Capítulo 10

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Mile pensó que su jornada laboral transcurriría sin mayores contratiempos; sin embrago, cerca de las once de la mañana Apo llegó a su oficina como un torbellino.

—Estás acostumbrándote a interrumpir mi trabajo con demasiada frecuencia—dijo Mile sin apartar la vista de su computadora—

—Puedo y lo haré. Tú te sientes con el mismo derecho de hacerlo con mi vida, ¿por qué no puedo hacerlo yo también?—Apo se cruzó de brazos—

—¿Qué quieres?—fue la escueta respuesta de Mile—

Apo lo miró con incredulidad.

—¿En serio?¿Eso es todo lo que me dirás después del espectáculo de mierda de la semana pasada?—

Mile dejó de teclear y miró por primera vez a Apo. Su rostro estaba sonrojado y sus bonitos labios se fruncieron en una mueca desagradable. Sin embrago, Apo se veía tan adorablemente delicioso que tuvo que ajustarse discretamente debajo de la mesa.

Apo no lo sabía, pero mientras más lo amenazaba, más incitaba su deseo de someterlo y demostrar el poder que tenía sobre él.

—¿Qué quieres que te diga?—

—Sabes perfectamente que no la amas—Mile alzó una ceja—

—¿Lo sé?—el rostro de Apo se tornó sombrío—

—No pudiste haberme superado en cuestión de días—

—¿Y si así fuera, qué tiene que ver contigo?—provocó Mile y se puso de pie—Verás, Apo—caminó hacia él con lentitud—Las circunstancias cambiaron, pasó el tiempo y despertó una nueva versión de mí. Tu momento de gloria ya pasó—colocó una mano en el hombro de Apo e inclinó ligeramente la cabeza hacia abajo para verlo a los ojos—Así que puedes dejar de hacer el ridículo viniendo a exigirme explicaciones—

La respiración de Apo era desigual. Sentía lava hirviendo correr por su cuerpo. Estaba en su punto máximo de ebullición por las palabras de Mile. ¿Cómo se atrevía él a desecharlo nuevamente?¿Tan poco significaba para él?

—Te odio—dijo con sentimiento—Deseo que te mueras de la forma más dolorosa posible por todo lo que me has hecho—

Mile sonrió como si fuera la broma más divertida del mundo.

—El sentimiento es mutuo, querido—

Pasó un latido, dos, las bocas de ambos se estrellaron bruscamente en un segundo. Sus lenguas se buscaron con desenfreno, anhelando el sabor del otro. Había un desorden de brazos agarrándose con fuerza y dientes mordiendo la suave carne de sus pieles.

Mile agarró el cabello de Apo y chupó su lengua más y más profundo, más agresivamente, hasta el punto de succionar cada gota de aire de su sistema.

Apo le arrancó la camisa con su mano buena y los botones salieron volando en todas direcciones. Dios, había extrañado su olor, la sensación de su piel maltratada por el ejército, el tacto áspero de sus manos poseyendo cada céntimo de su cuerpo, todo él.

Mile se apartó de la boca de Apo y lo empujó de rodillas. Este esperó pacientemente por él mientras se desabrochaba el cinturón. Apo nunca había experimentado una mayor tortura que la de tener que esperar a que Mile se bajara los pantalones y le diera de comer su polla.

Este se tomó su tiempo desabotonando su pantalón y luego bajando su ropa interior. Su polla medio erecta saltó de sus confines y rozó los labios entreabiertos de Apo. Sus ojos estaban vidriosos y su respiración estaba entrecortada entre la asfixia y el deseo de probarlo.

—Abre la boca—fue la única orden que dio Mile antes de que todo se descontrolara—

—No soy tu maldita mascota—

Dios de la codicia // MileApo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora