DÍA 3: PRIMEROS MALESTARES

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Todo fue tan bonito y perfecto en la noche, tan idílico y se sintió tan reconfortante que ahora estaba deseando que ese momento no hubiera terminado. Ahora que estaba encima de la taza de baño, vomitando todo lo que no había comido aún. Maldijo a Dazai en su mente mientras una nueva arcada le hacía contraer su estómago.

-Chibi... ¿Estás bien?- Los toques en la puerta y la voz tímida de Dazai al otro lado le irritaron como nunca antes en la vida.

-¡¿Te parece que estoy bien...?!- Y el sonido de otra arcada se escuchó al otro lado de la puerta y Dazai le dió la razón y se quedó callado, una pregunta un poco tonta.

Esa noche se fueron del muelle hacia el departamento de Chūya, cenaron juntos y bromearon como de costumbre, hablaron de lo que harían para esconder el embarazo por un tiempo si los estudios resultaban correctos, no negarían que sería un alivio que fueran equivocados. Después de eso, solo se acostaron a dormir y ni bien salió el sol, Chūya dió una vuelta en la cama con incomodidad y después salió disparado hacia el baño a vomitar todo. Dazai se preocupó en cuanto escuchó las arcadas escandalosas desde el baño.

Al salir, el pelirrojo estaba tan pálido que parecía no tener sangre en el cuerpo. El aspecto enfermizo de Chūya, hizo que el castaño se alarmara aún más. Lo tomo de las mejillas y Chūya solo se dejó hacer, no tenía ni las ganas de soltarle un lindo puñetazo en el rostro.

-Así es desde hace una semana... A veces no es en la mañana pero en cambio me duermo en todos lados. Esto es horrible. Eres un maldito.- Chūya se soltó del agarre de Dazai y fue a tirarse en la cama boca abajo, se sentía fatal y no faltaba mucho para que tuviera que irse a trabajar.

-Pobre Chibi, parece zombie y aún así le quedan energías para insultarme.- Dijo en son de burla mientras lo arropaba un poco. Al verlo así trataría de dejar todos esos miedos de lado y concentrarse *en hacerlo sentir mejor, aunque bueno, se dió cuenta de que sería complicado cuando un gruñido casi gutural salió de Chūya. Aterrador sin duda.

-Eres un maldito...- Chūya se quito las cobijas de encima y salió de la cama con pesadez. Sintiendose de la mierda o no, tenía trabajo que hacer.

Dazai lo dejo ser, cuando tenía cara de pocos amigos y esa voz rasgada con el era aún menos probable que conservará la paciencia y el probablemente terminaría estampado en alguna de las paredes de su lujoso departamento. Mientras que Dazai se preparaba para el día, Chūya se puso manos a la obra. Preparo un desayuno tradicional con arroz, sopa de miso, tortilla de huevo y fruta picada, no tomaría algo tan pesado después del espectáculo que hizo no hace mucho. Cuando todo estuvo listo puso agua en la cafetera, dispuesto a hacer su café especial de todas las mañanas y en cuanto abrió el frasco donde guardaba el grano tostado, se sintió desfallecer. El olor del café le hizo sentir como si algo fuera impulsado desde la base de su estómago con una presión impresionante y sintió salivar mucho más de lo normal. El asco invadió su garganta y corrió como si su vida dependiera de ello al baño. Con un fuerte azote de la puerta del baño a penas llegó a incarse frente a la taza de nuevo. Maldita sea la suerte ¡Su suerte para ser específico!

-¡Chūya!¡¿Que paso?!- Dazai llegó a su lado alarmado, estaba en la habitación leyendo los molestos mensajes de Kunikida cuando escucho el estruendo en el baño principal.

Sobó la espalda de Chūya y lo ayudo a recomponerse mientras el aún tenía un poco de reflejo. Le extendió papel de baño y recogió un poco su cabello. Le ayudo a levantarse y fueron de vuelta a la cocina, dónde el pelirrojo se cubrió la boca con el papel que aún tenía en las manos y cerró los ojos. El intenso aroma del café que tanto le gustaba ahora le provocaba asco. Dazai lo miro extrañado y pregunto en un susurro que pasaba.

-¡Llévate el maldito frasco de café lejos de mi casa!¡Ahora!- Grito con furia y Dazai obedeció con velocidad. Corrió hacia la alacena y tapo el frasco para luego ponerlo en su gabardina, salió del departamento y lo dejo en la recepción del edificio. Decidió que le serviría para más tarde.

Cuando volvió y se dirigió a la cocina encontró una escena inimaginable. Impensable. Inaudita. Tan extraña para sus ojos: Chūya Nakahara, el mejor artista marcial de la Port Mafia, un ejecutivo muy querido en su organización y con mucho poder, una de las partes del equilibrio en Yokohama... Estaba sentado en su lujosa silla con pañuelos sobre la mesa y un desayuno servido y casi frío. Su Chūya estaba llorando. Su nariz estaba roja y tenía los ojos irritados. Nunca había visto llorar a Chūya de esa manera, siempre era muy discreto e intentaba no dejar que ni una lágrima se escapara del límite de sus ojos, pero ahora estaba ahí, llorando a moco tendido y sin restricciones. En otras circunstancias le habría tomado un video y lo guardaría para chantajearlo y bromear pero en ese momento, se sintió extraño el verlo de esa manera. El contexto, la situación en la que estaban ahora lo hacía bastante serio el que Chūya estuviera de esa manera.

-Oye... ¿Te tienes?¿Qué te pasa?- Se acercó a él con lentitud e intento que lo mirara a la cara pero Chūya alejo su mano con un manotazo. Comenzó a llorar con más sentimiento aún y Dazai se empezó a preocupar en verdad. Estaba siendo demasiado para el. -Chibi ¿Qué pasa? Dímelo.

Al oír la manera en la que dijo aquel apodo que le gustaba y odiaba al mismo tiempo, Chūya dejo de lado su orgullo y se abrazo a la cintura de Dazai. Se pegó todo lo que pudo a su abdomen y dejó que las lágrimas tomarán camino en sus mejillas. Dazai había quedado estático ante el repentino movimiento, no sabía que hacer pero los sollozos de Chūya lo estaban dejando en pánico y lo hacían desesperar por encontrar una solución para que Chūya dejara de llorar. Segundos después solo encontró una manera de reconfortarlo como debía en estos momentos y dio unos golpecitos cariñosos en la cabeza de Chūya. La otra mano fue a su espalda y lo dejo estar, sin mirarlo y sin decir nada. En cuanto el llanto disminuyó, Dazai hablo muy bajo, no se escucharía de no ser porque estaban cerca el uno al otro.

-¿Me dirás que te pasa?- Quiso despegarse de ese sorpresivo abrazo pero Chūya se aferró aún más a él.

Entre sollozos Chūya levantó el rostro y a Dazai casi le da un paro cardíaco. Se veía tan lindo desde ese ángulo, aún más pequeño y con los ojos abiertos y brillantes como cuando lo conoció.

-Osamu...- Su sistema no lo aguanto más, sintió el rostro calentarse y tuvo que desviar la cara para que no se notará tanto el vergonzoso sonrojo que lo atacó. -Ya no podré tomar café por qué me da asco ¡¿Sabes que es eso?! Acababa de comprar ese frasco...

Cuando lo escucho su cerebro quedó en pausa, debía estar replanteándose el enunciado de Chūya ¿Estaba tan desconsolado por qué no podría tomar café? Esto definitivamente no era normal en su gruñón y muy explosivo Chibi. Lo primero que hizo fue soltar una risita y después soltó una gran carcajada. Con una sonrisa se soltó del abrazo para arrodillarse frente a Chūya, tomar un pañuelo y limpiar sus lágrimas rápidamente.

-Es horrible, Chūya. Te quedaste sin café de la mañana.- El pelirrojo asintió con un puchero y Dazai confirmo que era real lo que los resultados arrojaban del estado de Chūya. -Tomate el día, yo iré a la agencia y le pediré consejo a Yosano-sansei para que puedas tomar tu preciado café.

-¿Volverás temprano?- Chūya ya no lloraba, ahora solamente se limpiaba las mejillas y los ojos con un poco de prisa.

-Haré lo que pueda.- Le dió un beso rápido en la frente y se levantó decidido.
-¡Nos vemos al rato!

Y salió disparado a la recepción donde recogió su gabardina y el frasco de café. Esa extraña situación debía tener una explicación que aún no encontraba. Aunque fuera obra de una habilidad, era sumamente extraño el comportamiento de Chūya. Iba a creer en la medicina y aceptar que sería padre pronto... Escalofriante y extrañamente posible, pero ese era el hecho. Si iban a mantener este asunto alejado del peor escenario posible, al menos iba a pedir ayuda al lado de la luz. Si. Definitivamente sería difícil. "Nauseas matutinas, rechazo a los alimentos y cambios drásticos de humos..." Enumero mientras caminaba hacia la entrada del edificio de la agencia. Los síntomas del embarazo les empezaban a dar problemas y tal vez no tendría ni dos meses...

Sonrió al pensar: "Por mi chibi valdría la pena."

La gran aventura del Soukoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora