Capítulo 12

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Rebecca se despertó, sintiéndose mucho me­jor. Debía de haber dormido horas y horas, acompañada de sueños llenos de amor. En­tonces lo recordó. - Freen -. Se volvió en la cama, pero estaba sola. El día anterior, Freen había sido muy cariñosa con ella y muy comprensiva. ¿Se había marchado? Ahora que ya se había disculpado, ¿por qué iba a querer seguir estando con ella?

La puerta del dormitorio se abrió.

Vaya, llego justo a tiempo -Freen sonrió desde la puerta con una bandeja en las manos llena de platos y tazas-. ¿Tienes hambre?

-Me muero de hambre -dijo ella, sorprendida de que fuera verdad. Llevaba días sin apetito.

-Ve a lavarte mientras yo voy a por el café -dijo Freen.

Rebecca saltó de la cama y, agarrando la bata, fue apresuradamente al cuarto de baño. Se quedó horrorizada al mirarse al espejo. Tenía el cabello todo revuelto y el maquillaje se le había corrido. Se lavó la cara rápidamente y se peinó.

-Vamos, métete otra vez en la cama -le ordenó Freen cuando ella volvió a la habitación.

Rebecca no protestó; estaba deseando meterle mano a los huevos, al bacon con tomate, a las tostadas y a la mantequilla y la mermelada.

Freen le sirvió un plato y se lo dio.

—Dios mío, esto es maravilloso —dijo Rebecca, apoyando la espalda en la cabecera de la cama.

¿Tienes suficiente?

—Con esto y luego el postre será suficiente —dijo ella, dándose una palmada en el vientre—.

Gracias, Freen. Y no sólo por el desayuno, sino por lo que me ayudaste ayer.

Freen sirvió el café.

—Para mí también fue importante. Ya era hora de dejar de superar el odio que llevaba sintiendo tanto tiempo. Estaba equivocada en todo. Además, ¿cómo podía seguir odiando a tu padre con la hija tan maravillosa que engendró?

Rebecca sonrió. Unas lágrimas afloraron a sus ojos.

—Dios mío, creía que ya no me quedaban lágrimas.

Freen lanzó una suave carcajada. Luego, se acercó a ella y le tendió un pañuelo para que se secara las lágrimas.

¿Por qué sigues aún en mi casa?

Freen, que se había sentado en la cama, recostó la espalda en la cabecera.

—Quería preguntarte una cosa. Quería preguntarte si podrás perdonarme por el daño que te he hecho.

—Ya me pediste disculpas ayer.

—No es suficiente —dijo Freen—. Quiero saber si me perdonas porque es la única manera de dejar el pasado atrás. Porque, si me perdonases, podríamos contemplar el futuro juntas. Es decir, si tú quieres un futuro conmigo. Te amo, Rebecca. Sé que no te merezco, pero no quiero vivir sin ti.

—¿Que me amas? —Rebecca parpadeó, recordando esas palabras como parte de un sueño, un sueño feliz. Pero esto era mucho mejor que un sueño. Eso era realidad.

Freen sonrió.

—Te quiero, aunque me ha costado mucho reconocerlo. Quiero pasarme el resto de la vida amándote, si es que me aceptas.

—Me quieres —repitió ella, saboreando aquellas palabras.

Freen se echó a reír.

—¿Quiere eso decir que me aceptas?

—¿Tienes idea de cuánto tiempo llevo esperando que me digas eso? —contestó ella—.

Oh, Freen, yo siempre te he querido. Nunca dejé de quererte. Claro que te amo, claro que te acepto.

—Rebecca —dijo Freen abrazándola—. No puedes imaginar lo que siento en estos momentos.

No puedes imaginar lo mucho que te quiero.

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EPÍLOGO.....

Inocencia RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora