Ella es Guerra © [✓]

29. Un traidor

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Caio no duda en devolverme el abrazo y Wendy intenta apoyarlo dándole un apretón en el hombro antes de acercarse al cuerpo de Miguel. Ya es evidente que debemos evacuar esta casa. Existe la posibilidad de que cuando Miguel supo nuestra localización, se lo haya informado a su padre o, haya dejado las coordenadas en alguna parte para que nos encuentren si él moría.

Siempre fue el más inteligente de todos, el que quería sobre salir, ser el mejor para tener la aprobación completa de Vanderlei, y lo logró. Solo que para Caio, eso significaba ser un cero a la izquierda frente a su padre.

Con todo el amor del mundo, hago lo que está en mis manos, para apoyar a Caio. Es así como él se aparta un poco de mi, y toma una bocanada de aire para irse a la cocina otra vez. Cuando intento seguirlo una mujer, la misma pelinegra con la que tuve un mal entendido, se me acerca para avisarme sobre la situación:

—Vino con algunos hombres, pero no aguantaron demasiado. No sabemos cómo logró evadir las cámaras de seguridad para llegar hasta la puerta.

Frunzo el ceño recelosa y veo a Wendy, la cual tiene la misma cara de desconfianza. Está claro que hay un traidor entre nosotros, ya que es imposible que logrará cruzar el patio hasta acá con la cantidad de cámaras que hay. De pronto se escucha un disparo afuera y el pelo blanco de WKM aparece por la puerta.

—Un tipo estaba corriendo con una laptop en la mano, ya lo inmovilizamos —avisa y aprieto la mandíbula—. Ahora lo traeremos hacia acá para usted.

Asiento viéndolo salir de la casa nuevamente.

—¿Ese debe ser el traidor? Ya lo sabremos cuando Oliver revise la laptop —informa Wendy—. Búscalo —le ordena la mujer de antes, la cual asiente y se larga.

—¿Quién fue? —mascullo pensativa.

—Ya veremos.

Lamo mis labios nerviosa y me encamino a la cocina para buscar a Caio, él se encuentra sentado en una de las sillas del desayunar. Levanta la mirada al sentir mi presencia.

—Alguien ayudó a Miguel a llegar hasta la puerto —suelto y cierra los ojos cabreando recopilando paciencia.

—Lo que nos faltaba —gruñe con la mandíbula apretada.

—Creemos haberlo atrapado —aviso, justo cuando escucho a Wendy llamarme—. Vamos —le pido y se levanta.

Al llegar a la sala uno de los nuestros empuja al aparente traidor con fuerza, el cual cae de cara al suelo por perder el equilibrio ante la herida en su rodilla. Me acerco para quitarle el pasamontañas y levanto su rostro abriendo los ojos como platos.

—¡Hijo de puta! —grita Caio estampandole una patada en el rostro.

Vicente escupe sangre y cae de lado con las manos atadas a sus espaldas.