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Stiles tiene la teoría de que podemos llegar a odiar a alguien con la misma intensidad con la que podemos amar a otras personas, inclusive con los mismos síntomas. Cuando lo escuchaba hablar sentía cómo se le torcía el estómago, o cuando oía su nombre el apetito se le iba por completo, como si una nube negra se cerniera sobre él. E incluso el sueño desaparecía dejándolo pensativo por horas, intentando hallar la forma de disimular lo mucho que lo despreciaba. Tanto, que cada interacción llenaba su sangre con adrenalina, casi haciéndole perder el control de su cuerpo.

Era una paradoja, una contradicción viviente. Derek Hale, el ex Alfa de su manada, era todo lo que Stiles odiaba: arrogante, distante y, sobre todo, incapaz de mostrar un ápice de vulnerabilidad. Y, sin embargo, no podía estar lejos de él, su sola presencia no hacía más que molestarlo.

A ver, no es como si fuera ciego tampoco. Derek tenía lo suyo, sí. Ojos verdes, piel tostada y un cuerpo decente, pero que eso no los engañe. Stiles tiene razones para odiarlo, varias.

Por ejemplo, nunca lo había visto sonreír o bromear, lo cual era raro. ¿Por qué no sonríe? Es decir, una persona normal lo haría al menos una vez al mes, como mínimo. También era un controlador obsesivo, siempre necesitaba reuniones de manada y cuando Stiles llegaba tarde, lanzaba un gruñido en su dirección como un león reprendiendo a su cachorro. Y, por último, siempre lo dejaba fuera de las misiones. Las ideas eran suyas y las planificaciones también, pero nunca iba con ellos porque Derek no lo permitía, y su mejor amigo lo admiraba demasiado como para llevarle la contra.

Así que, está atrapado con Derek en esa manada y en Beacon Hills hasta que este decida irse de nuevo por quien sabe cuántos años, o quizá para siempre. Aunque no sabe muy bien por qué esa idea no terminaba siendo agradable.

Esa mañana el sol apenas había salido y él ya estaba despierto, los pensamientos sobre la manada que se encontraba de visita revoloteando en su mente como avispas furiosas. Se dirigió al espejo del baño y se observó con detenimiento. Tenía ojeras profundas y una expresión de cansancio. "Estás dejando que te afecte demasiado", se dijo a sí mismo, pero sabía que era inútil. Derek era como una espina en su costado, una que no podía arrancar sin causar más daño. Y presentía que esta nueva manada sería una nueva espina en él.

Su objetivo era mantenerse centrado, recordándose que su prioridad era la seguridad de la manada. Aunque cada vez que pensaba en los cinco extraños, sentía una mezcla de preocupación y algo que no podía identificar del todo. ¿Miedo? ¿Curiosidad? Tal vez una combinación de ambos.

El aroma del café recién hecho llenaba el aire, y su mejor amigo lo miró con una sonrisa.

—¿Dormiste bien? —preguntó, ofreciéndole café.

—Pensé que iba a quedarse Liam —comentó robando una tostada del plato y subiendo a la mesada moviendo

—Preferí quedarme yo por ser la primera noche, solo para estar más tranquilo —admitió sin mirarle, y entonces Stiles entendió que su mejor amigo también estaba pensándolo demasiado.

Solo asintió, sin querer poner más ansioso al Alfa, y terminaron de desayunar en silencio. Antes de ir a la universidad dejó que su amigo le abrazara por más tiempo que lo normal y luego lo empujó despacio.

—Bien, no es como si necesite más de tu olor sobre mí. Nos vemos en la tarde —murmuró bromeando mientras se alejaba hacia el jeep. Scott lo vio marcharse desde la puerta, y pronto Stiles divisó la camioneta de Theo situarse detrás de él en la carretera. Genial, eso quiere decir que los perros guardianes también estarían de día.

Sus clases avanzaron sin interrupciones. El almuerzo fue corto mientras intentaba acabar algunos pendientes, y luego volvió a otras largas horas en la clase de Comunicación Penal. Al terminar, juntó sus cosas y salió del campus en dirección al estacionamiento. Aún había luz, pero no faltaba demasiado para que se ocultara por completo.

A WOLF THING © SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora