A tu lado estoy vivo

Cenizas

Si pudiese describir en una sola palabra todo lo que estoy sintiendo en este momento, la más acertada sería miedo, tal vez suene exagerado pero tenía miedo de perderlo todo.

Mi corazón late con fuerza mientras mis amigos y yo corríamos como si nuestras vidas dependieran de ello, atravesando calles y esquivando a la multitud que se agolpaba en la distancia, el sonido de las sirenas se mezclaban con los gritos de la multitud mientras que mis piernas me ardían consecuencia de correr quince minutos seguidos sin parar, y el corazón me martilleaba en mi pecho. "¿Será mi casa?" pensaba, mi mente en un torbellino de miedo.

El humo espeso se cernía sobre nosotros mientras llegábamos al lugar no podía ver nada claramente, solo sombras y siluetas moviéndose frenéticamente.

—Mierda, no logro ver nada—murmuró Darla, su voz cargada de frustración.

Ella, a pesar de ser alta, se estiró con todas sus fuerzas, intentando ver más allá de las llamas y el humo. Pero la multitud de personas bloqueaba su visión.

Entonces, Oliver me agarró la mano —Tranquilo— Dijo con voz firme—No podemos hacer más que esperar. Estamos juntos en esto—Asentí, sintiendo su apoyo.

Como si compartiéramos una carga invisible, coloqué mi cabeza en su hombro. Sentí el calor de su piel a través de la tela de su camisa, y nuestros dedos se entrelazaron con naturalidad. Era como si nuestros cuerpos se sincronizaran, buscando consuelo mutuo en medio de la incertidumbre.

Pero no era solo él quien compartía mi ansiedad. Jessica, con gesto suave, me agarró el hombro. Mientras me veía con cara de "todo estará bien". En ese momento, no éramos individuos aislados; éramos un pequeño refugio en medio del caos.

La tristeza me golpeó como un puñetazo en el estómago. Quería llorar, pero no podía permitirme mostrar debilidad. No quería que me vieran vulnerable, es lo que más odio en todo el mundo. Aunque pueda parecer exagerado, esa lucha interna es real para mi. La vulnerabilidad es un terreno incómodo, llorar me hace sentir un miedo a ser juzgado ¿Es estúpido sentir esto en este momento...verdad?

Cerré los ojos, con fuerza intentando apaciguar las ganas de llorar, intente distraerme con el bullicio de la gente, el ruido de las calles y la actividad frenética de los bomberos. Cada sonido es un intento de apaciguar mis pensamientos, cabe destacar que todo intento fue en vano, porque lo único que me hacía era recordar en la situación en la que estaba, y en el miedo de perderlo todo, la incertidumbre si mi familia estaba salvo y si alguien había llegado temprano a la casa, estaba entre las llamas de todo y nada.

Pero entonces, como si el universo hubiera intervenido, la vi, la señora de cabello plateado, cuyos ojos compasivos ya conocía.

Instintivamente, me alejé de mis amigos para escucharla.

—Señora Vargas ¿Sabe algo?—Le pregunté intentando que mi voz no sonara temblorosa «obviamente fracasando en todo aspecto»

Apretó mi mano con firmeza—Cariño, si lo que quieres es saber si es tu casa la que se está quemando, no, no es tu casa la que está ardiendo.—Respondió con voz suave .

—¿Entonces de quién es la casa?—Pregunté sin saber si de verdad quería conocer la respuesta.

Me miró con ojos tristes y compasivos. Un silencio breve pero cargado de significado se extendió entre nosotros, como si los murmuros de las demás personas o el ruido en general no existiesen.

—Es la casa de los Thornfield—finalizó.

¿Qué? No podía creerlo, aunque al final no fuese mi casa la que se está incendiando igual, me sentía mal, ellos desde que yo había nacido han estado siempre a mi lado, él señor Thornfield, siempre amable cuando le iba a pedir el azúcar para el café, y la señora Thornfield mientras me contaba alguno de sus historias a mi hermano y a mí o cuando mi mamá necesitaba que cuidaran a mi hermanito y ella no dudaba en ofrecerse. Y ahora habían perdido su casa la cual siempre me llenó de interrogantes pero también de tan bonitos recuerdos, pero entonces analizando la situación me llegó una nueva pregunta.