Capitulo 5: Sospechas

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Si bueno digamos que severus no esperaba una mañana tranquila pero tampoco con tanto alboroto, como el que justo ahora se podía escuchar en el comedor luego de que una nueva crónica de lady Whistledown llegara.

En cuanto el pergamino fue abierto solo unos instantes fueron suficientes para que un chillido horrorizado resonara desde la mesa de los profesores, capturando la atención de todos en el comedor.

El profesor Filius Flitwick, normalmente un modelo de calma y serenidad sostenía una temblorosa taza de té en una mano mientras sus ojos se fijaban con incredulidad en el pergamino que sujetaba con la otra. A su lado, la profesora de vuelo, Madame Hooch, se limpiaba frenéticamente la túnica, empapada por el té que Flitwick le había escupido.


—¡Se suponía que esto nunca debía salir a la luz! —exclamó Flitwick, su voz aguda con una mezcla de incredulidad y desesperación.


La profesora McGonagall, que hasta ese momento había estado también sorprendida pareció olvidar el incidente de su propia casa al escuchar las palabras de su colega. Porque giró en su asiento, sus ojos llameando con una mezcla de incredulidad y reprimida furia.


—¡¿Pero, Flitwick, ¡¡¿cómo pudiste ocultarnos algo así?! —su voz, normalmente controlada, resonó con severidad, apuntando un dedo acusador hacia dos jóvenes Ravenclaws que se encogieron visiblemente en sus asientos—. Se debió haber restado puntos a Ravenclaw, y tus alumnos debieron recibir un castigo por romper las reglas. Esto es inaceptable.


Flitwick, recobrando algo de su compostura, no se quedó callado. Su rostro recuperó un poco de su color, mientras enderezaba su diminuta figura en su silla.


—Por favor, Minerva, no vengas a reclamarme por esto —respondió con un tono firme—. Tú eres la menos indicada para pelearme por ocultar cosas... ¿O debo recordarte las veces que salvaste a tus Gryffindors de un castigo por ser un "simple error"?


El rostro de la profesora McGonagall se volvió rojo y abrió la boca para defenderse de las acusaciones en su contra. Los profesores a su alrededor intercambiaron miradas de preocupación y trataron, en vano, de menguar el conflicto. Incluso el director Dumbledore intervino, pero en lugar de apaciguar la situación, sus palabras parecieron avivar aún más el fuego de la acalorada discusión.

Los únicos que parecían disfrutar de la escena eran los dos profesores de Slytherin que se mostraban divertidos por el arrebato de sus compañeros maestros.

Pero dejando de lado la discusión entre los profesores, los alumnos también vivían sus propios dramas.

Gilderoy Lockhart, el siempre vanidoso y presuntuoso, había salido corriendo del comedor con el rostro rojo de vergüenza. Las miradas burlonas y decepcionadas de algunas de sus admiradoras y compañeros lo siguieron hasta que desapareció por la puerta, con su reputación desmoronándose a cada paso.

En otra parte del comedor, Lily, que había escapado a la mesa de Slytherin con su amigo en cuanto las lechuzas de Whistledown entraron, comenzaba a arrepentirse de su decisión. El grupo de amigos de Severus la miraba con claras expresiones de burla. Narcisa tenía una amplia sonrisa burlona en su rostro, mientras que Lucius, aunque más disimulado, mostraba una media sonrisa de satisfacción. Regulus y Barty, por su parte, no paraban de reír y lanzarle preguntas molestas.


—Evans, ¿de verdad no saliste? —preguntó Regulus, intentando contener la risa.


Secretos reveladosWhere stories live. Discover now