Fluke Natouch ojeaba ociosamente los bastidores de los trajes de cóctel. Cada uno llevaba una etiqueta de un diseñador de alta costura y estaba envuelto en un plástico protector. Una sonrisa sardónica, casi como de burla, rondaba su boca. Alguna vez él había tenido un guardarropas con este tipo de ropa. Uno más bello que otro. Su sonrisa se tornó tensa. Por aquel entonces había sido esencial que él se viera tan hermoso como fuera posiblemente.Cada día. Cada noche.
Su sonrisa desapareció. Los recuerdos, por mucho tiempo proscritos, repentinamente emergieron. Una cara de ojos oscuros, deseosos.
Abruptamente dejó caer su mano y caminó a través de la suave alfombra. Era hora de buscar a Maggie y a los niños. Había sido una estupidez permitirse tal debilidad, aunque sea por un breve momento. Sus recuerdos estaban enterrados profundamente. Tal vez un día, cuando fuera muy viejo, los desenterraría. Pero hasta ese momento no era seguro. No era seguro en absoluto.
Mirando hacia delante caminó hacia la arcada que conducía al vestíbulo de la escalera mecánica del mundialmente famoso almacén Londinense. Abastecía a los ricos, a los muy ricos, y una vez Fluke había sido un cliente habitual.
Ahora estaría tanto como fuera capaz de soportar. No había sido su idea. Maggie se había entusiasmado con la idea de hacer una visita especial con los niños para ver el departamento de juguetes de Navidad de la tienda, mágicamente decorado.
—No para comprar, claro está —el socio de su madre, y amigo de Fluke, se había reído —Simplemente para mirar. ¡Ben y Nicky lo disfrutarán! —
Tenían también que conformarse con mirar. Ambos niños estaban acostumbrados a "sólo mirar". Ni a Fluke ni a Maggie les sobraba el dinero como para comprar juguetes costosos.Por un momento lo embargó un sentimiento de pesar. ¿Había sido demasiado impulsivo al regalar el dinero de Nikos que él alguna vez tuvo?
No, levantó su barbilla resueltamente, había hecho lo correcto. ¡En realidad, la única cosa correcta que había hecho! Ese dinero no había sido bien ganando, en absoluto. Una pequeña parte la había guardado y había sido suficiente para mantenerlos a él y a Nicky sin recurrir a la ayuda estatal.
El próximo año, cuando Nicky comenzara la escuela, durante los días de clase él podría trabajar y así sus finanzas se aliviarían un poco.
Pero nunca más, pensó, mientras sus ojos vagaban por última vez en el maniquí que llevaba puesto un traje de noche brillante, sin precio, él volvería a llevar algo como eso.No como esa persona allí, pensó, mirando fijamente a un elegante rubio vestido con un traje de diseñador, frunciendo sus labios, mirando atentamente el traje de noche. El chico sería de su edad, pensó, algunos años menos que treinta, y tenía esa perfección que le dijo a Fluke que pasaba sus días sin hacer nada excepto tener su pelo y sus uñas hechas, obligándose a verse fabuloso.
La forma que solía pasar mis días..., pensó.
Dejó de estudiar momentáneamente al chico. Sí, pensó, apretando sus labios, solía verse así. Revisando lo mejor en ropas. A fin de que poder verse mejor.
Para Ohm.
Los recuerdos regresaron, atenazándole la garganta, asfixiándolo. Era este lugar lo que hacía que recordara ese mundo bello, caro, al que alguna vez, brevemente, había pertenecido. La vista de esas ropas encantadoras, caras, habían desgarrado la barrera frágil, terriblemente frágil, que él había erigido día a día ... año tras año ... en contra de un solo hombre, un solo nombre...
Ohm Thitiwat.
Griego.
Rico.
Apuesto.
Fantásticamente, asombrosamente, irresistiblemente apuesto.
Todo él. Desde su pelo sedoso hasta sus piernas largas, ágiles. Pasando por todo él. El varón más fantástico que alguna vez viera... A quién nunca más vería otra vez.
Su rostro estaba nuevamente ante él , atormentando su memoria..., esa inclinación arrogante de la cabeza, los pómulos altos, esculpidos, y esos ojos, tan oscuros, poblados de abundantes pestañas gruesas, desaprovechadas en un hombre. Pero nada, absolutamente nada, era desaprovechado en Ohm Thitiwat. Ni una pulgada de su cuerpo estaba sin tonificar, esa carne musculosa que una vez había conocido tan íntimamente...
Su boca se torció en una mueca.
No, Fluke nunca había conocido a Ohm Thitiwat. ¡Había conocido su cuerpo, y él había conocido el suyo ... ¡Oh, cómo lo había conocido! Pero nunca había conocido al hombre. Nunca se lo había permitido. Siempre, siempre, aún en la tempestad de su unión física, en los momentos más intensos de la sensualidad compartida, él había conservado la distancia entre ellos, nunca dejándolo cerrar esa brecha, siempre, siempre manteniéndolo alejado, lo suficientemente alejado.Ahora sus ojos reflejaron dureza, y detrás de la dureza, un dolor que nunca lo dejaría. Después de todo, ¿por qué un hombre como Ohm Thitiwat dejaría a un amante acercarse emotivamente a él?
Y mucho menos si se había enamorado de él.
Cerró sus ojos, sintiendo un estremecimiento de dolor sobre él. El dolor que había hecho a un lado hacía ya casi cinco amargos años ¿Pues cuál era el sentido de padecerlo? Podría llorar y agonizar por el amor de Ohm Thitiwat todo lo que él quisiera, pero él nunca lo amaría. Entonces, ¿cuál era el sentido de todo ese dolor, de todo ese amor desperdiciado?
Y no se trataba sólo de que Ohm Thitiwat no lo amaba. Lo odiaba.
Había visto ese odio, fuerte y claro, como arpones atravesando sus ojos, como un cuchillo zambulléndose profundo en su corazón. Odio por lo que le había hecho a él, a su familia... a su hermano.Otra emoción fluyó de pronto desde su interior atravesándolo como ácido corrosivo. Intentó también detener esa emoción, pero no sirvió de nada, comenzó a llegar nuevamente, sacudiéndolo con fuerza propia.
La culpa.
La culpa por Nikos, quien estaba muerto por su causa.
Se obligó a abrir los ojos para que el mundo real regresara. Escapando de aquel otro mundo que lo perseguía, lleno de recuerdos repugnantes de aquella noche terrible, mortal, cuando el hermano de Ohm Thitiwat había muerto.
Sus ojos se posaron en la primera cosa que vio, el rubio elegantemente vestido que revolvía con la mano, señalando un traje de noche mientras consideraba si era o no suficiente para adornar su belleza. Entonces, mientras le mirada de Fluke se posaba sobre él, medio ciego aún, desgarrado todavía entre los recuerdos y la realidad, la cabeza de él chico se volvió. Una sonrisa iluminó su rostro. De saludo, de placer... de satisfacción.
Un hombre entró en el departamento caminando con zancadas firmes y largas hasta el bello rubio, que le sonreía a él... y él le sonreía de vuelta. Le sonreía al hermoso joven que adorna su brazo con la ropa que él le había comprado, adornando la cama a cambio de esa ropa...Una sensación de desmayo se apoderó de Fluke. El salón flotaba, y sintió que sus piernas se debilitaban, todo su cuerpo se debilitaba.
No podía ser... Pero lo era.
La sangre latía en sus oídos como una marea al estrellarse.
Por primera vez en más de cuatro largos e interminables años tenía enfrente a Ohm Thitiwat nuevamente.
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El secreto
FanfictionEl magnate griego Ohm Thitiwat había mimado a su anterior amante, Fluke Natouch, con todos los lujos imaginables. Durante seis meses le enseñó los secretos del placer y se divirtió viendo cómo él se adaptaba a su estilo de vida seductor. Pero su div...