En el sueño, Lime estaba sentado ante una gran mesa.
Las fuentes llenas de comida parecían tocar el techo, las velas iluminaban la grasa de las carnes y el zumo de las frutas. Los perfumes de la carne y el pollo le hacían cerrar la boca, abrumado por los olores. En la sala, afuera de las sombras, no había un lugar libre de cualquier tipo de objeto. El empapelado de las paredes sólo era más mobiliario, cualquier tipo de ventana quedaba fuera de su vista. Pero Lime no tenía sensación de opresión pese a la cantidad de objetos, la temperatura era agradable y, aparte del olor, el aire de la habitación era fresco.
Sin embargo, el criado no tenía hambre. Asco era su emoción más cercana, cansancio la siguiente. Confusión al mirar a su alrededor y no entender dónde estaba. Incluso en su sueño, Lime no podía respirar en paz.
La construcción del lugar le resultaba familiar y, al mismo tiempo, nunca había estado allí. Lime intentó levantarse, pero las piernas no le respondían y pronto le dolieron las uñas de tanto agarrar la silla. La sequedad de la garganta del criado sólo era igual al miedo de su corazón. Lime sólo podía explorar con la vista, la nariz y, por supuesto, los oídos.
Una vez que fue consciente de ello, el silencio se extinguió y una serie de pequeños sonidos se sucedieron. Primero, un crujido insistente como el de alguien comiendo col fresca. Luego, un sorbo tan profundo y largo que hizo que a Lime le cosquilleara la garganta. Detrás de la montaña de comida, algo se daba un festín sin darse cuenta de la presencia de compañía.
El tiempo pasaba a paso lento, sólo la cera de las velas transformándose en charcos como signo. Ni la luz ni su cuerpo percibían este cambio, quienquiera que fuera era sombras inmóviles en el momento de la imagen incompleta de un artista aficionado. Los pequeños golpes de los platos, de los huesos al romperse, paso a paso crecían en intensidad hasta que no sólo el olor era nauseabundo, sino que también la cacofonía lastimaba los oídos de Lime.
Un sabor ácido le subió por la garganta mientras la pila de comida empezaba a bajar. Ahora podía ver la forma de una cabeza rubia, que se movía de un lado a otro sin detener su voraz misión. Platos desechados, fuentes y palillos rotos ensuciaban el suelo ahora visible. Las pilas de platos sucios crecían hasta el techo. El agotamiento cubría el rostro del criado con el sudor del miedo, y los nuevos detalles de su anfitrión empeoraban por segundos.
¿Cuántas horas habían pasado ya?
—No las suficientes, sin duda, y ya demasiadas —susurró en su mente, aunque sin fuerzas para producir un sonido. Las puntas de sus dedos sangraban ahora, y las uñas se astillaban. Sus ojos intentaron centrarse en otra cosa, pero la figura estaba ahora a la vista y captó su mirada en un instante.
Inmediatamente el rostro se hizo visible, Lime sintió una mano fría que le agarraba la base del estómago. Más que una cabeza humana, la piel del cuero cabelludo recordó al viejo criado a los antiguos maniquíes de la tienda de su infancia. Lime casi podía ver las costuras rotas, la piel oscura y pútrida de un cadáver en la piel más colocada.
—¿Es eso una máscara? —No pudo detener el pensamiento, los escalofríos ahora visibles en su cuerpo. Los pelos de sus brazos eran púas, hirientes al tacto. Le dolían los intestinos y sentía la ropa mojada. Lime se había meado encima, estaba seguro. El olor ocre pronto se unió al resto de perfumes.
La forma de los ojos, de la boca, estaba tan mal creada que se veía la piel de debajo. Sangre negra sobre una superficie rugosa. La familiaridad se hinchó, igual que el miedo. Era lo mismo que Ume, el hombre de los Ojos Oscuros. El dios de la montaña que rodeaba el hogar de las joyas. Ume tenía los ojos del mismo color que aquella cosa, idénticos a los que el pequeño Rubí había usado para su dibujo...
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Ramo de flores invernales
RomansaEn un templo abandonado en medio de las montañas, la ofrenda de un niño despertará una fuerza antigua dispuesta a destruirlo todo a su paso. Para asegurar la buena suerte en su mandato, los jefes de la familia Anzuhito necesitan una joya a su lado a...