Capítulo Cuatro

240 47 1
                                    







Ohm Thitiwat miró la dirección de las afuera de la ciudad impresa en el memorandum que su agencia de seguridad le había remitido, y luego dejó caer el papel de nuevo.

No, no haría ningún seguimiento. Nunca volvería a tener nada que ver con ese chico que había destruido a su hermano Nikos.

¿Sólo a Nikos?

La pregunta se burlaba de él, pero él la aplastó a un lado. ¡No, no había dejado que Fluke Natouch lo destruyera! No había sentido nada por él, excepto deseo, eso fue todo.

Fluke había sido su amante, eso había sido todo.

Cierto, había sido diferente, cautivadoramente diferente, de su compañía habitual. No fue sólo su belleza natural y sin artificios lo que había llamado la atención de sus ojos expertos la primera vez que lo vio en aquella tienda de regalos del hotel, o la mirada de sus ojos, muy abiertos, que habían reflejado su inmediata respuesta a él. Fue que, por lo general, sus amantes eran seductores, sofisticados y con mucha experiencia sexual. Fluke no había tenido ninguna de estas cosas.

Oh, por allí había andado un chico torpe, según le había contado con voz vacilante, que había tomado su virginidad en una reunión de adolescentes borrachos, pero todo lo que había aprendido en la experiencia fue como no tener relaciones sexuales. En sus manos expertas había aprendido el arte del placer, y había demostrado ser una buena y ardiente alumno.

Había disfrutado enseñándole, disfrutado tomarlo en esos viajes al paraíso de los sentidos, y había encontrado, ciertamente, que él había extendido ese paraíso para él de maneras que nunca había experimentado antes.

No esperaba eso. Lo había seducido simplemente porque su predecesor había escogido tontamente tratar de manipularlo, algo que nunca toleraba en una pareja, y porque Fluke había sido un contraste refrescante.

Su memoria comenzó a recordar, cómo lo había mirado con asombro, su cabello oscuro como una nube alrededor de su cara bonita, ojos azules enormes, las pupilas dilatadas, el cuerpo temblando cada vez que lo tocaba...

Bruscamente tiró la nota lejos de él, y se levantó. ¡No fue sólo a él al que había mirado con asombro, sino también a las cosas que le había comprado! Su boca se apretó. Le había hecho gracia al principio, divertido por su reacción sorprendida al derroche de su riqueza en él. Comprándole ropa hermosa, llevándolo a lugares hermosos, dándole un estilo de vida lujosa. ¡A él le había encantado, se había deleitado en él!

Una luz dura brillaba en sus ojos oscuros.

Se había vuelto codicioso. Quería más. Y no había sido quisquilloso a la hora de conseguido. Primero había tratado de atraparlo a él, y luego, cuando le había dejado claro que no estaba dispuesto a darle un boleto dorado de por vida, había apuntado a Nikos.
El maleable, echado a perder y vulnerable Nikos. Fluke había puesto sus pequeñas garras codiciosas en él y no lo había soltado. No hasta que se casó con él. Y entonces lo había destruido.

Lo traicionó a las pocas semanas de la boda y eso había matado a Nikos. Había matado a su hermano...

Metió la nota sin leer en el cajón de su escritorio y salió de su oficina. Ver de nuevo a Fluke no había sido nada más que una casualidad, mala suerte.

¿Y qué si había sentido, como la hoja de un cuchillo, una punzada de deseo cuando lo vio, de pie, tan hermoso como siempre, con el pelo como una nube alrededor de su cara, sus ojos abiertos y brillantes para él como habían estado en otro tiempo? Hacía que todas las demás personas con las que había estado parecieran empalagosas, aburridas, sin sentido.

No debería recordarlo. No debería recordarlo. Había trabajado para sacarlo de su sistema, y lo había logrado. Era historia. Fluke había tomado el dinero de Nikos y se había largado hacía ya casi cinco largos años ¡Qué le aprovechara!

El secreto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora