Lucifer estaba molesto, lo sabía con certeza. No por nada se escuchaba cosas rompiéndose y gritos de los sirvientes haciendo presencia en el castillo.
Río un poco.
De seguro ya estaba enterado del dulce regalado que el le había otorgado a su amante, era cierto, amaba ese jardín de rosas, en verdad lo quería y era su lugar de resguardo en cada pelea con su esposo. Pero ya era inexistente. Juraba que si el no se lo daba a alguien lo iba a mandar a quemar.
Tenía horribles recuerdos del lugar.
Las peleas, los reproches, las traiciones... Que ironía, te haré feliz por nuestra eterna vida, es enserio que lo quería mantener con una sonrisa en su rostro con regalos vacíos y caricias sin sentimiento.
Ya no tenía sentimientos por el. Lamentablemente no lo sentía, su corazón ya no guardaba las emociones que una pareja casada debía tener; al contrario, lo aborrecía, si tan solo le hubiera dicho que ya no lo necesitaba, el firmaba los papeles de divorcio sin negarse o hacer reproches.
Por el volvía a ser un consejero de encuentros casuales.
Pero nunca se lo menciono y prefirió andar de habitación en habitación con un demonio cualquier que cambiaba al amanecer porque se cansaba de su cara.
Llamen al maldito de Angel ¡ahora!
Fue lo que escucho en el pasillo. Si que estaba en problemas, era de menos, uno que otro reproche en su mañana escandalosa no le haría de mal.
Mientras que Angel estaba tiritando, había oído por los anteriores amantes de Lucifer que el era un hombre de los peores, era un violento testarudo infeliz infiel.
Ahora lo había llamado a llamar.
Si no moría a manos de los maltratos de Valentino, tal vez iba a morir por las manos del rey.
Podía ser un regalo.
Pero ¿y la reina? Esa hermosa criatura de apariencia de ciervo, qué pasaría con el.
Era cierto que solo lo conoció la mañana anterior, pero solo con eso, pudo ver lo que era la verdadera atracción. Se veía tan delicado que temía que un espina de rosa lo hiciera sangrar. Tal vez el era la rosa del lugar pensándolo mejor.
Alastor te regalo el jardín de rosas.
Asintió.
Se quedó callado, era lo mejor. No esperaba nada y Lucifer parecía calmado. Tal vez si era el favorito de los amantes como cuchicheaban los sirvientes en la cocina, tenía salvación.
—Dime el por qué -ordeno- Al jamás regalaría algo tan preciado para el sin una razón.
El rey tenia un poco de razón, su alteza jamás daría algo tan grande como un regalo. Empezó a dudar.
—Ayer fui a pasear como usted me dijo al lugar que yo prefiriese del castillo -respondio- y...
—¿Y? -continuo-
No sabía si debía explicarle a detalle, pero prefirió saltarse algunas partes.
—Muchos hablaban del jardín de rosas de la reina, por eso fui -estaba dudoso- no creí que el estaría justo en ese momento en el lugar.
—No le des vueltas al asunto y responde, porque te lo dio -pronuncio enfadado, lo estaban sacando de sus casillas-
Trago saliva.
Creo que este sitio te asentará mejor a ti, quédate, yo me voy. Deja que de este lugar como regalo, de todas maneras tu lograste algo que yo jamas pude con Lucifer.
—Dijo que me lo había dado porque logré algo con usted que el jamás logrará -se quedó callado-
Escucho como el vaso que tenía Lucifer en mano estaba roto. Vio la sangre angelical caer y manchar poco a poco la alfombra roja.
Viéndolo de otra perspectiva ese decorativo rojo del suelo podía incumbrir bien un asesinato con la tonalidad tan parecida a la sangre de un pecador.
—Hagamos algo -pronuncio el rey- Alastor la reina, es mi pareja y el amor de mi vida y tu -lo señalo- eres una cualquiera que por dinero se entrega a quien sea.
Estaba indignado. Como se atrevió a llamarlo un cualquiera.
Aveces era un halago pero eso no lo fue.
Ya sabes que hacer.
Menciono. Y el sabía claramente que era lo que quería, de todas formas su vestuario no era algo que usaría comúnmente.
Y la puerta se abrió de golpe, alguien estaba enojado a sus espaldas. Suponía que era la reina pero le daba miedo por el vestuario comprometedor que tenía puesto en esos momentos
Alastor se sorprendió. Esas prendas las conocía bastante bien.
—Creo que vine en un mal momento -reacciono mirando a otro lado-
—No viniste en un mal momento amor -menciono el angel- solo estábamos teniendo una conversación sobre el tema de un regalo tuyo.
Sus orejas bajaron por la molestia.
—No creí que su manera de hablar era con tocamientos su alteza -río viendo de pie a cabeza a joven arácnido que ahora estaba buscando algo con que taparse-
—Cariño yo solo -intento escusarse-
Tu cola estaba baja y sus orejas permanecía bajas, y su sonrisa era eterna.
—Tu que Lucifer -replico- en cuanto empezaste esos encuentros yo bien te dije tu por tu lado yo por el mio.
De todas formas no es que me interese con cuantos has estado.
Un escalofrío recorrió la espalda del mayor. El único que podía poner sus nervios en punto era el locutor.
Inclusive ahora que se supone que tiene una belleza a su lado, Alastor lo miraba sin emoción, con la expresión que tanto lo caracterizaba.La estrella se había retirado del lugar.
Al solo le dio el pase para que se fuera y fue el fin del asunto. Que claramente el de menor estatura no quería dejar pasar
—Era una de tus pertenencias mas valiosas -afirmo-
—Era, hasta que me entere que hiciste el amor con un demonio en ese lugar -respondió- Su alteza, yo en algún momento lo ame, en verdad, pero sus acciones en todos estos ciclos no me dejan mucho que desear.
No soy la difunta reina y jamás lo sere. Y usted jamás será la persona de la cual me enamore.
No pronuncio ninguna palabra. Solo podía ser un buen oyente.
Lo lamento, porque en algún momento creí que solamente era Lucifer, inclusive Asmael, su majestad.
Se había ido nuevamente.
Se había retirado. Y el solo pudo romper cosas cuando noto que aquel joven de prendas carmesí se fue de la habitación.
Por qué le dolía tanto no ser la persona de la cual el cervatillo pudiera enamorarse, le irritaba.
Mientras por otro lado una pequeña niña corría a los brazos de su madre contenta. De todas maneras Alastor hizo todo lo posible para que su niña no sufriera por las acciones de un matrimonio sin amor.
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Jardín de memorias
FanfictionTal vez el amor se pueda ver como un contrato que se mantuvo con sentimientos en juego. El es tan carismático como la antigua reina.