𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈𝐈

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❛ 𝖢𝗈𝗆𝗉𝖾𝗇𝗌𝖺𝖼𝗂𝗈́𝗇 ❜˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

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❛ 𝖢𝗈𝗆𝗉𝖾𝗇𝗌𝖺𝖼𝗂𝗈́𝗇 ❜
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Phinks jugueteó con sus cigarrillos, mirando la puerta con ansiedad. Shalnark estaba sentado en el suelo junto a él, completamente absorto en su teléfono, mientras Uvogin y Nobunaga practicaban sparring en el centro de la habitación.

El último coche ya llevaba más de veinte minutos de retraso. El fumador observó a Shalnark, preguntándose si debería pedirle al manipulador que verificara sus ubicaciones nuevamente. No era propio de Chrollo desviarse del camino, especialmente no con Pakunoda, Feitan y Machi de su lado.

Phinks esperó otro minuto antes de aclararse la garganta.

—Uh, Shal, ¿piensas...?

—Paku me envió un mensaje de texto, dijo que irían a comprar algo para cenar.

—Oh.

Phinks volvió a meterse las manos en los bolsillos, aliviado de que hubiera una respuesta y sobre todo una que por lo menos quería escuchar. Debería haberlo supuesto antes de preocuparse por nada.

Kortopi y Nobunaga estaban tirados en el suelo a unos metros de distancia, estudiando detenidamente los libros que habían traído. El rubio mayor miró hacia su propio montón, el libro que había traído para la apuesta con Feitan estaba colocado encima de los demás y resplandecía como si lo desafiara a leerlo de una buena vez.

Se inclinó y lo recogió, hojeando las páginas. Una escritura arácnida garabateada en papel hecho a mano, tan delgada y descolorida que Phinks se preguntó si Feitan sería capaz de leerla.

Una parte de él esperaba que su amigo ganara esta apuesta. Al menos entonces no tendría que pensar en algún favor que no fuese el que estaba carcomiéndole la cabeza últimamente.

Cerró el libro con un suspiro, colocándolo en su lugar con cuidado, Shalnark lo miró y sonrió expresivamente.

—Le va a encantar, amigo —vociferó felizmente—. ¡Y deja de ser tan idiota, obviamente él también está interesado en ti!

—Cállate —gruñó Phinks, su cara se estaba poniendo roja de nuevo—. ¿Qué diablos sabes tú, de todos modos?

Shalnark soltó una risita.

—¡Oh, sé todo tipo de cosas, Phinks! Y yo sé que no hay otra explicación para que durmiera en tu cama anoche.

—Hacía mucho frío —dijo Phinks sin convicción.

Su amigo solo se rio y volvió a su teléfono. Se cruzó de brazos y volvió a mirar la puerta, agudizando su oído para detectar cualquier coche que se acercara. Todavía le parecía extraño que Chrollo hubiera hecho un cambio de última hora solo para comprar comida.

Pero no iba a cuestionarlo, especialmente no si eso significaba que comerían algo comestible esta noche.

Pasaron otros diez minutos antes de que las llantas chirriaran cerca y Phinks saltó de la pared, saltando hacia la entrada del escondite. Shalnark se rio detrás de él, pero él lo ignoró y salió a la fría noche.

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