Capítulo 8

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En la vida a uno no se le presentaba la misma oportunidad dos veces, mucho menos tres. Freen lo sabía. Con Rebecca se le presentó ocho años atrás, pero ella la había desaprovechado y había aceptado las consecuencias. Sabía que la forma como la había tratado había sido una equivocación.

Pero ahora se le presentaba una segunda oportunidad y, esta vez, no iba a desaprovecharla. Era un regalo del cielo.

La tumbó en la cama con la intención de desnudarse antes de tumbarse con ella; pero al mirarla a los ojos, se dio cuenta de que no tenía tiempo, que su lugar era con ella allí, en la cama, ya. Sólo se tomó el tiempo necesario para quitarse los zapatos y se tumbó completamente vestida; luego, la abrazó.

Agape mou (Mi Amor) -le susurró en griego, porque el inglés le pareció inadecuado para expresar lo que sentía-. Eres tan hermosa...

Y se lo demostró con labios y manos. Quería saborearla entera, toda ella al mismo tiempo. Y Rebecca también parecía arder en deseo. Era virgen. Lo había sido ocho años atrás y seguía siéndolo. Se estaba entregando a Freen, confiando en ella la responsabilidad de enseñarle la magia del amor.

Era un regalo precioso. Un regalo que no iba a volver a rechazar.

La acarició con ardor, con pasión. Se deshizo de la ropa, el encaje y todo lo que se interponía entre ella y la piel desnuda de Rebecca. Le cubrió los pechos con las manos Le chupó los pezones y la sintió arquearse, la oyó gritar de placer mientras tiraba de su camisa, exigiendo más.

Freen se quitó los pantalones vaqueros y se los quitó a ella, descubriendo la suave y aterciopelada piel de las largas piernas de Rebecca.

Le recorrió las piernas con las manos y luego se las cubrió con besos. Le colocó las manos en la parte superior de los muslos y jugueteó con el elástico de las bragas de seda. Ella le puso las manos en la cabeza, hundiendo los dedos en sus cabellos.

-Freen -gritó Rebecca.

Pero no la había hecho sentir todo lo que era capaz de sentir. Ocultó el rostro en ella y aspiró el aroma de su deseo, un aroma hecho para ella, para aquella ocasión. Un aroma que la volvió loca de pasión.

En un instante le quitó las bragas y la hizo separar las piernas para hundir la lengua dentro de ella y saborear su dulzura.

Rebecca volvió a gritar, aferrándose a Freen, movió la cabeza frenéticamente, a un lado y a otro.

-Por favor... por favor... -rogó ella.

Freen quería complacerle. Quería demostrarle lo hermosa que podía ser. Lo maravilloso que tenía que ser. Alzó la cabeza y la tocó con los dedos, mojándolos en su líquido, penetrándola con ellos.

¡Freen!

Rebecca era virgen y tenía que ir con cuidado. Sabía que tenía que tomarse el tiempo que hiciera falta con el fin de que fuera una experiencia maravillosa para ella. Pero la desesperación que oyó en su voz destruyó sus buenas intenciones.

Presa del deseo, se colocó entre las piernas de ella, abriéndoselas, ya estaba lista.

Rebecca se agarró a Freen, le rodeó el cuello con los brazos, le besó y recibió su lengua dentro de la boca como pronto le recibiría a ella.

Freen la penetró con un movimiento suave, limpio, rápido y sin dolor que a ambas les dejó sin respiración y a ella sin virginidad. Y ella se le aferró con unos músculos recién descubiertos que le incitaron a ir más adentro. Hasta el fondo.

Freen estaba perdida; la pasión de Rebecca le llevó al otro lado del abismo Ella se quedó muy quieta, deshaciéndose en sus brazos, sus músculos contrayéndose alrededor de su mano, haciéndole estallar.

Inocencia RobadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora