ABBYSAEL 2

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          Lo primero que hizo mi injusto padre al tomar el control fue cancelar las expediciones a África, vender a mis esclavos personales y volver a hacer tratos con sus malditos socios

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          Lo primero que hizo mi injusto padre al tomar el control fue cancelar las expediciones a África, vender a mis esclavos personales y volver a hacer tratos con sus malditos socios. No pasó mucho tiempo antes de que no pudiera soportarlo más, así que decidí que me vengaría de aquellos que me hicieron perderlo todo.

          Afortunadamente, el ser alguien desconfiado me hizo guardar un poco de oro en una cueva, y no me importaba si debía usarlo todo; lo único realmente importante era alcanzar mi meta: volver a ocupar el sitio que me correspondía, ese que con tanto trabajo conseguí.

          La suerte comenzó a sonreírme nuevamente cuando, un día por casualidad, escuché una conversación entre Marcus (uno de los socios de mi padre) y el dueño legítimo de esta casa, es decir, mi papá. En esa conversación, ellos acordaban la entrega de un cargamento masivo de esclavos proveniente de Egipto y Tracia. Dicho cargamento se suponía era de la mejor calidad, pues según dijeron incluía un batallón de soldados tracios, así como algunos guerreros egipcios; también venían muchas mujeres, que en su totalidad eran jóvenes, y lo que era aún mejor, venían bastantes vírgenes entre ellas. No hace falta mencionarlo, pero la conversación era privada, así que solo ellos dos sabían sobre esto, bueno, ellos dos y Aulus (el tercer socio).

          La oportunidad era perfecta y no pensaba desaprovecharla, así que sin perder tiempo me marché de ese lugar y fui por el oro. Contraté a un grupo de hombres para que se hicieran pasar por un muy adinerado comerciante y su guardia personal, y de esa manera pudieran ir a donde Marcus a pedir un cargamento de esclavos. Los hombres que mandé estaban instruidos para negociar con él y ofrecer un precio mayor del que él y mi padre tenían pactado. Debo decir que todo fue mucho más fácil de lo que esperaba, pues no pasó mucho tiempo antes de que él mencionara el enorme cargamento que estaba por recibir. Así que, luego de una larga negociación, se acordó el precio y el día en el que se recibiría la mercancía.

          Después de la negociación que tuvo Marcus con mis hombres, esperó algunos días para ir con mi padre y decirle que el cargamento se había hundido, y que él había perdido una fortuna junto con los esclavos y los barcos en los que venían. Mi padre se portó comprensivo e incluso ofreció algo de oro para que Marcus no se quedara con las manos vacías y pudiera ayudarse en lo que conseguía otra negociación.

          El tiempo que tenía que esperar para que finalmente llegara el día se sentía eterno; ya no soportaba un segundo más bajo las órdenes de ese viejo. Solo esperaba que al darse cuenta de que sus socios no eran las personas que él creía, tomara conciencia y por fin hiciéramos las cosas a mi manera.

          Finalmente llegó el día tan esperado, así que mandé a mis hombres a esperar a Marcus para proceder con la negociación. Mientras tanto, yo convencí a mi padre de ir al puerto (lugar donde se llevaría a cabo la negociación) con el pretexto de que necesitaba ir a Sicilia para tratar un malestar que tenía, dado que nuestro médico era de ese lugar.

          Al comenzar a explicarle a mi padre sobre mi malestar, se mostró preocupado; ni siquiera me dejó terminar de hablar y me dijo que iríamos a donde el médico. Esto me tomó por sorpresa, pero a fin de cuentas era justo lo que yo quería. Al llegar al puerto, vimos de lejos a Marcus, estaba junto con mis hombres, aunque lo que sí me extrañó fue que también estuviera Aulus, pues pensé que lo dejaría fuera. Fingí que no los había visto, esperando que mi padre lo mencionara primero, pero no dijo nada, solo hizo muecas de desagrado y siguió caminando. Un poco más adelante de nuestro camino, nos encontramos con un conocido y él fue quien preguntó por qué no estábamos junto a Marcus y Aulus. Fingiendo sorpresa, pregunté: "¿Marcus? ¿Aulus? ¿Qué hacen ellos aquí?", a lo que el hombre exaltado nos dijo: "¡Están cerrando un enorme trato, parece que venderán todo un lote de tracios!"

          Todo estaba saliendo perfecto, mi padre ya sabía que lo habían traicionado y todo estaría bien; al fin rompería lazos con esos tipos y yo podría comenzar de nuevo. Entonces le pregunté a mi padre por qué no estaba con ellos, le dije que no se preocupara por mí y que fuéramos a concluir el negocio, pues también él era socio. Pero él solo me dijo que si ya estaba mejor, entonces nos fuéramos al Domus y, sin decir nada más, simplemente comenzó a caminar y yo a seguirlo.

          Al llegar al Domus traté de pedir una explicación, pero mi padre comenzó a gritarme, llamándome hipócrita y conspirador. Al tratar de defenderme, me dijo que ya no era su hijo, que me votaría de la familia. Me acusó de haber planeado todo, como si yo hubiera sido el que lo traicionó. Mi sangre hirvió como nunca antes y, sin pensar en nada, tomé un jarrón que tenía cerca y lo estrellé en la cara de mi padre con todas mis fuerzas. Mientras él caía inconsciente al piso, yo me llevé las manos al rostro, pues no podía creer lo que había hecho.

          Comencé a mover a mi padre con desesperación hasta que me di cuenta de que su muerte me convertía en el señor de la casa. Ahora solo tenía que pensar cómo desaparecer el cuerpo, pero, para mi desgracia, mi padre aún vivía y con ello su promesa de desterrarme de este lugar. Así que lo cargué y lo lancé a una de las celdas de los esclavos, y para evitar que lo sacaran de ahí, lo amarré a una silla, le tapé la boca y ordené que nadie fuera a ese lugar.

          Al mismo tiempo que esto ocurría en mi domus, Marcus y Aulus llevaban a cabo la venta en el puerto. Lo que no esperaban era que tenía gente alrededor que fingiría raptar al comerciante para que no se dieran cuenta de que realmente no teníamos el oro suficiente para la compra. Todo salió según lo planeado, terminando el trato con todos los implicados huyendo y el comerciante raptado.          

          

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Una mirada al abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora