Capitulo 23

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Llegó el día esperado, todos en el palacio se movían atareados para lograr completar aquella decoración para la violeta del imperio. Grandes cargamentos de flores adornaban el gran salón del baile, con todos los cuidados requeridos. Los sirvientes lustrando cada utensilio, copa y plato, toda acción supervisada por Allinson y Sovieshu como anfitriones de la fiesta, procurando que ningún detalle escape de la mirada perfeccionista de ambos. Y aquella mujer de la cual conmemorarían su vida ese día se encontraba mirando por la ventana con los ojos perdidos en un futuro tambaleante. Isabel, su madre del ducado, la peinaba con suavidad aquellos largos cabellos negros que pronto tomaban la forma de hermosas ondas, aquel ambiente matutino, era adornado por leves cantos de unos canarios, el primer regalo del día. Rain, aquel caballero se encontraba acomodando el alimento de los canarios, para con cuidado acomodar aquel contenedor dentro de la jaula.

- "creí que la realeza solo aceptaba joyería"-cuestionó el soldado mientras miraba a los tres canarios triar, suave canto que daba a explicación su existencia, aquel hombre lo había adquirido para entregarlo como un presente para Maud, como una representación de los tres sirvientes fieles a su lado. Un canario con las plumas color verde, se encontraba caminando alrededor de la jaula, esa actitud para Rain, era parecido a Allison, luego divisó a otro canario que sacaba con tranquilidad los granos de su contenedor de comida, para comerlos tomando su tiempo, de plumaje celeste, ese era Isabel y, por último, un energético canario color rojo que revoloteaba en toda la jaula.

Isabel dio una leve risa al mirar como el soldado se quedaba jugando con los canarios, notaba como trataba de ocultar los nervios que le propiciaba recordar el plan de esta tarde.

-"Gracias"-esa suave voz rompió el silencio, la responsable era Maud, que cerraba calmadamente sus ojos para suspirar, mientras esperaba que Isabel terminara de arreglar su cabello- "Gracias por el regalo Rain, los cuidaré como una joya."

Una linda nube morada, eso se podía simplificar la visión para describir a Maud. La joven princesa, estaba sujetándose de los brazos de Rain, para tener soporte, mientras Isabel cerraba el corsé, en cada tiro de las cuerdas y a la falta de aire, Maud pudo sentir que su mente dolía más que su cuerpo. Respirando profundo, se miró al espejo, mirando aquel jovial aspecto, una flor fresca de la nueva primavera, adornada de plata y hermoso tul, Maud sentía que era un espejismo, tocando el cristal reflejante, se sentía tan extraña y a la vez tan cercana.

-"Así verdaderamente tiene que verse la princesa" -dijo ella, para darse media vuelta, mirando a su guardia y a su madre del ducado, la cual sostenía su tiara- "Hoy es la noche... hoy dejo de ser duquesa, a reclamar mi derecho de sucesión... que las estrellas brillen, que la luna dejó de estar oculta"-

Con esa frase, Isabel le colocó la tiara depositando un beso en su frente, gesto maternal, reflejando el gran afecto que le tenía a la joven y la complicidad que tiene con la princesa. Rain, alistó sus armas, para empezar con la escolta, aquel uniforme militar color azul, reflejaban sus rasgos.

Abriendo la puerta, pudieron encontrar a Navier con una caja de regalo, la mirada de la emperatriz soltó un destello al ver a Maud arreglada, con una sonrisa, le entregó la caja a Isabel para abrazar a su cuñada. Aquel abrazo, expresaba la reconfortante sensación de sentirse acompañada en tan duro camino, bajo perspectivas compartidas.

-"si tienes miedo, puedes simplemente no salir" – susurró Navier, aunque le parecía irónico que ella le recomendaba a la joven que rompiera las reglas, cuando ambas crecieron para introducirse el reglamento por la sangre que corre por sus venas- "Maud... disfruta de tu nueva vida"-

-"Gracias hermana.... Pero el tiempo no se detiene, aún si es una princesa la que lo implora" -dijo la joven para separarse lentamente de Navier y mirarla a los ojos haciendo una reverencia- "mi lealtad, ha sido reafirmada, ante el imperio y ante usted, que mi nueva vida, también signifique un nuevo cambio para el reino... ¿puede darme su bendición, mi emperatriz?"-

-"si... Por el cielo, Por el pueblo, otorgando su voluntad ante mi... que esta nueva vida sea fructífera y libre de arrepentimientos... que el amor que sientas, se multiplique a diario y cada segundo, vivas con la frente en alto, a pesar de los obstáculos... Princesa Maud, es su nueva era"-

Con la bendición de la emperatriz, Maud, empezó a caminar junto a su escolta, Isabel a su derecha y Rain a su izquierda, dejando a la emperatriz mirando desde su sitio, como aquella dulce niña que se fue del palacio para ser libre, regresaba como un ave de caza, lista para asentarse nuevamente en su hogar.

Cada paso resonante del tacón en los pasillos, era como un compás, los sirvientes que presenciaban el desplazamiento de Maud, se inclinaban bajo el respeto de la sucesora del trono, miradas alegres y neutrales, se reflejaban ante su presencia, pensamiento de gente no relevante. Llegando al salón, miró de reojo a su hermano bromeando con su dama Allinson.

-"Ellos... parecen cercanos" -describió Maud, al ver la postura informal de su hermano, mientras supervisaba la decoración. Maud conocía a Allinson, la había investigado, si hubiera deseado aspirar más alto en la sociedad, había mejores formas que estancándose como segunda dama de una duquesa- "mejor no los interrumpamos."

-"escuché de los soldados, que Lady Allinson, ha cautivado al emperador... sin embargo, los soldados solo dicen rumores cuando no tienen nada bueno que hacer" -informó Rain, mientras caminaban a la entrada posterior del palacio, mostrando una hermosa carroza, sin techo, decorada de listones dorados y flores moradas.

"una digna carroza, para mi futura esposa y princesa de nuestro imperio" -aquellas palabras fueron la presentación de aquella cabellera rubia, que miraba de reojo a la princesa, aquella postura digna de un militar, era la carta de defensa de Kosair, hombre de gran altura que llevaba portando un traje color rojo vino, junto con adornos de plata, elemento que representa a su futura esposa- "estaba pensando, Pequeña violeta, Si quieres disponer del trono... ¿eso me hace a mi Kosair de Vikt?" -mencionó con un toqué coqueto en su voz, dando como respuesta un suspiro sarcástico de parte de Maud, la joven tomó el brazo de Kosair para empezar a caminar a la carroza, los zapatos resonando por la vereda que los guiaba aquella carroza de oro, decorada de rosas y violetas, gran ostentosidad digno de una princesa, la joven con la ayuda de Kosair y sus compañeros, lograron acomodarla junto con el vestido.

En el itinerario regía que en aquella carroza estaría Kosair y Maud solos, junto con el chofer y una escolta como seguridad. Teniendo todo ordenado, se cerró las cortinas de la carroza y emprendió la marcha de aquel lugar, la escolta rodeaba aquel carruaje para abrir camino en esa aura de misterio por el desconocimiento.

Y dentro de aquel castillo quedaron Isabel junto con Rain, que al ver el carruaje fuera de la vista caminaron al interior del castillo para ayudar con los preparativos, evitaban comentar las reacciones de Maud, era un día algo tenso para todos ellos y antes que pudieran tomar algún respiro, un personaje conocido les interrumpió el camino.

-"Alguno de ustedes me pueden explicar ¿porque la señorita Maud acaba de subir a la carroza junto al Duque Kosair?" – la voz sería y la mirada de mando se hizo presente en Kauftman, mirando a Isabel y a Rain en busca de una respuesta. 

𝓛𝓪 𝓗𝓮𝓻𝓶𝓪𝓷𝓪 𝓭𝓮𝓵 𝓔𝓶𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸𝓻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora