~ Confesión ~

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Un rato después, salimos de la tienda de cómics, notando cómo el anochecer se acercaba rápidamente. Cristian, preocupado por la hora creyó era tiempo de terminar la cita.

—Creo que se está haciendo un poco tarde. Será mejor que te lleve a casa, si te parece bien.

—Mmm, creo que tengo una mejor idea…

Subimos al techo de un edificio cercano. Quería ver la puesta del sol, y este edificio tenía una vista genial, había estado aquí muchas veces con mis amigos antes. Y no quería desperdiciar esta oportunidad con Cristian.

—¡Gran vista, ¿verdad!?

—¡Sí…! ¡Es… increíble! —dijo con una voz de pánico, intentando verse cool.

Noté su tensión mientras subíamos las escaleras, y aunque él trataba de mantener la compostura, sus manos se aferraban a la barandilla con firmeza. Con ternura, lo animé:

—Tranquilo, solo es un poco de altura. Estoy aquí contigo.

La vista era impresionante, con la ciudad extendiéndose debajo de nosotros mientras el sol comenzaba a descender en el horizonte.
Me senté al borde del edificio, con las piernas colgando hacia el vacío. Cristian, un poco más confiado, se sentó a mi lado izquierdo. Ambos miramos en silencio cómo el sol descendía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y suaves.

—Es hermoso —dijo Cristian, mirando la vista con admiración.

—Sí, lo es. —Sonreí—. Solía venir mucho aquí con mis amigos para ver el atardecer. Es uno de mis lugares favoritos.

Cristian asintió, y aunque seguía algo nervioso, su expresión se suavizó a medida que se sumergía en la belleza del momento. Sentados en el borde del techo, disfrutamos del silencio y de la compañía mutua, mientras el sol descendía lentamente, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados.

Me sentí contenta de compartir este momento con Cristian, y él, aunque aún algo tenso, parecía estar disfrutando de la experiencia, agradecido por la compañía y el hermoso paisaje.

De repente, sentí la mano de Cristian tomar la mía con ternura. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero una sensación reconfortante me envolvió. Me incliné hacia él y apoyé mi cabeza en su hombro. Cristian se quedó inmóvil por un momento, disfrutando de la cercanía. La atmósfera se volvió aún más íntima mientras observábamos el espectáculo del atardecer juntos, el silencio lleno de una conexión especial entre nosotros.

Cuando el sol terminó de ocultarse y el cielo se oscureció, cerré los ojos y me sumergí en mis pensamientos. Era increíble cómo había ido este día: Cristian siempre había pensado en mí, me había protegido en la tienda, y ahora compartíamos este momento tan especial.

Pero en medio de esa felicidad, una verdad irrefutable me golpeó de lleno. Yo no era solo Luna; en el fondo, yo era un chico. La realidad de mi identidad me atravesó con una mezcla de temor y determinación. Sabía que no podía seguir ocultando mi verdad. Era momento de ser honesta con Cristian.

Retiré suavemente mi cabeza del hombro de Cristian. Con el corazón acelerado, le dije:

—Tengo algo que decirte.

Pero antes de que pudiera continuar, Cristian me interrumpió, su voz temblando de emoción y sinceridad:

—Luna, yo… no sé cómo explicarlo, pero desde que te vi, supe que había algo especial en ti. No importa cuánto tiempo haya pasado o lo que haya pasado en este día. En este poco tiempo, has capturado mi corazón de una manera que nunca imaginé. Sé que no nos conocemos profundamente, pero a veces, el corazón sabe lo que quiere antes que la mente pueda entenderlo. Eres la chica de mis sueños, y no necesito nada más para saber que eres alguien muy importante para mí.

Cristian se inclinó lentamente hacia mi, sus ojos fijos en los míos, a punto de besarme. El momento era perfecto, cargado de emoción y ternura. Sin embargo, con el corazón en un torbellino, reuní el valor para confesar:

—¡Soy un chico!

Un pesado silencio se instaló entre nosotros, interrumpiendo el romance de la noche.

Vestido Como Novia Para Una FiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora