Capítulo 2. La maldad se vuelve nada cuando no tienes a las sombras protectoras.

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Jenna Nattxon

[Dos semanas después..]

Me miro en el espejo del baño, el vapor está empañando el vidrio y creando una barrera entre mi reflejo y yo. El agua caliente cae de nuevo sobre mi piel, pero no logra calmar el frío que siento en el corazón. Cada gota que resbala por mi cuerpo parece llevarse un pedazo de mi alma, recordándome la ausencia de Erich. ¿Cómo pudo irse sin más? ¿Cómo pudo dejarme sin siquiera darme una explicación?
El dolor es un visitante constante, uno que no se va aunque lo ignore.
Me dejo caer en el suelo, el agua envolviéndome como un abrazo que no consuela. Cierro los ojos y las lágrimas se mezclan con el agua, invisibles pero presentes. Recuerdo su sonrisa, su voz, la promesa de un futuro juntos que se desvaneció como un sueño al amanecer.
Después de lo que parece una eternidad, me obligo a salir de la ducha. El mundo no se detiene por mi dolor, y hoy tengo que enfrentar una realidad aún más dura. Me seco con la toalla, cada movimiento mecánico, tratando de mantenerme en pie, salgo del baño caminando directamente al armario y escojo un conjunto sobrio pero elegante, adecuado para el evento que me espera. Mi abuela Celi siempre dice que la apariencia es una armadura, y hoy necesito toda la protección posible.

Me visto lentamente, cada prenda una capa de fortaleza que intento construir alrededor de mi corazón roto. Me miro una vez más en el espejo, esta vez con determinación. No puedo permitirme flaquear, no hoy, ya no, así que me martillo un poco y arrojo un suspiro.
Salgo de mi habitación y encuentro a mi abuela esperándome en la sala. Su presencia siempre será mi bálsamo, aunque de seguro ella debe estar aún más rota que yo, aún así su apoyo incondicional es una enorme fuente de fuerza. Me toma de la mano y me da un apretón suave, sin necesidad de palabras. Juntas, salimos de la casa, subimos al auto y conduje hacia la Corte.

A medida que nos acercamos podemos ver el edificio una vez más, llenándole de recuerdos dolorosos y humillantes, sigue siendo igual de imponente. Mientras estaciono el auto, ambas nos bajamos de este, y cada paso hacia el interior del lugar, hacia la sala de audiencias es un recordatorio del peso de lo que está por venir. Hoy al fin, después de solo una semana, tengo que declarar en contra de Clarisa. La mujer que destruyó mi vida desde que el legué a este mundo, mi relación con Erich, la que siempre me manipuló para su propio beneficio.

Entramos a la sala, días atrás ella declaró. Tomo asiento, esperando mi turno, todos los que amo y han sido víctima de la mujer que dice ser mi madre, ya han estado en mi lugar. Demoré en venir porque no estaba físicamente y emocionalmente bien, todavía no lo estoy, pero ya no tengo por qué seguir así, tengo una razón por la cual salir adelante, y soy la mujer más feliz, estoy viva, tengo amor a mi alrededor, una familia increíble y claro tengo demasiadas ganas de vivir.

El juez llama mi nombre y me levanto, sintiendo todas las miradas sobre mí. Respiro hondo y camino hacia el estrado, cada paso una afirmación de mi decisión de luchar por mi verdad, por mi futuro.
Me siento y miro a mi madre a los ojos. Veo en ellos la misma frialdad que siempre ha tenido, pero hoy no me afecta. Hoy, soy más fuerte. Hoy, soy una nueva Jenna, y estoy lista para enfrentar de nuevo mi verdad.

— Buenos días señorita Jenna, ¿jura usted decir la verdad y nada más que la verdad en esta corte?.— hablo el juez. Sacándome de mis pensamientos. Respire hondo y asentí entornado mi mano y observando a Clarisa.

— Buen día a todos, juro decir la verdad, tósanle verdad en esta corte.— respondí con suavidad PET con un toque de frialdad dirigida a "la perra de mi madre."

El juez me mira con seriedad y comienza a hacer preguntas sobre los momentos más oscuros de mi vida, aquellos en los que Clarisa, mi madre, participó activamente.

"EL VEREDICTO DEL DESTINO" [2] 🐈 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora