Venerando la perfección. Forjando intransigencia.

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Relata Sophia: Hasta los 13 años papá me bañó, me vistió, me peinó... lo que por cultura le tocaba hacer a mamá. Ella en cambio, a insultos me reprochaba el estar ya grande para bañarme, vestirme y peinarme sin ayuda.  


De papá, disfruté 15 años de su hermosa y maravillosa presencia física, ¡Fueron los mejores de mi vida! Por él considero que, fui y soy educada, desarrollada en valores, extremadamente sentimental, amable, amigable, pacifica, humilde, aplicada... lástima que esa descripción no la conozca mamá, y para ella sea todo lo contrario.


De hecho, gracias a él hoy mantengo lo que en vida decía: "si me dan por una mejilla, les pondré la otra", cuando mamá le replicaba: —"no seas bobo, salte de allí no vas a ganar nada con ayudarles"—. Esto último porque trabajaba en el reclusorio con privados de libertad. Se dedicaba, más que a estar pendiente de sus expedientes y beneficios, a ayudarles y quererles.


Yo, vivía prácticamente sola en mi habitación, mis únicas alegrías eran la llegada de papá y Giann a la casa. Consideraba de ella una guarida, pues ahí lloraba y escribía en silencio, dibujaba, veía la televisión, hacia manualidades, dormí cuando crecí (de pequeña dormía con papá y mamá), pero sobre todo, lloraba. Lo hacía así porque temía estar con mamá, jamás aprecié sus regaños como una forma de corregirme, eran más bien ofensas incontablemente dolorosas por tratarse de que venían de ella. Recalco el llanto porque para ella, eran lágrimas hipócritas de cocodrilo.


¿Y Carlos? ¡Oh my God! Carlos no iba ni a la bodega, papá hacia todo por él (hablaba, preguntaba, compraba, respondía...) Carlos no hacía nada de esto, la timidez no permitía que se desenvolviera por sí solo. Nadie lo conocía sino sus compañeros de estudio y algunos vecinos. No caminaba hasta después de la acera en cholas porque se avergonzaba de sus pies. Es decir, él vivía solo en su órbita, evitaba los enfrentamientos con los demás excepto con papá y mamá. Nadie entiende su aspecto de enfado y quejoso de siempre.


Antonio tenía una princesa a la cual adoraba, Sophia. La llevaba y buscaba a la escuela; a las 9:00am salía de su trabajo y se dirigía al colegio para comprarle el desayuno, a las 12:00m (hora de salida) le compraba un helado a su gusto. Al llegar a casa preparaba el almuerzo (una comida para todos, y otra especial para Sofi), a las 2:00pm partía nuevamente al trabajo y regresaba a las 5:00pm con una chicha y una quesadilla como merienda para su hija. Lo último que hacía en el día era comprar la cena para todos, aunque Sophia decidía lo que iban a comer.


Sophia aparentemente era una chica malcriada, odiosa, contestona, de todo hacía un problema, relajada; y de hacer algo malo, jamás lo admitía, prefería mentir o esconderse.


Desde chiquilla papá la consintió hasta más no poder, cosa que era muy diferente por parte de mamá. Contestaba de mala manera a cada reclamo que le hacían, pues odiaba las injusticias, le repugnaban las mentiras sobre ella, tanto que posteriormente se cansó de luchar por cambiar cada pesadilla, y a partir de haber leído un versículo de la Biblia que dice: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da. Éxodo 20:12", comenzó a dejar pasar lo que se rumoraba, no le prestaba atención, ya no les contestaba a sus padres...


Esperma perfecta, óvulo infecto: creación intransigente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora