𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕

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❛ 𝖬𝖺𝗌𝖺𝖼𝗋𝖾 ❜˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚ᵗʷ' ᵍᵒʳᵉ

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❛ 𝖬𝖺𝗌𝖺𝖼𝗋𝖾 ❜
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Los huesos crujieron en sus puños y Phinks sonrió con sorna, continuó corriendo. Cuando otro guardia apareció a la vista, extendió la mano, rompiendo el cuello del hombre con un rápido movimiento de su muñeca.

Fue grotesco.

La muerte era tan fácil de ejecutar, como girar el pomo de una puerta; terroríficamente sencillo. Cuello tras cuello se retorció en sus manos (los idiotas ni siquiera llevaban cascos, por el amor de Dios) mientras aceleraba alrededor del perímetro de la base, eliminando a los centinelas con rítmica facilidad.

Estallaron disparos y cayó al suelo, deteniéndose solamente para deducir la fuente. Sonaba como Franklin, la risa de Uvogin resonó en la oscuridad previa al amanecer y Phinks se rio entre dientes, sacudiendo la cabeza ante los gritos horrorizados de los soldados cuyas balas acababan de resultar inútiles.

Un camión cercano explotó y él se alejó de las hambrientas llamas. Algo que alguna vez había sido un cuerpo cayó al suelo junto a él, rezumando fluidos oscuros de la carne carbonizada. La sed de sangre corrió por sus venas y saltó hacia el cuartel, listo para más.

[...]

Feitan rebuscó en el chaleco de su muerte más reciente y se levantó de un salto tan pronto como encontró la tarjeta de acceso. La segunda puerta que intentó se abrió y atravesó a los tres guardias detrás de ella como un cuchillo cortando papel.

Solo uno logró gritar antes de caer al suelo.

Feitan sonrió ante los cuerpos, admirando la forma en que su sangre comenzaba a acumularse en el concreto.

Miró por la ventana. Nobunaga y Uvogin estaban en el centro del patio, riendo como maníacos mientras atravesaban una avalancha de aprendices en pánico atrapados entre sus superiores y una muerte segura.

Los primeros pálidos rayos de sol se deslizaban a través de las filas de tiendas de campaña y resaltaban los paneles solares que coronaban los edificios bajos. Cada soldado que lograba escapar de un miembro se encontraba atrapado en la red de otro, arrojado al suelo junto a sus hermanos caídos.

Los bastardos no tenían ninguna posibilidad.

Feitan miró hacia el faro modificado al otro lado de la base, preguntándose si la conmoción ya había perturbado el descanso del general. Eso esperaba, recordando amargamente el sabor a ceniza en el aire cuando este escuadrón en particular había bombardeado “accidentalmente” uno de los pocos bancos de alimentos en Meteor City.

Los bollos de cerdo en ese habían sido excepcionales. El consejo de ancianos había ignorado el incidente en un esfuerzo por evitar una guerra total, pero Phinks había seguido despotricando sobre la cobardía de presionar un botón a cientos de kilómetros de distancia, no fue hasta que Chrollo se encogió de hombros y sugirió que simplemente mataran a los responsables, que comenzaron a moverse.

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