Capítulo 40

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Golpeo con fuerza la bolsa de boxeo, las gotas de sudor se deslizan por mi rostro, sigo sin poder descifrar como terminé de esta forma, se suponía que estaba haciendo las cosas bien, pero de nuevo las palabras de Minatozaki Sana calan fuerte en mi pecho... no, me niego a pensar que para ser feliz se tiene que pasar por encima de las personas, ¡qué idiota!

Vuelvo a conectar una serie de golpes coordinados, tomó aire profundamente tratando de que el ritmo cardiaco se normalice, pasó entonces al maniquí de boxeo, hago uso de mis piernas con movimientos rápidos, quiero descargar toda esta rabia en la que me he sumergido estos últimos días, el gimnasio del hotel a esta hora está vacío, creo que no todo el mundo hace ejercicio a las cinco de la mañana, me gusta la soledad, solo mis jadeos producto del agotamiento irrumpen el silencio, ¡demonios! Pensar que hace tan solo quince días tenía una novia con quien me iría a vivir a New York y ahora no tengo nada, ¿no podría ser más patética? Mis puños se estrellan con potencia en el maniquí.

—No puedo creer que te haya enseñado a golpear de esa forma, mira que hasta yo he sentido la fuerza de ese derechazo tuyo —Mi hermano se toca dramáticamente el rostro.

Me hace detener, sonrío al aire, él tiene razón, pensar que fue víctima de su propio invento, cuando éramos pequeños le pareció gracioso enseñarme, yo era algo así como el hermanito pequeño que nunca tuvo.

—Sí... creo que estás en lo cierto —Vuelvo a reanudar los puñetazos intercalándolos con patadas certeras al tronco y a la cabeza.

—¿Dónde aprendiste hacer eso? —Mi hermano me ve sorprendido por mis movimientos.

—En París con Daniel, un amigo del estudio fotográfico, practicábamos Savate en un gimnasio cerca del trabajo.

Me sirvió para estar en forma y saber defenderme, de paso también se convirtió en una eterna disputa con Daniel, extraño esas épocas donde competíamos por todo.

—¿Se puede saber quién es el pobre infeliz al que imaginas antes de golpear? no quisiera estar en sus zapatos...

—No es un él, es una ella —lo interrumpió tomando un poco de aire para luego volver a golpear con fuerza la cabeza del maniquí con los puños.

—¿Qué? —Ríe— La verdad no puedo imaginarte golpeando a una mujer —Mi hermano me distrae con su risa, vuelvo a detenerme, el estar hablando y seguir en este ritmo no es posible, mi fuerza abdominal ya no es tan buena como años atrás.

—Y nunca lo verás, porque como tú bien has dicho, primero, nunca sería capaz de golpear a una mujer y segundo porque sería muy difícil, creo que mi instinto de autoconservación no me lo permitiría —Sonrió alegremente, mi hermano queda descolado con mi respuesta.

—¿Cómo? —me pregunta colocando su mano en mi hombro deteniéndome.

—A quien realmente imagino antes de golpear es a mí misma —le contestó con simpleza, esa es la verdad, la rabia no es con ella, al fin y al cabo también tuve la culpa, no fui totalmente sincera con Jihyo, mi corazón tenía muchas dudas antes de que ella se acostara con Sana... Nayeon simplemente tiene la habilidad de colarse en mi mente y en mis sentimientos muy a mi pesar.

—Jeongyeon, no sé qué pasó entre ella y tú... pero debes hablarlo, no puedes seguir así, andas en un ritmo de trabajo en el que escasamente descansas, haces ejercicio sin parar y sé que no has dormido bien, en algún momento vas a tener que detenerte y hacerle frente —me dice en un tono de absoluta preocupación.

A nadie le he dicho realmente por qué terminamos, simplemente les comuniqué a todos que habíamos roto, y no quise hablar más del tema, al igual que con Nayeon he intentado enterrar su recuerdo con tanta actividad como sea posible para que no me haga daño, de nuevo, ¿podría ser más patética?

La promesa || 2Yeon +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora