Edda pasó la mayor parte de la mañana en su habitación, preparando notas y observaciones sobre el comportamiento de Lucas. La casa estaba envuelta en una atmósfera de lujo y tranquilidad, pero la presencia de Lucas le añadía un toque de tensión y excitación que Edda encontraba difícil de ignorar. A medida que avanzaba el día, se dispuso a cumplir su promesa de acompañar a Lucas en su paseo en bote.
El sol estaba alto en el cielo cuando Edda llegó al muelle. Lucas la esperaba, recostado casualmente contra el bote, con una sonrisa pícara en el rostro.
“¿Lista para la aventura, señorita psicóloga?” preguntó Lucas, extendiéndole la mano para ayudarla a subir al bote.
Edda aceptó su ayuda con una leve sonrisa, tratando de mantener la compostura. “Espero que esto no sea solo una excusa para evitar tus sesiones.”
Lucas soltó una carcajada mientras arrancaba el motor del bote. “¿Acaso me ves como alguien que buscaría excusas?”
“Constantemente,” respondió Edda, sin poder evitar una sonrisa.
El bote se deslizó suavemente por el agua, alejándolos de la costa y llevándolos hacia una pequeña isla cubierta de vegetación. El viaje transcurrió en un silencio cómodo, solo interrumpido por el suave sonido del agua y el ocasional comentario de Lucas sobre el paisaje.
Al llegar a la isla, Lucas ayudó a Edda a bajar del bote y la guió a través de un sendero que conducía a un claro con una vista impresionante del océano. Extendió una manta en el suelo y se sentaron, disfrutando de un almuerzo ligero que Lucas había preparado.
Mientras comían, Lucas no perdió la oportunidad de lanzar uno de sus comentarios característicos. “¿Sabes? Pensaba en lo divertido que sería si te unieras a mí en algunas de mis travesuras.”
Edda levantó una ceja, mirándolo con desdén. “Tus travesuras no me interesan. Estoy aquí para ayudarte, no para participar en tus juegos.”
Lucas se inclinó hacia adelante, con una sonrisa ladeada. “A veces creo que te tomas la vida demasiado en serio. Tal vez si te relajaras un poco, podrías disfrutar más.”
Edda suspiró, mirando el océano. “Quizás tengas razón, pero mi trabajo es ayudarte a cambiar, no ser parte del problema.”
“¿Y si te dijera que eres parte de la solución?” Lucas tomó una mano de Edda, sus dedos rozando suavemente los suyos. “Tal vez, si me conocieras mejor, entenderías por qué actúo de esta manera.”
Edda sintió un leve escalofrío recorrer su espalda. Retiró su mano lentamente, tratando de mantener la compostura. “Eso es precisamente lo que estoy intentando hacer, Lucas. Conocerte mejor para poder ayudarte.”
Lucas sonrió, levantándose y extendiendo su mano hacia Edda. “Entonces, ¿qué tal si empezamos ahora? Ven, quiero mostrarte algo.”
Edda aceptó su mano con cautela, permitiendo que Lucas la guiara a través de la isla hasta una pequeña cueva oculta entre las rocas. Al entrar, Edda se quedó sin aliento. Las paredes de la cueva estaban cubiertas de pinturas rupestres, representando escenas de la vida marina y terrestre.
“Es increíble,” susurró Edda, tocando suavemente una de las pinturas. “¿Cómo conocías este lugar?”
“Vengo aquí desde que era un niño,” respondió Lucas, su tono más suave de lo habitual. “Es mi lugar secreto, mi refugio. Pensé que te gustaría.”
Edda se volvió hacia Lucas, sorprendida por la sinceridad en su voz. “Gracias por compartirlo conmigo.”
Lucas se acercó, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y picardía. “Sé que esto puede sonar extraño, pero siento que hay algo especial en ti. Algo que me hace querer ser mejor.”
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«Pintando sueños y corriendo destinos»
عاطفيةEdda Rollers, una joven psicóloga amante del arte y las estrellas. Lucas Hargrove, un motociclista rebelde con una pasión por la velocidad. Sus mundos colisionan en las calles de San Miguel, donde un encuentro inesperado desencadena una serie de eve...