Capitulo Cinco

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Fluke se estaba ahogando, ahogando en dicha, en sensaciones, mientras Ohm poseía su boca. La razón se había esfumado, estaba sumergido totalmente en esta corriente de ardiente deseo, con un hambre que consumía su alma. Ah, después de tanto tiempo, tan largo, tenía a Ohm de nuevo en sus brazos, envolviéndolo contra él, presionando su duro y musculoso cuerpo, con su boca rindiéndose a la suya, mientras él saqueaba su dulzura, clavando, como lanzas, los dedos en su pelo. Sus caderas tensas se arqueaban hacia delante, sintiendo, con excitante emoción, la respuesta instantánea a su estímulo.

No había palabras, ninguna. ¿Cómo podría haberlas? pensó mientras su cuerpo se arrebataba otra vez, cediendo a lo que tan desesperadamente deseaba hacer, recuperar lo que había perdido hacía ya mucho tiempo...

La mano de él se movió hasta su cintura, deslizándolo entre sus cuerpos urgidos, buscando la cremallera de sus pantalones vaqueros. La movió hacia atrás.

—¿Dónde? —Fue todo lo que dijo, apenas levantando su boca de la suya.

—Aquí —Las palabras de Fluke salieron sin aliento, y dejó que lo condujera a su dormitorio a oscuras.

Era una locura, una completa locura. Tenía que pararlo... ¡Tenía que hacerlo! Tenía que parar Fluke...

Pero no podía. Un poder más grande de lo que podía resistir lo poseía.
En silencio, sin palabras, sólo con el toque, le sacó la ropa y lo echó sobre la cama.

—Tengo que poseerte —Las palabras salieron rechinantes de él. Y en la oscuridad, sin palabras, sólo con
un toque, un toque caliente, hambriento, él lo tomó.

El fuego quemaba a través de ellos, instándolos a una consumación salvaje, sin sentido. Su posesión fue total y absoluta. La pasión de él, total y absoluta. El resplandor del deseo los cegaba a ambos, convulsionando sus cuerpos en una única y extrema sensación final.

Fluke gimió por lo bajo, ahogando su grito en el hombro del él, las uñas clavadas en su espalda, sin voluntad, sólo la necesidad, la necesidad absoluta.

Él se movió dentro de su cuerpo una última vez, la cabeza levantada, los ojos cegados, por un largo, interminable momento, permaneció en la eternidad sin fin.

Luego yació, quieto y pesado, sobre su jadeante y exhausto cuerpo.

El corazón de Fluke latía con fuerza, y lentamente, muy lentamente, se dio cuenta de lo que había hecho. Pero incluso antes de que pudiera poner un nombre racional a la emoción que sentía ahora, como una corriente de aire frío, él se apartó de Fluke, y se tendió a su lado, con la mirada fija en la oscuridad. Podía sentir el brazo desnudo contra el suyo, seguía estando tan cerca y a la vez tan distante como las estrellas.

Dijo algo en griego que él no entendió.

Luego, esta vez en inglés, dijo: —Voy a ponerte un piso en Londres. Voy a tener que ser discreto respecto a ti en esta ocasión. Ni siquiera mi padre debe saber que te he aceptado de nuevo, mucho menos mi madre —
Su voz era dura.

La bilis subió por la garganta de Fluke. Horrorizado por lo que acababa de dejar que sucediera. Incrédulo de que hubiera sucedido. Y, para su horror e incredulidad, su cuerpo aún latía, sin importarle nada más que sí mismo, sólo sus propias necesidades y urgencias.

Odiándose a sí mismo y a su cuerpo, rodó hacia un lado, poniendo las piernas en el suelo tratando de ponerse de pie. Una mano salió disparada, encarcelando la suya, la que estaba usando para levantarse.

—¡Déjame ir! —Dijo Fluke con voz baja, como un silbido.

Él soltó una carcajada enojosa.

—¡No puedo! Ésa es la cuestión. Entiéndelo. Nunca deberías haber dejado que te vea otra vez. He luchado durante tres meses, y perdí. Te tomaré nuevamente, te haré mi amante otra vez!

Un sonido de ahogo salió de la garganta de. Fluke.

—¡Estás loco!

Él se rió de nuevo.

Fluke se volvió a mirarlo. La luz tenue hacía que sus rasgos se vieran rigurosamente delineados. Sus ojos brillaban con luz oscura.

—Sí —reconoció él, —Lo estoy. Loco por desearte de esta forma, loco por querer tomarte de nuevo después de todo lo que me hiciste. Y, sin embargo lo hago, ¡Dios me ayude pero te deseo. Codicioso, traicionero e infiel, pero no me importa! ¡Destruiste a mi hermano y a mi familia, y no me importa! ¡Ni siquiera se había enfriado en su tumba cuando te fuiste llevándote todo su dinero contigo. ¡Y no me importa!

Su otra mano serpenteó alrededor de su cintura, tirando de él hacia abajo, contra sí. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, los podía sentir, y podrían ser de él. Sus ojos brillaban mirándolo.

—Parecías tan recatado la primera vez que te vi, tuve que enseñarte todo. Entonces, ¿Cómo es, cómo es esto que me haces? —Su mano se deslizó hacia abajo sobre la suave curva de su cadera, y comenzó a acariciarlo.

Esta vez, Fluke encontró la fuerza para apartarse. Ohm, por un breve instante, intentó retenerlo, pero luego, abruptamente, lo dejó ir. Él se puso de pie tambaleándose, terriblemente consciente de su desnudez, la de él.

—Quiero que te vayas —dijo en una voz frágil y vacía —Simplemente sal de aquí. ¡Vete!

Ohm se puso de pie. Totalmente despreocupado por su desnudez, su cuerpo magnífico brillaba en la penumbra. Fluke sintió un vuelco en sus entrañas y retrocedió un paso. Él recorrió con la mirada despectivamente el pequeño dormitorio y el estrecho pasillo más allá.

—Has caído bajo —dijo Ohm, volviéndose para mirarlo desdeñosamente —Debes haber derrochado todo el dinero de Nikos a lo grande para haberte reducido a este basurero. Bueno, voy a ponerte en la nómina del banco nuevamente, pero...

—¡Fuera! —Su voz fue un chillido.

Fluke buscó a tientas su ropa, encontró la remera holgada y tiró de ella sobre su cabeza. Le llegaba a la mitad del muslo, ocultando lo esencial.

En cuanto a Ohm, simplemente empezó a vestirse de nuevo con mucha calma, como si nada hubiera sucedido.

—Siempre has codiciado el dinero de los Thitiwat —dijo en un tono casi coloquial, mientras Fluke se permanecía allí, con el corazón palpitante, las piernas temblorosas y la emoción atravesándolo como un huracán.

¿Cómo podía estar haciéndole esto a él? ¿Cómo? Fluke se había sobrepuesto a él, ¡sobrepuesto! Pero había entrado y sin una palabra lo había llevado a la cama...

Comenzó a temblar, pero no de frío. La incredulidad lo arrollaba al igual que sus palabras, tan crueles, tan odiosas.

—Tendrás una asignación pero nada más —le dijo mientras se encogía de
hombros en la camisa a la que Fluke le había arrancado completamente —Voy a ser generoso, ¡pero ni pienses en que vas sacar más provecho de mí esta vez! Dime... —él alzó la cabeza y lo miró a través del lecho, mientras se abrochaba los botones de los puños —...simplemente cuánto tiempo te tomó gastar el dinero de Nikos? ¿Un año? ¿Dos? ¿O fue poco a poco? ¿Por eso te encontré comprando ropa el día que te vi? Para prepararte de nuevo y encontrar otro lechón en una fiesta de Navidad? No parece que hayas tenido suerte..

Su desprecio era evidente, y repentinamente, muy repentinamente, el temblor de Fluke se detuvo. Fue reemplazado por la ira, cruda y vehemente, quemándolo. Se dio vuelta, encendió la lámpara de noche, tiró de una puerta del armario y sacó una caja grande de cartón.

Metiendo la mano en el interior sacó un sobre y se lo lanzó a Ohm.

—¡Léelo! —gruñó Fluke —Vamos, ¡léelo!

Con el ceño apenas fruncido cogió el sobre, sacó la carta y la abrió.

Fluke observó cómo cambiaba su cara. Sus ojos se clavaron en él. La carta cayó de sus dedos a la cama, en el encabezamiento se podía leer el nombre de un famoso hospital de niños de Londres.

—Lo regalaste. Regalaste el dinero de Nikos —Su voz fue tajante.

Fluke se puso de pie, con el pecho aún palpitante.

Luego, en el absoluto silencio reinante entre ellos, otro sonido se escuchó del
otro lado del dormitorio.

—¡Papi!

La conmoción se reflejó en las facciones de Ohm.

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