Ella es Guerra © [✓]

27. Relación amistosa

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Al día siguiente todo es un alboroto en la casa de los Andrade porque Teo no aparece. Caio ha sido llamado en varias ocasiones para preguntarle si lo ha visto, por lo que obviamente responde que no. Todos ya se huelen lo sucedido.

Justo ahora me estoy encaminando al sótano de la casa, en donde tengo al francotirador que asesinó a mi padre desde el día que llegamos aquí. Tiene prohibido comer y bebe un único vaso de agua al día.

Al cruzar la puerta lo veo a los ojos con rabia y como sé perfectamente que no hablará, empuño la franco apuntándole justo en el pecho.

—Por favor no me mates —suplica.

—Púdrete, maldito —espeto soltando el primer disparo en su abdomen, dejándole un agujero de lado a lado—. Esto es por mi padre —digo mientras recargo el arma y suelto la siguiente bala en su pecho—, y esto por ser tan idiota de meterte conmigo —gruño con el arma recargada otra vez, soltando el último tiro que le explota la cabeza tal y como se lo hizo a mi padre.

Bajo el arma peinando mi cabello. Le echo un último vistazo al cuerpo pegado a la pared por las cadenas en sus pies y manos. Subo las escaleras como si nada hubiera pasado.

El siguiente en mi lista es Oto, y es algo definitivo. De su familia, es uno de los que más merecen la muerte. Mi venganza hacia él será peor que la de Teo.

«Sé que no está bien... pero me hizo muchas cosas. Por eso sus acciones serán pagadas cruelmente» acepto en mis pensamientos.

Mientras tanto, estoy trabajando en un nuevo plan para capturarlo, lo cual será complicado porque es bastante escurridizo. Llego al despacho en dónde estructuramos estrategias para las misiones.

Minutos después Wendy está junto a mi empleando sus dotes militares para ayudarme. Tengo entendido que por cada momento que pasa, más difícil será cumplir mi venganza.

«Pero lo voy a lograr»

Observo a Wendy fruncir levemente el ceño mientras hace una llamada. Me da la espalda justo cuando dice:

—Hola, amor.

Inmediatamente unos brazos caluroso me rodean de la cintura, y luego percibo su aliento en mi cuello, seguido de un pequeño beso que me pone la piel de gallina. Sonrío conociendo perfectamente de quién se trata.

—¿No puedes dejar eso un momento? —me pregunta en un susurro al oído.

Muerdo mi labio inferior por el cosquilleo en mi estómago, que sube a mi pecho y al instante llega a mis mejillas en forma de rubor.

—Es solo media hora —avisa mordiendo el lóbulo de mi oreja.

Me volteo de inmediato conociendo a dónde quiere llegar.