Capítulo Tres

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Su voz era la misma, profunda y con acento, pero ahora estaba llena de una fría ira, exigiendo saber la razón por la que su descartado amante de hacía ya cinco largos años se atrevía a estar en su presencia nuevamente. Había desterrado a Fluke de su vida, de su familia, de cualquier posible contaminación a cualquier otro Thitiwat.

Fluke sintió que una histeria angustiante se apoderaba de su garganta. Dios querido, ¿Realmente pensaba él que lo había estado acechando aquí a propósito? Un hombre al que nunca había pensado ver nuevamente por el resto de su vida? Mientras lo miraba, totalmente congelada, vio que dirigía su mirada a un hombre discretamente parado cerca de la salida del vestíbulo de la escalera mecánica.

Su guardaespaldas. Ohm Thitiwat siempre tenía un guardaespaldas acompañándolo. Era un hombre rico. Muy rico. Estos hombres eran un objetivo. Un objetivo para los ladrones, secuestradores, y codiciosas personas cazafortunas.

Eso era lo que Ohm había pensado de él, Fluke lo sabía. Una más en la larga lista de hermosas personas que utilizan su belleza para poner sus deditos codiciosos dentro de su cartera. Apropiándose de su dinero para gastarlo a manos llenas.

Una sombra de autocondena cubrió sus ojos. Ohm había estado en lo cierto al pensar así, se había sentido encandilado por su riqueza, incrédulo de que pudiera derrochar parte de su dinero en él, para quien hasta ese momento el lujo había sido algo totalmente desconocido, después de toda una vida de perpetua economía y ahorro, con apenas lo suficiente para lo esencial, y mucho menos para otras cosas. Se había desenfrenado mientras fue su amante, Fluke lo sabía, lamiendo el estilo de vida lujoso de Ohm, como un gatito en un recipiente de crema.

Había disfrutado de la ropa que le había comprado, de los regalos que le había dado, de los lugares a los que lo había llevado. Deleitado en la dicha completamente maravillosa y mágica de ser el único en la vida de Ohm Thitiwat, envidiado por todas las demás personas, el elegido, a pesar de ser sólo una persona común y corriente. Lo había arrancado de la tienda de regalos del hotel y lo había elegido para ser su compañero de cama. Y él había ido de buena gana, con entusiasmo, con impotencia; la idea de rechazar su maravillosa y mágica invitación ni siquiera fue una posibilidad. Porque ¿Alguien podría rechazar Ohm Thitiwat?

—¿Y bien? —La voz áspera de Ohm se coló a través de su auto recriminación.

A modo de una horrible repetición burlona de la primera vez que había hablado con él en la tienda de regalos del hotel, Fluke fue incapaz de responder, no podía hacer que su voz funcionara. Pero tenía que hablar, decir algo, cualquier cosa. A pesar de que sus miembros se sentían como el agua y sus huesos como cera
blanda.

—Nada... —La palabra salió como un siseo de entre sus dientes. Tragó saliva y dijo de nuevo, esta vez más claramente —Nada.

El recuerdo de la última vez que había hablado con él lo asaltó. Las últimas
palabras que le había dicho cuando le había prohibido asistir al funeral de su hermano Nikos.

—¡Fulano! ¡Fulano asesino!

Tropezó al pasar junto a él, pero una mano salió disparada, cerrándose sobre su brazo como si fuera una banda de acero, clavando los dedos en la carne.

—¡Déjame ir!

Por un largo y devastador momento, que consumió su alma, lo miró a los ojos oscuros como la noche.

Y en ese momento el presente retrocedió, yendo hacia atrás hasta el pasado que alguna alguna vez que habían vivido juntos.

Tormento y gozo. Agonía y éxtasis. Todos al mismo tiempo.

Oh Ohm, Ohm, ¡cómo te amé alguna una vez! ¡Cómo me habría rendido a tus pies! Pero no me quisiste, no me quisiste para ninguna otra cosa que no fuera tu cama. Y creías que todo lo que quería de ti era tu dinero...

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