El Pasado

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Frente a Lime, una gran escalera crecía hacia el cielo. O tal vez, bajaban hasta el infierno.

Al menos, ésa fue la primera impresión que tuvo el sirviente cuando miró hacia arriba, al final de la escalera. La oscuridad persistía como una nube, comiéndose los límites del objeto con la enorme boca de las sombras. Las antorchas permitieron que sus ojos se adaptaran a la nueva estancia, un lugar aún más extraño que el comedor.

El vestíbulo era un espacio del tamaño del estrecho pasillo de las catacumbas, sólo iluminado a lo que permitían los haces de luz. El resto de la habitación estaba llena con la forma de las escaleras. Subir o bajar, ésa no era realmente la cuestión, sino la forma en que estaban construidas las escaleras. Era la primera vez que Lime veía un lugar así, diferente en cada habitación en la que entraba. Por supuesto, nunca había estado lejos del pueblo, montaña abajo.

La casa de la familia Anzuhito estaba reservada sólo para la joya seleccionada. El resto tenía la misión de morir sin ningún tipo de queja ni gloria. Lime parpadeó, fijándose en el ahora, en lugar del antes. El sirviente sabía que Oro o la otra joya encontraban aún más horrores bajo el escudo familiar que él en aquel templo imaginario.

Por eso, Lime siguió caminando. Ume era un matón, nada más. Trató con una buena cantidad de ellos a lo largo de los tiempos, uno con poderes sobrenaturales no lo asustaría. Lime se agarró los pantalones de su hanfu, dirigiéndose a las sombras con manos temblorosas. Al menos, ahora estaba lejos de la cosa tras la puerta. La soledad era preferible a las malas compañías, después de todo.

Las antorchas se perdieron detrás de él en un momento dado, sólo la impenetrable nube de penumbra. No había barandilla en el espacio del vacío hacia abajo, el viento helado bailaba en su pelo mientras el frío penetraba en las múltiples capas de su ropa. Lime tuvo cuidado de caminar siempre por el centro del camino, sólo el sonido de sus jadeos audible en la habitación.

Lime no estaba cansado, pero su mente ardía de recuerdos. De los niños, de las múltiples veces que había sido tocado por la mano de un hombre no deseado. En la habitación no había nadie más, pero estaba bien acompañado por su yo del pasado. El hombre podía sentirse a sí mismo, al niño que llevaba de la mano. La cabeza apenas le llegaba a la cintura.

—¿Adónde me llevarán estas escaleras? —preguntó el hombre a nadie, los pequeños dedos calientes contra la gélida temperatura de su propia mano. El niño no contestó, su forma era demasiado pequeña para comprender la importancia de la pregunta, o las consecuencias que los llevaban hasta allí. Lime sólo tenía edad suficiente para empezar a tener su propia habitación cuando Oro fue seleccionado, sus hermanos fueron asesinados y él fue enviado lejos a un tipo diferente de Casa de Flores.

Sin embargo, Lime aún se las arreglaba para acariciar la cabeza del niño con suavidad. Si el niño estaba asustado, se las arregló para ocultarlo tras una barrera de silencio. El pequeño y el viejo no eran realmente diferentes el uno del otro.

—Bueno, en realidad no importa, ¿verdad, pequeño?.

El niño respondió agarrando con fuerza su propia mano. Sí, la tinta de aquel futuro ya se había secado. Lime dejó escapar un suspiro triste. Las escaleras seguían subiendo una tras otra, pero el hombre podía sentir el rumor de un viento frío sobre sus cabezas.

Por eso estaba preparado cuando otra mano más fría agarró la suya. La pareja se detuvo un segundo, el olor a podrido era señal de una sola persona.

—Señor Dios, qué casualidad encontrarle aquí. —Lime no apartó la mano. Era inútil, este era el palacio del Viejo y él haría su voluntad.

—Pequeño Lime, me alegra ver que ya te has acostumbrado a mi presencia. —La suave voz era alegre, pero juguetona de una manera oscura. Ninguno de los dos parecía especialmente contento de la presencia del otro, no aquel día. Ume guardó silencio, pensando en algún otro aspecto que Lime no podía imaginar.

Lime puso los ojos en blanco, acercándolo más a ellos. A aquella distancia, el olor a carne putrefacta era el peor. El sirviente trató de no inspirar profundamente, sólo lo suficiente para no perder el conocimiento.

—Oye, estoy hablando contigo. Me lo debes.

Ume hizo una pausa, con confusión en la voz.

—¿He hecho algo ahora?

—.... ¿En serio?

El Viejo no podía ver la cara de Lime, pero la expresión de fastidio era palpable en sus palabras. Se rió nerviosamente, entrelazando sus dedos. Muerte fría y fuego vivo, perfecto tras unos minutos de cordialidad mutua.

El niño guardó silencio, pero Lime podía oír ahora su respiración. El criado estuvo tentado de soltarlo, pero el miedo a perder la inocencia en aquellos oscuros pasillos era más fuerte que el pavor a tocar una parte de su propia alma.

—Vale, quizá he sido un poco mierda en el poco tiempo que llevamos de conocernos. —Ume volvía a estar de buen humor, así que era fácil hacerle feliz. Lime le dio un suave apretón.

—Más que eso, debo discutir.

El Dios admitió su derrota, con la cabeza gacha aunque los demás no pudieran verlo. La forma en que ahora era sensible a los estados de ánimo de los demás era un poco inquietante. Lime intentó no pensar demasiado en ello.

Ume continuó, el lugar de las escaleras ahora un poco más cálido y abierto. Los olores a su alrededor también parecían menos agresivos, así que el sirviente lo agradeció.

—Sí, sí. Pero tienes que verlo desde mi perspectiva. Estoy aburrido, y ahora estoy atrapado dentro de tu cabeza. —La forma en que hablaba era diferente a la de antes. Ume estaba frenético, perdiendo un poco la cabeza, pero también lo suficiente tranquilo como para sonar suave. Lime no estaba seguro de cómo sentirse con esta nueva faceta suya.

—Pensé que Rubí era tu amigo...—Comenzó el criado con tono suave, recordando la cara del pequeño Rubí y la emoción de su expresión cuando se los presentó al adulto.

Ume suspiró, deteniendo sus pasos sólo un instante. El otro adulto pudo percibir la lucha que mantenía con las palabras, como si una grulla le tapara la boca. Finalmente, el dios reanudó el movimiento, y la pareja siguió con un grave silencio, antes de responder a la pregunta.

—Yo también lo pensaba, pero me temo que estamos en un aprieto, tú y yo. —Lime frunció el ceño, la familiaridad le molestaba mucho. Sin embargo, mantuvo la boca cerrada—. La primera persona de la casa con la que me relacioné fuiste tú. Así que estoy atado a tu mente.

Lime dejó escapar un enorme suspiro. Las cosas empeoraban cada vez que entraba en los reinos de su cabeza. Tal vez era mejor en la realidad, el dolor era al menos pasable. Este lugar era un infierno.

—Me has poseído...

—Accidentalmente. —dijo con tono avergonzado. Lime tuvo la tentación de empujarlo por las escaleras, pero su mejor juicio seguía funcionando—. Sin embargo, todavía puedo interactuar con los demás, sólo que no de la manera que me gustaría. Sólo puedo entrar en tu cabeza, por ejemplo.

—Así que los demás están teniendo noches de sueño increíbles. —El mundo a su alrededor se volvía más claro a cada paso. La escalera era un gran caracol desde arriba y, al final, la luz del exterior les llegaba con una suave brisa. El peso de la mano del niño pronto desapareció, dejándoles solos en el espacio gris.

—Un poco. Estoy intentando descubrir algunos de tus secretos. —rió, soltando la mano un segundo antes de agarrarla por la muñeca. Sus ojos negros parecían brillar como el carbón—. Eres un niño travieso... Y también el resto de tu familia.

—No tanto como tú, que comes carne pútrida cubierta de pulgas...——. Lime se mordió el labio para no decir más. Prefería a la Ume juguetona y algo tarada que al Venerable aterrador—. ¿Adónde me llevas ahora?

—A un lugar agradable donde podamos hablar en paz.

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⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

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