Capítulo 4

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Era la primera vez, en años, que Apo Nattawin sintió su corazón latir en su pecho con una fuerza tan abrumadora que parecía que en cualquier momento se le saldría del pecho. No era amor perdido ni nostalgia lo que experimentó al ver, tocar y besar a ese desgraciado, no, era un odio tan visceral que le estaba pudriendo la sangre y salía de su cuerpo como veneno, letal y mortífero.

El maldito de su exesposo tuvo el descaro de enfrentarlo en ese evento hacía un par de días. No solo lo acorraló e impuso su voluntad como si fuera su amo y señor, sino que le ordenó volver con él, volver a ser su cosa, y eso no iba a suceder mientras él estuviera vivo.

¿Cómo se atrevía a poner patas arriba su vida recién acomodada con solo unas pocas palabras y un beso? El nervio de ese hombre...

—¿Po?—

Apo bebió su brandy de un solo trago y dejó el vaso en el brazo del sofá. Su esposa lo miró desde la puerta con labios apretados y expresión aprensiva. Si fuera por él la despediría como hacía habitualmente, pero Janis no se merecía su trato seco e insensible cuando era la única que se preocupaba genuinamente por él.

—Tienes esa expresión otra vez—contestó mientras la miraba a los ojos—

—Bueno, ¿qué esperas ver en mí?—la pelinegra se acercó a él y quitó el vaso de dónde lo había dejado—¿Quieres que esté feliz porque ese cabrón regresó para hacer de nuestras vidas un infierno?—

—Te dije que él no es importante—

—¿No lo es?—Janis alzó las cejas con evidente incredulidad ante las palabras de Apo—Parece que es lo suficientemente importante como para tenerte en este estado—ella frunció el ceño—sea lo que sea que estés haciendo—

Apo se lamió los labios y se puso de pie.

—No me ha afectado de la forma en que crees. Arranqué de mi corazón a ese hombre desde el momento en que me dejó tirado en el medio de la nada con una contusión cerebral—el rostro de Apo carecía de cualquier emoción mientras decía esas palabras—Solo estoy reorganizando mi plan—

—Pensé que habías olvidado eso—Janis tragó saliva—

—Querida, no olvidé nada—

Apo le dedicó una sonrisa que podía rivalizar con la de un asesino serial. El cuerpo de la pequeña mujer se estremeció cuando la mirada helada de Apo se encontró con la suya.

—Simplemente me lo estaba tomando con calma, pero a la luz de los acontecimientos—Apo le rodeó el cuello con una mano suave y luego apretó repentinamente—Habrá que hacer algunos ajustes—

Los ojos de Janis se abrieron de par en par cuando el agarre se volvió asfixiante.

—Y tú harás todo lo que te ordene sin decir una maldita palabra, ¿estamos?—

Ella asintió con dificultad y tosió violentamente cuando Apo aflojó su agarre y luego acarició la zona magullada.

—Buena chica—

—¿Qué hay de lo que estuvimos hablando? ¿Me lo darás?—

Apo apartó con aparente cariño el cabello de su rostro y murmuró cerca de sus labios:

—No es algo que sea fácil de negociar, Janis, pero quizás muestre misericordia y te dé eso que tanto quieres—

Ella sonrió esperanzada.

—Pero si cometes un puto error—dijo con calma—, el más mínimo, te daré de comer a los perros y tiraré tus restos en un maldito agujero donde nadie jamás podrá encontrarte—

Dios de la codicia // MileApo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora