Conexiones

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A la mañana siguiente, Alex se despertó con una sensación persistente de inquietud. Las insinuaciones de Riker del día anterior seguían dándole vueltas en la cabeza, así que decidió comprobar que todo estuviera bien. Tomó su teléfono y, tras un momento de duda, marcó el número de su madre.

El tono de llamada sonó varias veces antes de que la voz fría de su madre contestara.

—¿Qué pasa, Alex?

—Hola. Solo quería preguntar por Nicola. ¿Cómo está? —preguntó Alex, manteniendo un tono neutral—. No he hablado con ella en unos días y ya sabes cómo soy, me preocupo.

—Nicola está bien, como siempre —respondió su madre, sin molestarse en ocultar su irritación— Estaba un poco cansada, pero nada más. ¿Por qué preguntas?

Alex sintió cómo la tensión se instalaba en su pecho, pero se esforzó por no dejar que su voz reflejara su incomodidad.

—Simplemente quería asegurarme, eso es todo. No hace falta que te pongas a la defensiva.

—No estoy a la defensiva —replicó su madre, con un tono más cortante—. Solo me extraña que, de repente, te preocupes tanto, con lo ocupada que siempre estás.

Alex cerró los ojos, intentando mantener la calma.

—Siempre me preocupo por ella. Aunque no lo creas, me importa.

—Bueno, si tanto te importa, ven a verla más a menudo en lugar de llamar a horas inapropiadas —respondió su madre con frialdad—. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer.

—Claro. Creo que olvidas que tu marido está en esa casa —dijo Alex, su voz teñida de resignación—. Solo dile a Nicola que la quiero. Hablamos luego.

—Ajá. —Y con ese escueto sonido, la llamada se cortó.

Alex dejó el teléfono sobre la mesa y se tomó un momento para respirar profundamente. Cada conversación con su madre parecía dejarla con una mezcla de frustración y tristeza. Sacudiendo esos pensamientos, decidió centrarse en algo más positivo: preparar el desayuno para su padre.

Entró en la cocina y comenzó a sacar los ingredientes. Mientras tanto, su padre estaba en la sala, leyendo el periódico con una expresión relajada.

—¡Buenos días, papá! —saludó Alex, esforzándose por sonar animada mientras preparaba el desayuno.

—Buenos días, princesa —respondió él, levantando la vista del periódico con una sonrisa—. ¿Qué hay para desayunar?

—Lo de siempre: tostadas, huevos revueltos y café —dijo ella mientras se movía por la cocina con agilidad.

—Perfecto, mi niña —Su padre la observó con curiosidad, luego de un silencio preguntó—: ¿Y Morgan? ¿Lo vas a invitar a desayunar algún día?

Alex fingió no haber escuchado, concentrándose en batir los huevos.

—Papá, Morgan tiene su vida y yo la mía —respondió, intentando mantener la conversación lo más ligera posible.

—Ah, ya veo. —Su padre asintió lentamente, sin perder la oportunidad de seguir con la broma—. ¿Os habéis enfadado o algo así?

—No, nada de eso —dijo Alex, esforzándose por mantener el tono casual mientras servía el desayuno—. Solo tenemos diferentes puntos de vista, como cualquier otra persona.

Su padre la miró con una mezcla de picardía y cariño.

—¿Diferentes puntos de vista? Eso suena a problemas de pareja, Alex. No me sorprendería si Morgan estuviera dando vueltas a lo que pasó —bromeó él mientras tomaba su taza de café—. Siempre he pensado que los dos hacéis un buen equipo, dentro y fuera del trabajo.

PAUSADA - Sombras del pasado (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora