ABBYSAEL 1

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          El humano que trajo Alouqua esta vez es bastante entretenido; es muy miedoso y llorón, pero supongo que es normal, pues ellos no están acostumbrados a ver lo mismo que nosotros vemos diariamente

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          El humano que trajo Alouqua esta vez es bastante entretenido; es muy miedoso y llorón, pero supongo que es normal, pues ellos no están acostumbrados a ver lo mismo que nosotros vemos diariamente. Aun así, me agradó un poco. Aunque, en realidad, no tuve mucho contacto con los otros, pues la mayoría moría de impresión al ver a mi compañera demonio transformarse.

          Pues la impresión de saber que tuvieron sexo con un demonio los hacía perder la cabeza, y así no nos sirven. Los pocos que lograban resistir morían al no soportar las condiciones de la entrada al infierno. Según dicen, el aire es muy caliente y, en la mayoría de los casos, sus pulmones colapsaban y a veces explotaban; otros tantos morían al calentarse su sangre y ésta les brotaba por los ojos, la nariz, la boca y los oídos.

          La verdad es que esto era un tanto divertido, aunque nosotros podríamos curarlos y ayudarles, nunca lo hicimos, porque no nos interesan los humanos débiles. Así que los dejamos morir y los pocos que lograron pasar de ahí no soportaron la vista de mi señor Amón, quienes iban llenándose de terror para terminar muriendo de un infarto, de hecho, sus cabezas adornan la repisa de mi señor. Bueno, excepto la del último, ya que no dejaba de correr y mi señor se hartó y lo devoró; de él si no quedó nada. Por eso me sorprendí al recibir el llamado de mi amo y ver que trataba tan cordialmente a este humano, pero ahora lo entiendo y entiendo el por qué fui elegido para llevarlo con el rey.

          Pues este humano aunque temeroso jamás olvidó sus instintos básicos, se aferra a su vida fingiendo valentía. Aunque por dentro esté muriendo de miedo, y esos ojos... vaya que se nota que ese hombre es ambicioso lo pude notar en varias ocasiones, esos ojos brillaban de avaricia sin importar la situación en la que se encuentra, como en el momento en el que vio las armas de mi señor, o el momento en el que recibió la moneda del sheol. Es evidente que solo piensa en regresar y venderla para llevarse una vida de opulencia, y siendo justo si sale de aquí con vida lo merece. Aunque dudo que sea tan fácil. Aun así haré lo que pueda para cumplir con la misión que me fue otorgada y sé que él también se esforzará y lo sé porque es humano me recuerda a mí cuando aún estaba vivo.

          Y es que, a pesar de que fue hace miles de años, lo recuerdo como si hubiera pasado ayer. Yo era un joven comerciante de esclavos, un empleo que fue una herencia de mi padre. Él me enseñó todo lo necesario para poder vivir "bien con esa ocupación, y gracias a su nombre no me sería muy difícil, ya que, incluyendo a mi padre, ya éramos cinco generaciones dedicadas a lo mismo. El único problema es que yo no quería esa vida para mí; o mejor dicho, yo no merecía una vida así, yo merecía mucho más, y claro que lo conseguiría.

         El mayor inconveniente que tenía, o tal vez sería más exacto decir, mi mayor obstáculo, era mi padre. Él era una persona muy "cerrada" y me frenaba mucho, pues todo el tiempo me decía que cada quien tenía su lugar y que lo mejor era aprenderlo y aceptarlo para no tener problemas. Mi padre nunca quiso más; él siempre se conformó con los bienes que se obtenían del negocio, aunque debo aclarar que no eran pocos. Es decir, no vivíamos en la ruina; éramos una familia acomodada y respetada, pero como dije, yo me merecía más.

          Cuando al fin llegó el día en el que tomé el control de la familia, pensé que al fin sería libre de manejar los negocios a mi manera. Así que me dirigí a África para obtener esclavos, ya que de ese lugar se obtenían unos de mejor calidad, más grandes, con más músculos y, claro, con mejores ganancias para mí, sobre todo porque ahí no había intermediarios. Solamente tenía que cazarlos yo mismo y transportarlos a mi domus. Ya estando allí, los limpiaba, arreglaba un poco y los ofrecía en el mercado. Con este método gané muchísimo oro y así, en muy poco tiempo, tripliqué la riqueza de la familia.

          Me sentía sumamente orgulloso de mí y de mis logros, y aunque, gracias a mis tácticas, obtuve muchos detractores (sobre todo los antiguos socios de mi padre), nadie se atrevía a reclamar nada, ya que desde que comencé a ir a África contraté a bastantes hombres para que me cuidaran. Además, a los esclavos de mayor calidad me los quedaba yo y les daba un trato "especial": los hacía sentir que eran libres y les daba poder sobre los demás esclavos. Incluso tomé a uno de ellos como mi mano derecha, o al menos eso creía él, pues yo jamás confié en nadie. De esta manera, me hice de un ejército personal que me era totalmente leal, algunos por oro y otros por privilegios.

          Estaba viviendo lo que siempre quise, y eso era apenas el comienzo, hasta que un día mi padre llegó a mi domus totalmente encolerizado. Comenzó a gritar y a lanzar los bustos de mí que había mandado hacer, y cuando al fin llegó a donde me encontraba, me abofeteó diciendo que era una vergüenza como hijo, que lo había deshonrado y que se arrepentía de haberme dado el control de la familia. Se quejó fuertemente porque dejé de comprar esclavos a sus intermediarios, argumentando que desde siempre habían sido socios, que ninguna fortuna valía si no era ganada con "honor", y que lo mejor sería que él siguiera a cargo de todo. No pude hacer nada ante tal injusticia, pues las reglas de entonces eran claras y él tenía derecho sobre todo. Así que solo me quedé callado y me convertí en un empleado más.


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Una mirada al abismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora