Cierto día en la mañana... Antonio dejó una vez más, como cada día de clase, a su hija en el liceo. Empezaba a cursar 7mo grado cuando ésta conoció a Viviana; una chica humilde a primera vista, de uniforme impecable y zapatos desgastados, lucía una cola mal peinada y una cinta en su cabello, nada de maquillaje, y entre sus útiles: un bolso tal vez viejo u ajeno por sus hilos descocidos, un cuaderno pequeño y un lápiz usado. Era muy callada y poco se daba con alguien; había tristeza en sus ojos, se dispersaba en cada hora o tiempo libre, y aparentemente era muy aburrida, pues nada le parecía interesante.
Sophia comenzó a tratarla y a dialogar con ella, aunque muy poco respondía. Al fin Sofi comprendía lo que los demás, cuando trataban de entablarle una conversación. Pese a la situación, no quiso descansar en conocerla, algo de ella llamaba su atención.
— ¡Hola! —
—Hola—. Contestaba con mínimas ganas.
— ¿Quieres formar parte de mi grupo? —
— ¿Puedo? —, decía con mucho asombro y los ojos grandes.
— ¡Claro que puedes! Es más, ya eres parte de él. —
—Pero yo no soy de mucha ayuda, no hablo ni participo, además que aburrida. Tus amigas no me aceptarían—
— ¡Oye! No te sientas mal. ¿Sabes?, yo te entiendo perfectamente, porque también soy como tú, serás mi mejor compañera de estudio. ¡Bienvenida!-- concluía Sofi. —
Así fue como poco a poco iba creciendo la confianza entre ellas, tanto que solo hablaban las dos; una o dos más eran multitud, no desagradable, pero si era como un rompeolas. Tiempo después, Viviana se fue incluyendo, ya era más dada con las otras chicas y hablaba un poquito con cada quien.
—Mira. Estúpida. ¿Para que querías ese libro?, no lo encontré, vine fue a decirte—. Se oyó a distancia una voz desconocida entre las muchachas.
Se trataba de la persona que trajo a Viviana al mundo, su madre.
Todas, con cara de sorpresa, se vieron unas a otras por la manera en que se refirió, ante todos los que estaban, a su hija.
— ¿Y qué haces aquí? —, continuaba Mary.
Sophia: — ¿Qué se puede hacer en el liceo? Obvio que estudiar, ¿o no? — pensaba en silencio.
—Me voy, deja de joder con ese libro, en la casa no está—, le terminó diciendo, y se fue.
— ¿Por qué tu mamá te trata así?, ¿y ante todas? No digo que sea bueno en privado, pero todas oímos como te habló— decía Sophia.
Y ella con pena, —no sé, chama. —
Pasaron los años, ambas inseparables... Fueron promovidas a 4to año. Primer día de clases. Viviana, como veces anteriores, no le importó sentarse sola, lejos del aula. Parecía triste.
Sophia ese día la invitó a su casa, logrando aceptara con mucha insistencia. En el camino, Sofi le preguntó — ¿Qué te pasa? —, cuando ella sin voz, dijo: --no me pasa nada--. Sophia incesante pedía le contara. De pronto, ella le dijo: –está bien, serás la primera en saberlo, por favor sé la única, no quiero que más nadie se entere--.
—Anoche mi padrastro desgarró mi dignidad, entró a mi recamara, me tomó con fuerza, y me hizo esa porquería que todavía me pesa el asco. Yo lo sentía observarme en el baño cuando me duchaba, y no decía nada por miedo, pues ya se lo había hecho saber a mi abuela –que vive al lado- y a mi mamá, pero no me creían. Esta vez me encontró sola en casa, mi mamá está de viaje, y aunque vuelva y se lo cuente no me creería, ella ama a ese señor y prefiere estar de su lado—. Detallaba llorando.
Éste hombre robó con un arma cargada el brillo de un diamante, bajo amenaza disfrutó de un dolor cuadrilátero que no le pertenecía.
Sophia con profundo dolor y a la vez llena de rabia, lloraba con ella. —Te prometo que haré que olvides esto, mi papá es abogado y puede ayudarte, no dejaré que te sientas triste más nunca, tranquila—.
Llegaron a casa, almorzaron, vieron televisión, hablaron... sin embargo, Viviana permanecía hecha un mar de lágrimas. Celia al percatarse, habló con ella y, la orientó psicológicamente.
Días después, Sofi no paraba de pensar e imaginar tan trágica historia, su garganta se secaba al punto de no poder tragar, golpeaba la cama, tallaba sus manos, y volvía al inicio.
Una noche, ésta no pudo más y le exigió, sumergida en llanto, a su mamá y a su papá que trajeran a Viviana a vivir con ellos, puesto que no quería se alargara su sufrimiento, ya que al siguiente día de su grosería, una señora se apiadó de ella llevándola consigo para que no quedara sola con despreciable lobo feroz. Solo que para poder mantenerla con ella, le pedía a cambio todos los oficios del hogar, tanto los de ella como los de sus hijas ya mayores. Es decir, su cachifa.
Sophia: —No es justo, ella llega del liceo fregando una montaña de corotos sucios, barriendo y pasando la mopa por el piso, limpiando baños y cuartos de las tres casas, mientras que a la vez, cocinaba, cuidaba y hacía teteros para los pequeños de las hijas de la señora. —
Celia: —Pobrecita mami, pregúntale a tu papá a ver qué opina. Por mi parte, habla con ella y dile que prepare todo para que se venga a vivir con nosotros. —
Antonio: —Hija, hay que traérnosla. Pobre niña, la vida le ha tocado fuerte. Yo me montaré en su caso, y por el vagabundo no te preocupes. —
Al otro día, Sofi brincaba de alegría cuando las maletas recogían, habiendo logrado llevarse a Viviana a vivir juntas.
Estudiaban, investigaban, jugaban, charlaban y se ayudaban una a la otra. Viviana aprendía poquito a poquito a no repetir en su mente dicho acto asqueroso, sonreía y disfrutaba cada minuto junto a su nueva hermana. Fueron felices a pesar de días duros por parte de mamá que no dejaba de ofenderles.
Tiempo después. Viviana ya no era aquella muchacha del primer día de clases, se había convertido en una linda chica, coqueta, elegante y admirada por muchos.
¡El amor, oh, el amor! Éste se ganó el reconocimiento más significativo. Manuel. Un diploma trascendental para él. Su eminente sentimiento y personalidad se conquistó el averiado corazón de Viviana, y logró mostrarle otra cara de la moneda. Con cada detalle, caricia, mimo, y con todo el cuidado que ella merecía, alcanzó a instruir el olvido y el optimismo. ¡Gran y oportuna medicina! Una flor todos los días hace milagros. ¡Bendito sea el amor!
ESTÁS LEYENDO
Esperma perfecta, óvulo infecto: creación intransigente.
Historical FictionUn padre que ama incondicionalmente a sus hijos hasta el punto de tenerlos consentidos. Una madre de carácter fuerte que los cohíbe de ser libres. Siendo el resultado de esta combinación: niños malcriados y asociales.