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Aeropuerto internacional de Incheon.

La última vez que estuve aquí fue exactamente hace nueve años, y tenía dieciséis. No podía creer aún que estuviese pisando estas tierras de nuevo.

Pero bueno, siempre espera lo inesperado.

—¿A donde va, señorita? —preguntó el del taxi.

—Voy al centro de Seúl, por favor.

—De acuerdo.

El tramo a la ciudad era un poco largo, así que durante el trayecto me dediqué a observar cada lugar por el que pasábamos, y dándome cuenta de que había muchas cosas diferentes.

En el fondo, creo igual extrañaba un poco el estar aquí.

—Ya llegamos señorita.

Era casi media hora lo que uno tardaba en llegar aquí, pero eso habían parecido como cinco minutos.

Fue bastante rápido.

—Muchas gracias —le dije, cuando dejó la última maleta junto a mí.

Hizo una pequeña reverencia y subió al al auto para marcharse. Yo por mi parte di un gran suspiro antes de observar el lugar a mi alrededor.

Ahora solo tenía que esperar el autobús que me dejaría más cerca de mi departamento.
Estaba ansiosa de poder llegar, no recuerdo absolutamente nada de lo que dejé ahí.

Más tarde, luego de tomar el autobús, me encontraba finalmente en mi antiguo departamento.

—Dios... —musité, con la mirada viajando por todo el interior.

Se sentía muy vacío y eso me provocaba melancolía.

Tras ponerme cómoda, puse algo de música en mi celular y comencé a mover todo a mi gusto. Lo primero que hice, fue quitar esas horrendas y casi desgastadas cortinas, viendo de inmediato la luz entrar al lugar, seguido de eso me fui a registrar por ahí para ver si encontraba los útiles de aseo y algo con que poder sacudir el sofá.

Después de horas moviéndome de aquí para allá, miré con satisfacción todo y ahora ya parecía un lugar más habitable.
No tenía una tv, pero eso en estos momentos era lo de menos, solo necesitaba concentrarme en comprar lo necesario primero.

—Holaaa —saludé en cuanto vi que contestó la llamada.

—Cariño, ¿cómo has llegado? —preguntó mamá, desde el otro lado— Tu padre dijo que le avisaste cuando bajaste del avión, pero quiero saber que tal la llegada al departamento.

—Oh bueno, hasta el momento bien, me he puesto a ordenar apenas llegué y creo que dentro de poco iré al mercado.

—Me alegro, y si necesitas algo me avisas ¿vale? —dijo, y oí a Sandy ladrar— Sabes que te estaremos apoyando.

—Claro que lo sé, mamá —sonreí de manera inconsciente al pensar en ello.

Ella jamás me había dejado sola y por supuesto que mi padre tampoco, pero la comunicación con mamá era muy especial.

—He puesto el alta voz y Sandy no ha dejado de ladrar y moverse de un lado a otro —comentó, y sonreí. Lo iba a extrañar mucho— Sigue buscándote.

—Cuídalo mucho...

Realmente no sabía cuando podría verlo.

—Claro que lo haré, cariño, tú no te preocupes y disfruta tranquila.

—Bueno, má, hablamos luego, te amo.

—Yo también, cuídate mucho.

—Siii, dale saludos a papá.

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