En la investigación, descubrió cada una de las habitaciones. Al menos, las que se podían encontrar sin salir al jardín interior. En esta época del año, caminar dos veces en el mismo día bajo la lluvia era de idiotas, así que no se arriesgaría hasta encontrar una mejor razón.
Para sorpresa del Venerable, aunque por fuera parecía una antigua casa japonesa, por dentro las cosas no eran tan sencillas. Si uno lo observaba desde una visión aérea, la estructura estaba construida como un cuadrado gigante. Se subdividía en un pequeño patio con preciosas estatuillas de animales y de hermosas flores. Y justo en medio, un edificio aún más pequeño.
Desde ese diminuto lugar, cruzando los pequeños puentes rojos, el aroma de Rubí era abrumador. Ahora, el Antiguo se cruzó de brazos y caminó de nuevo sin ser visto por ninguno de los cuatro adultos. Pasó frente a la cocina detrás de una mujer alta de cabellos blancos muy ocupada cortando ingredientes. Su hermana gemela atendía el fuego donde hervía una olla.
Las brumas del humo envolvieron al dios y lo obligaron a detenerse. Se inclinó contra la puerta entreabierta. Existía algo muy familiar en el movimiento de las mujeres, allá en el fondo de sus propias memorias. Después de disfrutar del olor a congee por un rato, cruzó al comedor donde un hombre esbelto levantaba los restos de la última comida.
El Dios se detuvo solo para beber la belleza de su sonrisa, el movimiento de los brazos delicado y lento. Sin embargo, pronto el clima alcanzó al Antiguo. El frío y la necesidad de ropa nueva superó sus deseos voyeuristas.
Más tarde encontraría un momento para espiarlo.
Con una última mirada, la sombra abandonó la habitación en dirección a los pasillos de los dormitorios. Al menos ahora ya el agua no goteaba a su cuello, su cabello un río de amarillo. Mientras buscaba uno de los almacenes para robarse la ropa, una imagen captó su atención con el rabillo del ojo.
El Dios se detuvo en seco y se agachó, la luz del hogar iluminó el rostro de la sombra, el ojo verde coloreado por el naranja del fuego.
Lime se encontraba en su habitación, dedos cuidadosos al pintar juguetes. Después de lijar las formas de madera, el hombre los había colocado de forma ordenada uno junto al otro, los caballos llenos de detalles pero aún cubiertos de sangre invisible. Todo lo que tocaba pronto se corrompía, incluso algo tan puro como los animales para Rubí y los otros niños pequeños.
En la danza de las penumbras con la llama, las líneas en el rostro del hombre estaban llenas de secretos, dolores y cuerpos escondidos en el ático. O bajo el tatami, el Venerable lo olía. Durante su vida, la Casa había visto más muertes que su propio templo.
Sin hacer ruido al entrar, el Dios se deslizó en la rendija. Lime ni siquiera registró el cambio en el aire, pero levantó la cabeza cuando captó el quejido de la madera contra el silencio de las paredes. Uno de los armarios estaba lo suficientemente abierto como para que un hombre sacara una prenda. El sirviente no cambió su expresión, las telas de su atuendo crujiendo al levantarse.
Lime dejó el cepillo y el oso a medio hacer, sus ojos nunca dejando el espacio oscuro entre la ropa. En el paso de un segundo, una gubia se detuvo a solo unos centímetros de la nariz del Antiguo. El filo se reflejó en su pupila, negro contra el gris lleno
La rapidez del movimiento de Lime dejó perplejo al Dios, completamente paralizado mientras el sirviente registraba el estrecho espacio, apenas alto para que un adolescente se sentara, no así para ocultarse. Su perfil estaba agriado por la preocupación y las primeras arrugas de la vejez. El cabello oscuro estaba perfectamente recogido en un moño, pero el Venerable no encontró ninguna gracia en su rostro.
Las facciones eran tan comunes que era casi un insulto llamarlo atractivo. Sin embargo, cuando Lime encontró la rica túnica roja introducida a empujones entre futones, el resto del color desapareció de su rostro.
ESTÁS LEYENDO
Ramo de flores invernales
RomanceEn un templo abandonado en medio de las montañas, la ofrenda de un niño despertará una fuerza antigua dispuesta a destruirlo todo a su paso. Para asegurar la buena suerte en su mandato, los jefes de la familia Anzuhito necesitan una joya a su lado a...