El psiquiátrico

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Llegaron al psiquiátrico, un edificio antiguo y monolítico que se alzaba como un castillo sombrío en medio del grisáceo paisaje urbano. La atmósfera estaba cargada de una opresiva sensación de misterio y terror. Las nubes oscuras en el cielo y el viento frío que azotaba el entorno parecían intensificar la atmósfera inquietante.

Alex y Spencer Reid se presentaron en la recepción, donde mostraron sus credenciales y fueron sometidos a un riguroso control de seguridad. Los pasillos del psiquiátrico estaban desiertos y fríos, sus paredes blancas y desnudas absorbían la luz, proyectando sombras inquietantes a medida que avanzaban. La seguridad era estricta, con varias puertas reforzadas que se cerraban detrás de ellos con un sonido metálico y definitivo.

Finalmente, llegaron a una sala de entrevistas. La habitación era austera, con una mesa de metal en el centro rodeada de sillas. La única fuente de luz era una lámpara fluorescente en el techo, que arrojaba una luz fría y implacable, creando un ambiente que parecía absorber el calor y la vida.

James Riker estaba sentado en una de las sillas, esperando. Su apariencia era tan inquietante como su fama; delgado y con una mirada que parecía ir más allá de lo físico, hacia lo más profundo de la psique humana. Su rostro tenía una palidez enfermiza, y sus ojos, de un gris helado, se iluminaban con una intensidad perturbadora.

Spencer Reid, al entrar en la sala, se tensó visiblemente. Aunque su experiencia en casos de alto perfil le daba confianza, la presencia de Riker parecía sacudir su habitual compostura. Alex, con una expresión decidida y profesional, se mantuvo cerca de él, preparándose para la entrevista.

Riker levantó la vista al verlos entrar, y una sonrisa sardónica se dibujó en su rostro. Parecía estar disfrutando del juego de la situación.

—Spencer Reid, como no... —dijo Riker, con una voz que mezclaba sarcasmo y una especie de admiración retorcida—. Y... ¿quién es esta preciosidad?

Su mirada se posó en Alex con una mezcla de interés y algo que parecía una perturbadora apreciación. Su tono estaba cargado de una calidad inquietante, como si cada palabra fuera un pequeño desafío.

Alex se mantuvo firme, aunque una ligera sombra de incomodidad cruzó su rostro. Tomó una respiración profunda y se acercó a la mesa, manteniendo un contacto visual firme con Riker.

—Soy la agente Alex Ortega del FBI —dijo con voz clara y segura—. Estamos aquí para hablar contigo sobre varios casos en los que creemos que puedes tener información relevante.

Riker se reclinó en su silla, moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro con una sonrisa juguetona. Sus movimientos eran lentos, calculados, como si estuviera disfrutando de cada momento de la conversación.

—Oh, por supuesto. Siempre me alegra ver caras nuevas en esta aburrida rutina —dijo Riker, sus ojos nunca apartándose de Alex—. ¿Qué es lo que desean saber?

Spencer, con la mente aguda pero con una visible inquietud, tomó la delantera para formular las preguntas.

—Estamos investigando una serie de casos de asesinatos que tienen un patrón en común. Creemos que podrías tener información que nos ayude a conectar los puntos.

Riker levantó una ceja y su sonrisa se ensanchó de una manera que parecía aún más perturbadora.

—Interesante. ¿Y qué me hace pensar que voy a colaborar con ustedes? A decir verdad, estoy bastante cómodo aquí.

Alex, sintiendo la creciente tensión, intentó mantener un tono profesional mientras se acercaba un poco más a la mesa.

—Riker, sabemos que tu colaboración puede ser clave para resolver estos casos. Tenemos razones para creer que tienes información que podría ayudarnos. No queremos ser tu enemigo, pero necesitamos que seas sincero con nosotros.

PAUSADA - Sombras del pasado (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora