Capítulo 9

5 1 0
                                    

-Pero que mierda- soltó Pucey.

En cuanto la cabeza de todo mi grupo de amigos se asomó por la puerta, yo intenté taparme lo más rápido que pude y con lo primero que pillé. Y si, estaban todos. Theo, Blaise, Draco y Alexander se habían quedado mirando muy fijamente la situación con la boca de par en par.

-¿Qué pasa no saben llamar o qué?- grité enfadada.

-Debido a los gritos que estabas dando toda la sala común se ha pensado que te estaba pasando algo, pero ya vemos que por lo menos malo no era- río Blaise con una sonrisa picarona.

-¿Podríais cerrar la puerta para que me vista?- pregunté completamente irritada. Sino hubiesen interrumpido probablemente habría ocurrido otra vez.

Mis amigos, en vez de cerrarla, decidieron dejarla entornada y tuve que levantarme desnuda a terminar de cerrarla.

Al girarme me encontré con la mirada penetrante de Pucey en mi cuerpo desnudo- A ver si lo repetimos otro día- me dijo mientras se levantaba y empezaba a ponerse los bóxers.

-Se puede mirar, si- dije terminando de subirme los calcetines.

Como él tenía su camisa rota, no tuvo otra opción que ir con ella desabrochada.

Abrí la puerta y ahí estaban los cuatro, asesinando a Pucey con la mirada, sobre todo los dos primos.

El se despidió de mí con un casto beso en los labios y un leve azote, y de ellos con un asentimiento de cabeza.

-Pucey- dijeron mis amigos a la vez.
Alexander le miraba como si fuese a hacerle una de las peores torturas posibles.

-Ya sabía que eras una guarra- dijo él apretando los dientes.

-No la llames así- le advirtió Nott, echándole una mirada fulminante.

-Vosotros no tenéis nada que ver con esto, largo.
Pero ninguno de los presentes se movió del sitio. Por lo que mi prometido me empujó hacia dentro de la habitación, y antes de que ellos pudieran reaccionar se encerró en ella conmigo, usando un hechizo especial para la cerradura.

Yo iba retrocediendo poco a poco según él avanzaba más y más hacia mi- Eres una despechada, me viste con otra y ya estás vengándote. A mí me rechazas pero a este imbécil le das el privilegio de tocarte- dijo con los ojos inyectados en sangre de la rabia.

-Ya te dije lo que había. Hago lo que quiero, cuando quiero y con quien quiero, y tú no eres nadie para decirme lo que puedo hacer y no- su mano enorme rodeo mi cuello y me estampó contra la pared, dificultando la entrada de aire- Soy tu prometido, tu dueño y el único hombre que puede tocarte esta carita, ¿te ha quedado claro?- me dijo casi rozándome los labios. Sus ojos buscaron los míos, buscando mi asentimiento, nada más alejado de la realidad.

-No- dije con dificultad, debido a la falta de aire.

-¿Qué?- dijo él apretando más su agarre en mi cuello- Te lo voy a demostrar ahora mismo-Me susurró al oído, haciendo que un escalofrío recorriese mi columna.

Me agarró por la nuca y estampó sus labios con los míos, y yo, que sinceramente no entiendo porque este hombre hace que me moje tan rápido, le correspondí al segundo. Era un beso caliente, nada cariñoso ni dulce. Agresivo y deseante. Su mano empezó a bajar por todo mi cuerpo, rozando con sus yemas la piel desnuda de mi escote, haciendo que mi piel se pusiese de gallina.

-Vas provocando, con esta faldita tan corta, agachándote delante de todos cada vez que tienes la oportunidad. Y con este escote, transparentando tus sujetadores de zorrilla- me susurró él mientras su mano recorría la piel desnuda de mi muslo, tentando por subir arriba de la altura de mi falda- Mordiéndote los labios, apretándote los pechos para que se vean más grandes. Rozando bultos siempre que puedes. Eres una gran perra, y te mereces un castigo- me dijo mientras su lengua recorría mi cuello, sacándome leves suspiros que hacían ver mi gran falta de dignidad.

-Alexander para- dije entre suspiro y suspiro.
Pero esas palabras fueron un detonante para que su mano sobrepasase la altura de mi falda y empezase a tocar los bordes de mi ropa interior.

-No voy a parar, porque sé que no quieres que pare. Te voy a demostrar que soy más hombre que el estúpido de Pucey- y acto seguido corrió la tela de mi tanga y empezó a pasar las yemas de sus dedos, palpando mi clara humedad y haciendo cierto hincapié en la zona con más terminaciones nerviosas. Yo no sabía que era lo que ese hombre tenía que hacía que mis braguitas se mojasen con tanta rapidez. El lo notaba, y sonreía satisfecho antes su gran hazaña.

Sin previo aviso, cogió la tira de mi tanga y tiró de él hacia abajo y antes de que yo pudiese siquiera reaccionar puso su pierna entre las mías para que no pudiese cerrarlas. Lo miré con fingida inocencia a los ojos, pestañeando varias veces.

Su dedo empezó a rozar con mayor ímpetu mi zona, sacándome varios gemidos. Mi cadera empezó a moverse y a exigir más fricción con su mano. Y él aprovechó mis movimientos y la humedad para introducirme lentamente dos de sus largos dedos en mi interior. Solté un largo gemido, se sentía riquísimo.

A continuación empezó a meter y sacar, y yo sinceramente sentía que estaba en el cielo. Tenía que agarrarme por la cintura porque mis rodillas fallaban y me tambaleaba. Viendo que no iba a aguantar mucho más de pie, me cogió y me tiro a la cama. Me arrancó la falda de un tirón, y se puso de rodillas delante de mí. Yo ya sabía lo que venía, y como ya había perdido mi dignidad, por lo menos la perdería bien. Empezó a lamerme con mucha determinación ahí abajo, haciéndome experimentar sensaciones que ni si quiera pensé que podrían ser reales. Lágrimas de placer me corrían por la cara, rogándole por más y enterrándole más la cara en mi centro.

Pero sin más, de repente, y como muchas otras veces se levantó, se recolocó el paquete, me echo una sonrisa y se fue.

El calor no tardo en subir por mis mejillas, dándome cuenta de que él me había humillado una vez más.

—————————————+———————————

Ya era la hora de ir a cenar, y esta vez decidí ir provocativa a más no poder. El me decía que era una guarra y que iba provocando, pues ahora le iba a enseñar lo que es de verdad una guarra.
Mi falda de tiro bajo, se ajustaba justo al borde de mis nalgas, dejando ver los grandes y tonificados muslos. La camisa, desabrochada en los primeros botones era extremadamente ajustada, haciendo que varios botones quedaran tirantes y haciendo que la tela transparentase mi sujetador rosita a conjuntos con mi tanga. Me puse las medias por encima de las rodillas y unos tacones negros. Cogí la llave de mi habitación y me dirigí al Gran Comedor para la cena.

Según iba bajando las escaleras de la sala común la gente me miraba sorprendida. Las chicas con celos y envidia, y los hombres con deseo. Varios se ofrecieron a acompañarme, recibiendo un "no" rotundo de mi parte.

Al llegar a la puerta veo a Alexander- vamos, te acompaño a cenar- dice como si nada. Y yo, aguantándome las ganas de cruzarle la cara, y con la poca dignidad que me quedaba, me enganché a su brazo y alcé la cabeza no queriendo ni mirarle a la cara.

Las puertas del Gran Comedor estaban cerradas, y al abrirlas para cenar todo el mundo, incluidos profesores fijaron sus miradas en nosotros.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 29 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝑐𝑎𝑜𝑠   - a harry potter's world fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora