Capitulo 4.

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—¿Después te digo? —Ophelia frenó en seco una vez que estuvimos dentro de la escuela.

¡Uh, atrapada!

—Es que... —volví a rascarme la nuca, evadiendo su mirada. Resoplé—. Soarin me invitó a salir.

—¡¡AAAAAAAAAH!! —chilló, otra vez—. ¿¡Y qué le dijiste!?

—Aún no le he dado respuesta, realmente no lo sé.

Justo en ese momento, la puerta se abrió, revelando la presencia de Soarin, que pasó por al lado de nosotras. Mantuvimos el contacto visual por un tiempo breve y, antes de que él voltease su rostro al frente para seguir su camino, me dedicó un guiño y una sonrisita.

Y por algún motivo, eso tuvo efecto en mí.

Viene Cupido con su arco y flecha, esquiva el mal carácter de Dash, salta la valla del orgullo, utiliza al ojiverde encantador como distracción y ¡FLECHAZO! ¡¡¡GOOOOOL DE CUPIDO!!!

Maldita conciencia.

—Te lo estás comiendo con la mirada —bromeó Ophelia.

¿Acaso no ves la espalda buenísima que tiene? ¡Cualquiera babearía!

—¡Claro que no! ¿Acaso no puedo mirar a nadie? —empecé a caminar con los brazos cruzados.

—Cruzaste los brazos y tienes las cejas un poco encorvadas. Confirmado: te enojaste.

Odio lo bien que me conoce.

—Es que estás...

—No intentes negarlo. Al menos admite que le viste un atractivo.

—Por favor, Ophelia, los rubios no son lo mío.

Míenteme que me gusta.

—Sí, claro, y yo soy ciega —se cruzó de brazos.

—¿Podemos ir a clases?

—Bien, pero de esta no te escapas.

Bueno, al menos me la quité de arriba por un rato.

Procede Ophelia a mandarnos cinco millones de mensajes por WhatsApp.

Concuerdo.

Pasé por los pasillos junto a mi mejor amiga en busca de mi salón de clases. No había alumnos en los alrededores y únicamente se escuchaban los murmullos de los maestros dando sus explicaciones y el rechinar de nuestros pasos rozando el suelo con cada pisada.

Llegamos a nuestra clase correspondiente; por suerte no estaba muy lejos de la cancha, así que llegamos rápido. El salón estaba abierto y había varios estudiantes adentro, pero la profesora no se encontraba por ningún lado. Presencié rápidamente a Soarin y a Jareth delante de él, cada uno con un asiento vacío al lado.

Ophelia se adelantó y corrió hasta el lado de Jareth, dejándome a mí con la única opción de sentarme al lado de Soarin.

Qué inteligente es tu mejor amiga.

Los rostros de todos los chicos se voltearon hacia mí mientras caminaba lentamente con la amenaza de sus miradas lujuriosas. Maldito cuerpo voluminoso.

Caminé entre la segunda y tercera fila para poder sentarme al lado de Soarin; justo cuando estaba a punto de llegar, un chico se levantó posicionándose frente a mí, sacó de su bolsillo su billetera y de esta sacó una gran suma de dinero. Lo observé confundida.

—Te daré todo este dinero si tienes una noche conmigo —propuso en voz alta.

¿Quieres terminar con la cabeza sembrada en el piso, verdad?

Todo lo que quiero contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora