𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈

278 26 35
                                    

❛ 𝖠𝗉𝗎𝖾𝗌𝗍𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗎𝗅𝖺𝗋 ❜˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

❛ 𝖠𝗉𝗎𝖾𝗌𝗍𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗎𝗅𝖺𝗋 ❜
˚₊‧ ꒰ა ☆ ໒꒱ ‧₊˚

—¡Ja! ¡Santa mierda, te gané!— Phinks alardeó, dejando caer las manos sobre sus rodillas.

Miró por encima del hombro a su compañero, el cual mantenía el ceño fruncido y sonrió ampliamente ante su evidente disgusto.

—Cierra la boca —masculló, irritado. Las manos de Feitan estaban hundidas en sus bolsillos, retorciendo la tela de su capa en un puño apretado.

Debería haberlo pensado mejor antes de haber tomado ese callejón en específico: una pequeña pandilla había agregado un retraso suficiente para que Phinks tuviese ventaja y haya ganado la pequeña carrera para llegar al escondite en donde se mantenían refugiados, el hombre había saltado a través del marco de la puerta cuando Feitan dobló la esquina para asustarlo de alguna forma.

No funcionó.

Ahora el alto rubio podía pedir lo que quisiera y le correspondía a Feitan cumplir con su pedido, incluso si no fuese lo que más le gustara en esos momentos.

Todas las carreras tenían la misma apuesta: el ganador establece una demanda y el perdedor debe cumplirla antes de poder solicitar otro concurso para apostar.

Esas reglas habían funcionado bastante bien para Feitan.

Había ganado sus primeras cuatro carreras y todas seguidas, exigiendo trofeos cada vez más oscuros y siniestros solo para ver cuánto estaba dispuesto Phinks a conseguir las cosas para él.

Después de la última solicitud, una impresión numerada específica de un artista renacentista subrepresentado que se había centrado en dispositivos de tortura, Feitan había asumido que el rubio mayor se cansaría del juego e idearía uno nuevo para ser más justos, pues las cosas que pedía podían ser un poquito extravagantes.

Se había quedado sin cosas para pedir y pretender querer, no lo culpen, nunca esperó que realmente el otro cumpliera con su palabra. Y si Feitan hubiese ganado esta vez, no hubiese sabido qué pedir, exceptuando por lo único que estaba seguro de que Phinks no podría conseguir.

Según él.

Pero el hombre rubio consiguió lo que quiso en una semana, colocándolo orgullosamente al lado de la almohada de Feitan, una mañana y alborotándole el cabello como si fuese un triunfo personal.

Y ahora que había ganado, sinceramente, Feitan no tenía ganas de buscar nada extravagante o realmente dificultoso para el otro, podía fácilmente considerarse como alguien perezoso.

Phinks se desabrochó la chaqueta de chándal mientras se levantaba, inquieto, tratando de averiguar desde que punto empezar.

Para empezar, ni siquiera tenía previsto ganar esta carrera; nunca había llegado tan lejos en su vida y menos con lo competitivo que era el otro hombrecito.

BETTING GAMES⭒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora