En el pasado, Mile PhakPhum solía pensar que su vida era perfecta. Nunca fue realmente consciente de cuán solitario y gris era todo a su alrededor hasta que él se fue.
En su mente intentaba convencerse de que había tomado la decisión correcta al alejarlo de su mundo. Su familia se deleitó con la noticia de su repentina desaparición e incluso Jeff Satur, por primera vez en años, le agradeció por dejarlo ir.
Pero Mile era egoísta, todavía lo quería para él, encerrarlo en algún lugar lejos de todos y no abandonarlo nunca más, porque ese hombre le pertenecía en cuerpo y alma.
Los primeros días de separación sintió un hueco en el pecho que se hacía cada vez más grande, pero con el paso de los meses ese vacío se transformó en un entumecimiento permanente. No era capaz de sentir absolutamente nada. Su vida se sentía monótona y insignificante. Justo como era antes de enamorarse de él; se había convertido en un cascarón roto.
El mundo mafioso era más llevadero ahora que como hacía diez años. Muchas cosas habían cambiado desde que decidió irse y otras las tuvo que torcer a su propia conveniencia para hacerse de un nombre en la organización.
Quizás al principio los miembros más antiguos se mostraron escépticos ante su inesperado interés por volver a un mundo tan violento luego de haberse ido de tan buena gana, pero con el éxito de cada una de las misiones que se le asignaron, quedó más que demostrado lo capaz que era de tener su antiguo cargo como legítimo heredero de los Romsaithong.
Su día a día se redujo a baños de sangre y reuniones interminables, empujando su estabilidad mental cada vez más al borde, todo con el objetivo de dejar de pensar en él. Lo único que lo mantenía cuerdo era saber que la mitad que abandonó su corazón estaba bien, sano, a salvo con su familia y totalmente lejos de un monstruo.
¿Qué tan contradictorios eran sus sentimientos? Lo quería, pero al mismo tiempo prefería la lejanía para protegerlo de sí mismo.
Mile soltó una risa carente de diversión mientras miraba hacia el jardín por el amplio ventanal de su despacho.
—Señor—una voz en la puerta lo hizo dejar de abrir y cerrar el encendedor en su mano derecha—
Mile se guardó el mechero en el bolsillo y giró sobre sus talones para enfrentar a su guardia.
—La señora Romsaithong solicita hablar con usted—
Mile apretó la mandíbula, pero contestó con resuelto desinterés:
—Dile que estoy ocupado—
El hombre se mostró exasperado ante la escueta respuesta. Sabía que sus próximas palabras no serían apreciadas, pero de igual modo las expresó.
—¿Puedo ser honesto?—dijo más relajado—
—No—
—Ha estado ignorando a su madre durante casi dos años. Creo que hacerla enfadar sería contraproducente, Mile—
—No pedí tu opinión ni te di permiso de llamarme por mi nombre de pila, Dan—contestó Mile con calma—
—Es cierto, pero lo conozco desde que era un bebé y quiero lo mejor para usted—Dan enderezó su postura —Dadas las circunstancias, lo más prudente sería atender su petición—
Mile lanzó cuchillas imaginarias al corazón de su guardia con la inútil esperanza de asesinarlo. Bien, si Mile era justo con Dan, este no merecía su trato frío y rudo. Probablemente era el único amigo verdadero que tenía en este lugar, pero el cabrón tenía la habilidad de sacarlo de quicio con facilidad.
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Dios de la codicia // MileApo +18
RomansaApareciste en mi vida para destruirme, o al menos eso es lo que te dices a ti mismo todos los días. Eres ambición, codicia y malicia disfrazada de una jodida tentación, pero déjame decirte algo, cariño: ambos terminaremos en la ruina.