Capítulo 12

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— Ella jamás estaría contigo —Aoom trató de mantener la calma. No sabía qué hora era, pero aún no amanecía.

— La gente te puede sorprender— respondió Samai con ironía.

Estaba a punto de replicar su comentario, pero se dio cuenta de que afuera ocurría algo. Los guardias que Samai había contratado estaban bloqueando la entrada con muebles y todo aquello pesado que encontraban.

— ¿Qué está pasando? —preguntó inquieta mientras los miraba.

— Estoy asegurando la plaza.

— ¿Por qué?

— La ciudad no es segura en estos momentos, claro que tú puedes irte si lo deseas, de hecho ni siquiera tendrías que estar aquí.

— No me iré a ningún lado sin Meena.

— Ya te dije que ella está conmigo—respondió Samai perdiendo la paciencia—, yo puedo protegerla mejor que tú.

Samai salió un momento de la repostería y llamó a uno de sus guardias. Le dio una instrucción y después se fue. El guardia con el que había hablado entró a la repostería. Era un tipo alto, fortachón con corte militar.

— Tengo órdenes de sacarte de la plaza —dijo con firmeza, pero con la misma sonrisa irónica de Samai.

— No me iré —Su cuerpo temblaba de arriba abajo, pero no estaba dispuesta a ceder ni un poco. No iría a ningún lado sin Meena así que se refugió del otro lado del mostrador.

— Por lo regular no me gusta lastimar a las muñequitas, no es mi estilo, pero si insistes en negarte tendré que hacerlo.

Desde luego sintió que las piernas le fallaban. Era imposible enfrentarse a aquel grandulón y salir bien librada, aún así, lucharía con todas sus fuerzas y tal vez, con algo de suerte, podría vencer y entonces buscaría a Meena, ella la necesitaba y no iba a dejarla sola. Bajo el mostrador encontró una charola. La tomó disimuladamente, era la única arma que tenía para defenderse y estaba dispuesta a usarla, pero en ese momento otro tipo entró al local.

— Hay problemas en la puerta de atrás jefe. La gente le prendió fuego a los contenedores de basura y los chicos piensan que el fuego puede llegar hasta el techo.

— ¡Mierda! tendré que ocuparme luego de ti preciosa.

Salieron del local, pero antes de irse el tipo cerró con llave la puerta. Los segundos pasaban y la desesperación de Aoom aumentaba. No sabía cuánto tiempo llevaba Meena en las garras de Samai, así que debía actuar rápido. Sin tiempo para pensar en algo más, tomó la caja registradora y la arrojó contra la puerta de vidrió.

— Perdóname Meena —dijo tratando de no pisar los vidrios al salir.

Ni siquiera se le pasó por la cabeza huir de la plaza, a pesar de que ahora su vida corría peligro. El pasillo por suerte estaba despejado. Escuchó disparos aislados afuera de la plaza y se quedó petrificada, lo que la hizo reaccionar fue una voz conocida.

— Señorita ¿qué está haciendo aquí? —preguntó Arthic, el viejo guardia de la plaza cuando se acercó a ella.

— Arthic, ¿has visto a Meena?

— ¿A la señorita? No, ¿Acaso ustedes dos se quedaron a dormir aquí?

— Si, no me preguntes por qué, ahora lo que necesito es encontrarla.

— Tal vez la señorita Tía sepa algo, ella también está aquí.

— ¿Tía?

Arthic le dijo que Tía estaba en su tienda de ropa así que no dudo en ir a buscarla. Cuando entró, la encontró en la caja registradora guardando todo el dinero que había en una bolsa negra de plástico. Se veía muy pálida y las manos le temblaban.

Aún en lo profundo, te diré que te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora