6. Niño enamorado

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Mis párpados pesan por el cansancio que me abarca. Es de media noche y he tenido que ver como Caio y Oto se molían a golpes en la sala. Estoy exhausta de esta vida que solo me hace ser más recelosa y fría.

No soporto presenciar esas peleas entre ellos, aunque estoy muy segura de que Oto se merece cada golpe que Caio le propine. Cada vez es lo mismo, Oto abusa de mi y Caio le parte la cara apenas los ve fuera de su habitación.

Sinceramente, me satisface ver cada moretón y cada raja en la cara de Oto. No puedo negar algo que es cierto. Me alegro de cada paliza y jamás me voy a arrepentir de eso.

Con el cansancio a tope, decido regresar junto a Isadora a la cabaña de nosotras. Allí ella pronto me rodea con sus brazos y comienza a sollozar de culpa por no haber podido ayudarme. Varias veces le he explicado que no es culpa suya no estar cerca, o escuchar mis gritos.

Yo tampoco puedo evitar llorar, ya que la impotencia me carcome por dentro cada segundo que pasa.

...

—Necesito tu ayuda aquí, Luana —me pide Efigênia preparando un estofado.

Levanto mi vista del suelo y me acerco a ella para acceder a lo que me pida.

—Échale dos tazas de agua y ponlo a cocinar por cinco minutos —me indica.

Asiento estando conciente de que ella ya hizo la mayor parte del trabajo.

—Vuelvo enseguida, querida.

Cumplo mi tarea y pienso en lo que puedo hacer hoy en la casa. Renata, debe limpiar junto a Paloma. Isadora debe limpiar el patio con José María. Efigênia debe estar todo el día dedicándose a la cocina.

En la mañana ya hice lo que me tocaba, pero ahora esperaré a que regrese Efigênia, para que me dé una tarea que hacer.

No quiero que me pongan a hacer cosas que requieran mucho esfuerzo si me ven sin hacer nada.

En la cocina entra una figura que la verdad, no deseo ver. Hace cinco días había querido hablar conmigo, pero yo no salí de la cabaña a recibirlo. No quiero enredarme más en problemas, por eso a partir de ahora no iré a la habitación de Oto, Renata irá en mi lugar.

Unos ojos ámbar pensativos se posan en el horno por un segundo, luego viajan hacia mi con lentitud.

—Luana —masculla como si estuviera presintiendo algún problema.

—¿Si? —Espero que me pida algo, pero en cambio da dos zancadas hacia mi hasta colocarse en frente.

—¿Cuándo dejarás de huir de mi?

Llevo mis ojos a su pecho nerviosa.

—Mi único objetivo es ayudarte —musita esta vez inclinando su rostro hacia mi.

Ella es Guerra © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora