Capitulo 2

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Freen Sarocha se estaba haciendo de rogar. En las calles de Sydney corría el rumor de que estaba escondida, esperando a que pasara el interés del público por la última aventura amorosa de su hermana. Tenía su lógica, reconoció Rebecca mientras recorría la playa de la pequeña cala en aquella exclusiva zona de Sydney Harbour.

En unos días cualquier escándalo relacionado con otra persona famosa haría que la prensa se olvidara de la última indiscreción de Looknam Orntara.

Aunque eso no le iba a valer de nada en lo que a ella se refería.

Pero como nadie le había visto desde el incidente del hotel y tampoco parecía que hubiera salido del país, Rebecca se dejó llevar de una corazonada para localizarle. Por eso estaba allí, oculta por la vegetación que bordeaba la playa, contemplando aquella casa.

La casa a la que Freen la llevó ocho años atrás.

Rebecca ignoró el vacío que sentía en el estómago mientras ojeaba la casa a la luz del atardecer.

Los garajes estaban cerrados cuando ella, un rato antes, había llamado al timbre de las puertas de la verja. Tampoco había logrado descubrir si aquella casa era propiedad de Freen o de alguna de sus empresas. Quizá nunca hubiera sido suya.

No obstante, el instinto le decía lo contrario; y a pesar del amargor que sentía en la boca al pensar en la posibilidad de ver a Freen Sarocha, su búsqueda elevaba los niveles de adrenalina en sus venas. Podría no salir bien en esta ocasión, pero seguir su instinto le había dado resultados muy positivos en su carrera profesional.

Era evidente que Freen no quería que le encontraran. Y si nadie conocía aquella casa en la playa, ¿no era el lugar perfecto para mantenerse alejada de todo?

El edificio en sí era una maravilla arquitectónica de madera y cristal, encajaba en la colina como si formara parte de ella, y sus generosas tenazas ampliaban en espacio interior hacia el mar en todos los niveles del edificio. Y por lo que recordaba, el interior de la casa era igualmente impresionante.

Se sobresaltó al ver encenderse una luz en el interior. Sabía qué habitación era ésa. Había estado allí, desnuda en la enorme cama mientras la brisa del mar mecía las cortinas. Todavía recordaba la magia del momento. Todavía podía sentir el desaliento que le produjo el rechazo de Freen.

Cerró los párpados en un esfuerzo por eliminar aquellos amargos recuerdos. No podía dejar que siguieran haciéndole daño. ¡Lo había superado!

Además, ahora tenía un asunto más importante entre manos. La casa no estaba vacía, había alguien dentro y ella tenía que acercarse.

Se subió el cuello de la chaqueta y se tocó la cabeza para asegurarse de que sus rebeldes rizos estaban recogidos dentro de la gorra; no quería que sus dorados destellos se hicieran visibles a la luz de la luna.

El ruido producido al descorrerse una puerta la hizo fijar su atención en aquel punto. Vio movimiento de cortinas y, rápidamente, se escondió tras unos arbustos en el momento en que una persona cubierta sólo con unos vaqueros y un top salió a la terraza.

Contuvo el aliento al reconocer aquella arrogante figura de líneas sensuales y bien formadas.

Rebecca le miró al rostro. No, no cabía duda, era Freen, con sus hermosas y bellas facciones.

Sintió odio y satisfacción simultáneamente. Había dado con su presa. ¡Había encontrado a Freen Sarocha!

No había cambiado mucho. Su cara quizá era más delgada y más dura, la barbilla más pronunciada, como si no estuviera acostumbrada a sonreír, pero sus rasgos parecían más poderosos.

Inocencia RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora