecho estrujarse con mucha más fuerza, el nudo en mi garganta me causa dolor y me escuecen los ojos al contener mis lágrimas con tanto empeño.

—No pudieron hacer nada. Ya conoces cómo es su labor en un campo de batalla —inquiere Wendy.

Me aparto de ella quitándome las gafas de ojos de gato y las bato contra el suelo. Le doy la espalda con el corazón apretándome de dolor con tanto ímpetu que creo que me va a dar un infarto.

—Ni siquiera lo digas. Ya sé lo que sucedió. —Levanto mi palma para evitar que suelte cualquier palabra.

«Murió»

Siento falta de aire y me tomo del cabello con frustración. Trago grueso sintiendo una lágrima salir de mis ojos.

«Debo ser fuerte» me insisto.

Me seco esa gota necia que rueda por mi mejilla. Regreso mi vista hacia Wendy quien evita verme con lástima, sé que odia que le hagan eso a ella por eso no lo hace conmigo y, la entiendo.

—Buscaremos un lugar en donde quedarnos. Mis hombres justo ahora están haciendo una caza furtiva por los alrededores hasta diez kilómetros de distancia. Espero que logren encontrar al francotirador.

Un auto rojo se detiene frente a la acera. Wendy se acerca cuando la madre de la niña baja de este y, suelta un grito ahogado al ver el suelo manchado de sangre y a mi también. La de cabello azul, Wendy, le entrega la chica mientras le susurra algo al oído.

La madre abre los ojos como platos y abraza con fuerza a su hija, agradeciendonos.

Froto mi rostro y avanzo por la acera ignorando a la mujer que comienza a subir a su coche. Wendy me sigue y cruzo la calle hasta subirme al coche negro en el que vinimos.

La camioneta que portamos nosotros para llevarnos los cuerpos y al hombre que sigue vivo, pasa al frente y luego seguimos nosotras. Yo voy detrás, mientras Wendy está al volante.

En todo el camino hacia algún lugar que indicó Wendy, mi estancia en la parte de atrás del coche es un infierno, quiero desaparecer y arrancarme el corazón para no sentir tanto dolor.

El rostro de mi padre aparece frente a mi sonriente como siempre lo estaba. Sus palabras alentadoras, su cariño, sus bromas y los intentos de lucirse cuando me encontraba en los entrenamientos.

La cabeza me aprieta por tanto retener las lágrimas. Apoyo mis codos en mis rodillas y hundo mi rostro en mis manos.

«He perdido a la persona que más me importaba en todo el mundo» pienso.

El nudo en mi garganta me causa tanto dolor que me pongo a tragar saliva varias veces para aliviarlo.

«No puedo llorar» me reprendo cuando casi siento que se le humeden los ojos.

—Yo también he perdido a gente que me importa. No estás sola en esto, Luana —escucho la voz de Wendy desde la parte del frente—. Puedes llorar, soltarlo todo, no está mal demostrar que te duele, eso solo te causará más daño a tí —me avisa y levanto la cabeza para detallarla.

—Me enseñaron que ser débil solo causará que busquen más formas de lastimarme. No quiero ser un blanco fácil...

—Solo estoy yo. No le diré a nadie y lo sabes —afirma—. He sufrido tanto o igual que tú. Sé cómo te sientes justo ahora, y en verdad quisiera que no hubieras tenido que pasar por esto. —Sus ojos azul grisáceos se conectan con los míos por el retrovisor—. Pero es lo que conlleva enfrentarse a una mafia.

Me echo hacia atrás en el asiento resoplando.

—El dolor empeorará si no lo sacas ahora, pero es tú decisión tomar mi consejo o no —pronuncia por último.

Cierro los ojos intentando no pensar en el dolor, pero me es inevitable y me froto el rostro con frustración, mientras decido hacerle caso a Wendy, permitiendo dejar salir el dolor. Expreso el sufrimiento dejando salir las lágrimas sin barreras. Opto por bajar la cabeza y ocultar mi rostro en mis manos.

Mi mente me castiga recordándome cada momento vivido con él, cada historia, cada risa, cada abrazo, cada muestra de cariño, cada momento divertido, cada jodido instante llueve en cascadas de dolor y lágrimas.

«Esto no se va a quedar así. Me las van a pagar y con crecez» afirmo llena de rabia.

Seco mis lágrimas con el ceño fruncido y esnifo mi nariz sintiendo como la ira me controla los sentimientos.

«Conmigo nadie juega, porque lo hicieron varias veces en el pasado y, no permitiré que vuelva a suceder»

Wendy detiene el coche por fin y salgo de inmediato azotando la puerta, pensando en cada paso que tomaré para destruirlos cuanto antes.

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Ella es Guerra © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora