Capítulo 8 (La niña del parque)

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Esa noche, el sueño se había ido de mi por completo. La sensación de Haejin besando mi mejilla seguía vibrando en mi piel como un eco persistente, y mis pensamientos se enredaban en una montaña de emociones. Me moví de un lado a otro en la cama, incapaz de calmar mi mente. Mi corazón seguía acelerado, como si cada latido reclamara el recuerdo del momento en que sus labios habían tocado mi piel.

Finalmente, a eso de las tres de la mañana, me levanté de la cama. La necesidad de claridad me llevó al pequeño rincón de la casa donde guardamos nuestros instrumentos musicales. Mi guitarra, mi fiel compañera, estaba allí, esperando pacientemente. La tomé con suavidad, como si tocara algo precioso, y me senté en el suelo, dejando que el silencio nocturno me envolviera. Uno de mis secretos más guardados era mi amor por tocar instrumentos, en la secundaria no me atrevía, después de ver a Haejin en el festival escolar recordé que yo también sé algo de música.

Comencé a tocar algunos acordes suaves, dejando que las notas fluyeran sin un patrón definido. La guitarra estaba afinada a la perfección, y cada cuerda vibraba con una resonancia que parecía entender mi estado emocional. En el silencio de la noche, las notas se convirtieron en una forma de desahogo, una forma de expresar todo lo que sentía sin palabras concretas.

El amanecer llegó lentamente, pintando la habitación con una luz tenue. Me di cuenta de que había estado tocando durante horas, pero mi mente seguía agitada. Finalmente, guardé la guitarra y volví a mi habitación, donde el sol ya empezaba a colarse a través de las cortinas. A pesar de la falta de sueño, me sentía extrañamente en paz.

Cuando bajé a la cocina esa mañana, me encontré con Jiyeon preparando el desayuno. Estaba sola, ya que Soyung aún dormía. La actividad en la cocina me dio una sensación de normalidad que anhelaba desesperadamente. Jiyeon se volvió al oírme entrar, con una sonrisa cálida en su rostro.

- Buenos días, Minji -dijo Jiyeon mientras revolvía una sartén con huevos revueltos.

- Buenos días, mamá.

- ¿Dormiste bien?. Preguntó con una mirada de preocupación.

- No tanto. Admití, tratando de mantener una actitud ligera mientras me sentaba en la mesa. - Anoche estuve pensando en muchas cosas.

Jiyeon asintió con comprensión, sirviendo el desayuno mientras me observaba. Sabía que había mucho en mi mente, y aunque no lo dijera en voz alta, estaba claro que la reciente cena y el regreso de mamá estaban trayendo consigo una marea de sentimientos complejos.

- ¿Algo en particular que te preocupe? -preguntó Jiyeon con un tono que denotaba su interés genuino.

Tomé un respiro profundo, eligiendo cuidadosamente mis palabras.

- Solo... anoche, cuando Haejin se fue, me sentí... diferente. Como si algo hubiera cambiado en mí.

Jiyeon se sentó frente a mí, dejándome tomar mi tiempo para encontrar las palabras correctas.

- Haejin es un buen chico, ¿verdad?. Preguntó, y yo asentí. - Tal vez lo que sientes es un reflejo de tus propios cambios internos. A veces, cuando comenzamos a abrirnos a nuevas experiencias, nuestras emociones se confunden.

Su empatía era reconfortante, pero el peso de mis sentimientos seguía siendo abrumador. Mientras desayunábamos, mi mente seguía girando en torno al momento en que Haejin había tocado mi mejilla. Cada vez que lo pensaba, mi corazón se acelera de nuevo, y un calor familiar invadía mi pecho.

El día avanzó lentamente, y la rutina diaria comenzó a apoderarse de mí. Me sumergí en mis tareas, tratando de distraerme del tumulto emocional que sentía. Sin embargo, a medida que el sol se ocultaba y la noche se acercaba, el pensamiento de Haejin y el beso seguía persistiendo.

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