Epílogo

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Se encontraba en el paraíso. La vida no podía ser mejor. Rebecca estaba asomada a la ventana de su casa a orillas del lago Tahoe contemplando a Freen con su hija de un mes en los brazos.

Su hija.

La hija que habían concebido juntas, la hija nacida de su amor.

Rebecca agarró dos de las ensaladas que el ama de llaves había preparado y salió al patio. Luego, dejó los platos encima de la mesa y vio el rostro de Freen iluminarse al verla salir.

—¿A qué hora vienen los invitados?

Están al llegar. Espero que hayas puesto a enfriar el champán, Nam me ha dicho que tiene que darnos una noticia.

Freen alzó el rostro, aún con la pequeña Mom en sus brazos, mientras Rebecca se sentaba a su lado.

¿Estás pensando lo mismo que yo?

Rebecca asintió.

—Sí. Es Heng. Han pasado mucho tiempo juntos y Heng es bueno para ella. Es un hombre leal y sólido, y Nam necesita estabilidad; sobre todo, ahora que va a ir de tour para promocionar su libro. Es evidente que se gustaban desde hacía mucho, a pesar de que ella diga lo contrario. Me alegro de que, por fin, lo hayan reconocido.

—Nam está muy cambiada —dijo Freen, contemplando los oscuros ojos de su hija—.

Tiene mucha más confianza en sí misma. Es increíble el éxito que ha tenido el libro.

—Creo que Nam se ha encontrado a sí misma.

Ha descubierto su vocación.

—Y te lo debe a ti.

Rebecca sacudió la cabeza.

No, se lo debe a sí misma. Es ella quien ha tomado las riendas de su vida. Lo único que hemos hecho nosotras es apoyarla. Y tú, por fin, has dejado de estar encima de ella.

Freen la miró con respeto y amor.

—No dejarás nunca de sorprenderme. Es posible que hasta me haya enamorado de ti, señora Armstrong.

—Y es posible que yo también lo esté de ti, señora Sarocha Chankinha.

Freen se inclinó sobre ella y la besó.

—Bueno, dime, ¿has decidido lo que vas a hacer? ¿Vas a considerar la oferta de Nam?

Rebecca asintió.

—Se lo voy a decir hoy. Sí, voy a aceptar encargarme de lo que tenga que ver con sus relaciones con la prensa, será divertido. Y también escribiré mis propios artículos desde casa. Es el trabajo perfecto.

¿No echas de menos AlphaBiz? —preguntó Freen.

Rebecca sonrió y acarició los rizos de su hija.

—¿Qué tontería es ésa? Claro que no. No me gustaba el rumbo que estaba tomando la revista, cada vez más interesados en los famosos. Además —dijo ella, sonriendo—, ¿para qué ir por ahí buscando entrevistar a personajes viejos y oxidados hombres de negocios teniéndote a ti en casa?

Freen lanzó un bufido.

—Conque viejos y oxidados hombres de negocios, ¿eh?

—Mejorando lo presente, por supuesto.

Freen tiró de ella para volver a besarla.

—Luego voy a demostrarte lo vieja y oxidada que estoy.

—Te lo advierto, soy difícil de convencer —contestó Rebecca, su cuerpo empezando a excitarse con la promesa.

Freen se inclinó más sobre ella y se besaron otra vez, pero un grito de su hija les apartó.

Ella volvió la atención a la niña y le besó la frente.

—Perdona, cielo, me había olvidado de ti un momento.

La niña dejó de protestar y, con los ojos fijos en los de su madre, sonrió.

—¡Me ha sonreído! —gritó Freen, mirando a Rebecca—. ¿Lo has visto? ¡Me ha sonreído! Creía que no sonreían hasta por lo menos los seis meses.

Naturalmente que te ha sonreído —dijo Rebecca, acariciando la cabeza de su pequeña— No puede resistirse a tus encantos, igual que yo.

Freen la miró con adoración.

—Eso es lo que me gusta que me pase con las mujeres —dijo Freen mirando a Rebecca fijamente. Te amo, Rebecca. Te amo por tu ternura y tu belleza, te amo por haberme dado a esta niña. Pero, sobre todo, te amo por haberme perdonado y por tu amor. Me has hecho la mujer más feliz del mundo.

Rebecca abrazó a su esposa, a su amor, mientras respiraba el aroma inocente de su hija.

Sí, se encontraba en el paraíso.

Inocencia RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora