CAPÍTULO 5

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          Cuando por fin recobré el conocimiento, un grupo de cuervos se acercaba a mí

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          Cuando por fin recobré el conocimiento, un grupo de cuervos se acercaba a mí. En ese instante, toda mi vida pasó frente a mis ojos; pude ver desde que era un bebé hasta el momento en que conocí a Alouqua. Me levanté enseguida y traté de huir de ese lugar, pero mis piernas me fallaban, los brazos me temblaban y mi cuerpo carecía de fuerza. Así que, sin más, decidí que, si tenía que morir, no lo haría en las garras de esas asquerosas aves. Comencé a buscar a mi alrededor y logré ver una rama afilada. Usé toda la fuerza que logré reunir y decidí lanzarme hacia ella. Tomé aquella rama, alcé mi brazo, cerré los ojos y a toda velocidad lo llevé a mi garganta. De pronto, mi mano se detuvo de manera abrupta. Abrí los ojos y vi la silueta de un hombre que sujetaba el arma con la que me arrancaría la vida. Los cuervos, que me veían como su presa, ya no estaban ahí; habían huido al notar la presencia de mi salvador. 

          Cuando traté de agradecerle al hombre por tan oportuna intervención, sentí un fuerte golpe en la boca del estómago. Me comencé a retorcer por el dolor y, mientras trataba de recobrar el aire, escuché que me decía: "Eres un estúpido, no sabes lo que estuviste a punto de hacer, casi lo arruinas todo. Levántate y vámonos". Era Abbysael, quien era mi salvador y agresor a la vez. Me levanté y, con mucha vergüenza, solo dije "lo siento" y comencé a caminar junto a él.

          Al cabo de lo que, a mi parecer, fueron varias horas caminando entre aquel bosque repleto de gritos y personas torturadas, llegamos a una cueva que Abbysael me hizo saber que era el paso hacia el siguiente infierno. En ese momento, empecé a sentirme nervioso; me faltaba el aire, estaba lleno de náuseas y mi mirada se desenfocaba. Estaba nuevamente en medio de un ataque de pánico, y es que la incertidumbre por no saber lo que venía estaba acabando conmigo.

          Intenté fingir que estaba bien y seguí caminando hacia la cueva. Una vez dentro de ella, apareció un círculo morado alrededor de nosotros. Una estrella de cinco picos y una escritura desconocida para mí comenzaron a rellenar el círculo. Al terminar de formarse la imagen que estaba en el suelo, justo a nuestros pies, esta comenzó a subir, y al recorrer nuestros cuerpos, nos transportó al siguiente infierno.

          Una vez allí, quedé bastante extrañado, ya que no era nada de lo que me hubiera esperado. Lejos de ser un lugar macabro, lleno de gritos o paisajes desoladores, era un sitio muy parecido a un hospital, lleno de cuartos, completamente blanco y muy pulcro. Lo único que destacaba por ser de otro color eran los números en las puertas, ya que cada una con su propio número y el nombre de quien estaba adentro de cada habitación. Esto me llenó de curiosidad, pues quería saber qué había dentro de cada habitación. Al intentar acercarme a alguna de ellas, sentí la mirada de mi compañero.

 Al intentar acercarme a alguna de ellas, sentí la mirada de mi compañero

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Una mirada al abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora