Quédate.

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Para Enid, uno de sus momentos favoritos era salir a pasear con Caleb los fines de semana a Central Park, solían llegar hasta Heckscher y pasaban al menos una hora ahí mientras atardecía, entre el murmullo de los turistas y los locales que salían a pasear con sus mascotas o simplemente buscaban darle algo de rutina a sus días.

Esa tarde era particularmente fría y podía sentir como la temperatura descendía mientras el sol se iba escondiendo más y más tras las nubes y descendía lento pero seguro hacia un atardecer de brillo naranja.

Enid intentaba en vano darle calor a sus manos, Caleb se acercó a ella y tomó sus manos sonriendo.

Estás helada.

Es el clima —le respondió ella, el chico hizo que ella posara sus manos en sus mejillas— gracias, tu cara está caliente.

Es porque tengo mucha energía —contestó él bastante feliz de ser de ayuda.

Bueno, señor energía, ¿vas a querer que nos vayamos ya? ¿O quieres cinco minutos más?

  ¡No! —movió la cabeza con un gesto negativo y señaló hacia el lado opuesto a donde estaban— Vamos hacia el carrusel ¡por favor!

Pero ya deberíamos haber regresado.

¿Por favor? —su mirada se cristalizó e Enid no pudo evitar recordar a un pequeño cachorro triste— ¿Sí?

Está bien, está bien, vamos al carrusel.

Mientras sujetaba una de sus manos caminaron en dirección a la atracción, Caleb a veces daba pequeño salto, distrayéndose con las piedritas que encontraba en el camino o las hojas secas que aplastaba con ambos pies, al llegar Enid consiguió un ticket y dejó que se subiera, sonrió al verlo empezar a dar vueltas mientras hacía muecas para que ella se ria.

"Te has convertido en un frio necesario en mi vida"

Sintió la frase golpear sus pensamientos mientras el atardecer traía consigo una ráfaga de aire helado producto del otoño, a veces se preguntaba si estaría bien.

Luego de esa carta, Yoko casi explota de la indignación cuando ella había decidido no buscarla. Aunque estaba segura que las palabras que le había dejado eran una confesión directa y sobre todo era algo que había estado esperando durante tantos años, mientras meditaba sobre ello también entendió que si no lo supo hasta ese momento quizás era porque en el fondo, Wednesday  no se quería arriesgar con esos sentimientos.

Sus dudas infundadas sobre no ser suficiente, sobre gustarle a la persona equivocada se hicieron realidad de golpe y entendió en ese momento que la mejor solución era darle ese espacio que ella misma había autoimpuesto cuando se marchó dejándola sola de nuevo.

Ya de esa historia habían pasado diez años y aún a veces, solo algunas veces despertaba a la mitad de la noche abrazando su almohada, murmurando su nombre, como si el fantasma de Wednesday fuese a aparecer de tan solo desearlo para decirle que no habría más distancia, que todo estaría bien, que la quería en su vida, tanto como la habría querido ella, que no gastara sus lágrimas por lo que no fue.

Pero nada de eso sucedía, y día a día el calendario de su vida avanzaba sin remedio, al menos al día de hoy tenía a Caleb, que llegó a convertirse en un espacio cálido entre tanto frío que le invadía los sentimientos.

Una pequeña y solitaria lágrima se formó y resbaló por su mejilla, ella se la secó rápido porque no quería que él supiera que se sintió triste, parecía olfatear sus sentimientos a la distancia a veces.

Hoy no - WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora